Cada generación está encerrada en el pensamiento propio de su tiempo. Los grandes genios de cada época se adelantan apenas marginalmente al pensamiento imperante. Y el pensamiento de nuestro tiempo está centrado en los paradigmas del progreso humano ininterrumpido y el crecimiento económico permanente, garantizados como derechos inalienables de todas las generaciones por venir. Esta abundancia, propia de la modernidad, que consideramos actualmente un derecho, no existió nunca antes en nuestra historia como especie. Siquiera por eso, deberíamos sabernos afortunados por vivir en esta época.
Pero las bendiciones son armas de dos filos: como parte de nuestra fortuna por vivir en la mejor época, contamos también con la mayor cantidad de conocimientos en la historia de nuestra especie, con abundancia de recursos y con un mayor control sobre nuestro entorno. Pero, querámosla o no ver y oír, la evidencia que múltiple y estridentemente revela estos conocimientos, es que nuestro futuro está extremadamente amenazado por nuestro presente. Que el camino que hemos elegido va hacia la interrupción catastrófica de los privilegios excepcionales de la modernidad , mismos que ahora consideramos derechos inalienables. Energía, agua, alimentación, cambio climático, extinción de especies, contaminación ambiental -nitrógeno, fósforo, aerosoles, capa de ozono-, acidificación del océano, cambios en el uso del suelo…, son algunos de los temas en los que se perciben riesgos que ponen en peligro la permanencia de nuestra forma de vida. A esta situación se añade que, a pesar de vivir en las condiciones más favorables de la historia de la humanidad, no hemos sido capaces de distribuir estas mejoras entre toda la población, ya que mantenemos inequidades intolerables en educación, libertad, salud, equidad social, equidad de género, ingreso, seguridad, por mencionar sólo algunas.
Se requiere un cambio radical en la forma de concebir nuestras actividades. Necesitamos líderes actuales que, a la manera en que los de generaciones anteriores se adelantaron a su tiempo y convencieron a sus contemporáneos de terminar con la esclavitud, el racismo, el sexismo, el colonialismo y la intolerancia religiosa, por ejemplo, nos convenzan ahora de que la actividad basada en el consumo y en el crecimiento de la economía -con el consumo asociado de agua, energía, alimentos, etcétera- debe modificarse. Radical y urgentemente.
Los grandes líderes de la historia surgen de lugares improbables y desconocidos. Pero es una obligación de las instituciones de educación tratar de abrir los espacios que faciliten su trabajo. La
ciencia de la sustentabilidad ha aparecido como un intento académico multidisciplinario por iniciar esta discusión y la creación de propuestas que abran los espacios referidos. Este número de la
Revista Digital Universitaria y el próximo, contribuyen con las reflexiones de especialistas universitarios sobre temas específicos de la sustentabilidad. En las páginas de este número, se encuentran reflexiones sobre la misma
sustentabilidad,
materiales y
edificaciones sustentables, la
extracción y consumo de petróleo y el efecto del
transporte urbano. Muchas opiniones más son necesarias. Continuemos con esta importante discusión humana desde la privilegiada visión universitaria, siempre comprometida con la sociedad