La evolución de los objetos de diseño es resultado de una incesante transformación: surgimiento de alternativas que conllevan la capacidad de imaginar y construir un mundo de cosas artificiales. Y este entorno artificial, en una comunidad determinada, configura las manifestaciones culturales.
La complejidad que ha alcanzado el diseño ha provocado su academicismo y, por lo tanto, su consolidación como disciplina independiente, que genera una forma de conocimiento particular. Asimismo, se ha hecho necesario separar y organizar el conocimiento de los objetos con los que se relaciona el hombre, para diferenciar, posteriormente, las acciones transformadoras realizables en dichos objetos.
Históricamente se ha generado la instrumentación de la metodología particular del diseño; modelos de pensamiento alternativos que postulan directrices a la actividad proyectual, abriendo horizontes innovadores que, sin abandonar la intencionalidad y los objetivos prefijados por un problema de diseño, permiten confirmar la declaración del reconocido diseñador argentino Ronald Shakespear: “El diseño no es imprescindible, es inevitable.”
El pensamiento interdisciplinario sobre el diseño abarca un ámbito extenso; se expresa en un conjunto de recomendaciones intelectuales para actuar lógicamente en el campo específico de la solución de problemas. Se espera también que ayude al diseñador a determinar la secuencia de acciones más adecuada, su contenido y los procedimientos específicos descritos en las técnicas para culminar en un objeto: lo diseñado.
En consecuencia, las proposiciones conceptuales no tienen un fin en sí mismas, conservan su carácter de recursos abstractos, cuya expresión práctica sólo es permitida por la técnica. Entonces, no se puede pensar en un modelo metodológico, como si existiera uno absoluto y universal para resolver todo tipo de problemas, porque hablar de ello remite a concepciones particulares, aceptables tan sólo en el contexto en que han surgido. Lo más importante de este punto es comprender que el diseño responde a una estructura de ideas o forma sistemática de relaciones de pensamiento, consecuencia de la articulación teórica de los discursos en que se halla inmersa una necesidad.
Einstein afirmó que no es posible hacer una observación a menos que se tenga una teoría para mirar lo observado. Por eso, en el diseño la idea debe estar por encima del mercado —relación tóxica, según Norberto Cháves—, de lo contrario, se generan las denominadas “muletillas culturales”, junto a la compulsión por expresar la individualidad y los gustos personales.
El diseño, con base en la teoría, abandona los estereotipos y los lugares comunes, dando paso a los recursos de la crítica. Es así que Alan Fletcher explica en una frase la misión del creador contemporáneo: "El objetivo del diseñador no es darle al cliente lo que él piensa que quiere, sino lo que nunca soñó que quería"