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Dinosaurios mexicanos: estudio y arte

Los dinosaurios de México: su historia contada por huesos y dientes

Ángel Alejandro Ramírez Velasco, René Hernández Rivera
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Introducción

La mayoría de los lectores están sin duda familiarizados con los nombres, la forma y los hábitos de vida de varios dinosaurios como Tyrannosaurus, Spinosaurus, Triceratops y Velociraptor, colectados en Estados Unidos, Asia y África.

Este trabajo pretende mostrar el conocimiento actual que se tiene de los yacimientos con los dinosaurios más significativos en nuestro país, ubicando su temporalidad y espacio, su ambiente, fauna asociada, la singularidad de la especie y su importancia en la paleontología a nivel mundial; todo a través de los huesos y dientes como evidencias directas, basados en los nuevos y numerosos yacimientos mexicanos con restos de dinosaurios (GUDIÑO-MAUSSÁN y GUZMÁN, 2014).

Los yacimientos con más evidencias directas se han localizado en Baja California (El Gallo y La Bocana Roja), Sonora (Cuenca Cabullona), Chihuahua (Aldama y Aguja), Coahuila (Aguja, Piedritas, la Cuenca Sabinas y Parras), Tamaulipas (Cañon Huizachal), Michoacán (Barranca de los Bonetes), Puebla (San Felipe Otlaltepec) y Chiapas (Ocozocoautla). Las edades registradas van desde los 163 millones de años, en el Jurásico medio, hasta los 66 millones de años en el Cretácico Tardío (Figuras 1a y 1b).

Figura 1a. Dinofaunas ubicadas temporalmente.

Figura 1b. Ubicación de dinofaunas.

Las dinofaunas que habitaron tierras mexicanas comprendían diversos terópodos (incluyendo a las aves mesozoicas), hadrosaurios, ceratópsidos, anquilosaurios, heterodontosáuridos y titanosaurios (Figura 2).

Figura 2. Relaciones filogenéticas de los principales dinosaurios mexicanos.


Huizachal, los más antiguos de México

El Cañón del Huizachal forma parte de una serie de cañones que se localiza a 25 kilómetros al sureste de Ciudad Victoria, Tamaulipas. Los sedimentos que enterraron a los dinosaurios se depositaron en forma de una mezcla de agua con cenizas volcánicas, mejor conocidas como lahares, hace unos 163 a 189 millones de años (Jurásico Temprano a Jurásico Medio) (FASTOVSKY et al., 2005). Probablemente en esta área existía una vegetación predominante de cícadas y helechos, tal y como lo demuestran otras localidades en Puebla, Oaxaca y Guerrero durante el Jurásico.

El registro de dinosaurios del Huizachal está constituido por pequeños huesos y dientes de celofisoideos, heterodontosáuridos y de varios terópodos sin determinar (MUNTER y CLARK, 2006). Entre ellos, destaca el descubrimiento de una cadera pélvica derecha completa y articulada a una serie de vértebras sacras de un celofisoideo similar al Coelophysis kayentakatae de Arizona (Figura 3). Al parecer, era un animal adulto que apenas alcanzaba el metro de longitud. Al ser un carnívoro, probablemente se alimentaba de pequeñas presas, como mamíferos primitivos (Victoriaconodon inaequalis) y esfenodontos (Zapatodon ejidoensis), con los que convivía.

La fauna de la cantera Huizachal también contaba con un pterosaurio robusto Dimorphodon weintraubi, pequeños cocodrilomorfos terrestres, un extraño reptil excavador Tamaulipasaurus y un reptil-mamiferoide Bocatherium mexicanum.

Figura 3. Reconstrucción del celofisoideo sin nombre del Cañon Huizachal.


El misterioso de Otlaltepec

A veinte kilómetros al suroeste de Tepexi de Rodríguez se encuentra el yacimiento San Felipe Otlaltepec, en las cercanías del pueblo con el mismo nombre. Los sedimentos que contenían los restos de dinosaurios se depositaron en un valle con grandes ríos que se desbordaban hace unos 170 a 150 millones de años. De acuerdo con las plantas localizadas en distintos sitios de la misma edad, se indica un ambiente cálido y húmedo formado por árboles de coníferas y varias plantas arbustivas como las cícadas y helechos (ORTÍZ-MARTÍNEZ et al., 2013).

Se conoce una gran cantidad de huesos, la mayoría están rotos y mal preservados. Probablemente, éstos pertenecían a un saurópodo o a un terópodo, pero la calidad del material no permite asegurar ninguna de las identificaciones.

El ave de las Piedritas

El yacimiento las Piedritas está dentro del ejido con el mismo nombre, en los límites noroeste de Coahuila. En esta localidad los sedimentos carbonatados se depositaron en un medio marino, donde habitaban tiburones y una gran diversidad de peces hace unos 93 a 85 millones de años.

Recientemente, se encontró un húmero del ave primitiva Ichthyornis dispar (PORRÁS-MÚZQUIZ et al., 2014), un ave similar a las gaviotas conocida en Alabama y Kansas. De acuerdo con las dimensiones del húmero, era un animal de 38 cm de longitud y se cree que era piscívora. En una localidad distinta, pero de la misma edad, se descubrió un pequeño pterosaurio Muzquizopteryx coahuilensis con el cual probablemente convivió.

Ceratópsidos de Aldama

El área de Aldama representa varias localidades ubicadas dentro del municipio del mismo nombre. Los sedimentos que contienen dinosaurios se depositaron en un ambiente continental, representado por playas, deltas y pantanos hace unos 88 a 83 millones de años. Este complejo sedimentario estaba habitado por grandes árboles (14 metros de altura) que formaban un bosque tropical (ESTRADA-RUÍZ et al. 2013).

Estos bosques tropicales estaban poblados por tiranosáuridos, nodosáuridos, hadrosáuridos y ceratópsidos. Los restos de dinosaurios mejor representados son los ceratópsidos, ya que se han encontrado en gran abundancia. Además, hay algunos ejemplares que presentan rasgos semejantes al centrosaurino Nasutoceratops de Utah (RAMÍREZ-VELASCO y HERNANDEZ-RIVERA, 2015). Si así fuera, esto representaría una nueva especie y, por la edad, una de las más antiguas de Norteamérica (Figura 4).

Figura 4. Reconstrucción del centrosaurino sin nombre de Aldama.


Hadrosaurio primitivo de Los Bonetes

La Barranca de los Bonetes es un área formada por la barranca del mismo nombre atravesada por la carretera dentro del municipio de Tuzantla Michoacán. Los sedimentos volcano-sedimentarios se depositaron a causa de un derrumbe de las faldas de un volcán hace unos 86 a 84 millones de años. Dependiendo de los autores, el ambiente se ha interpretado como tropical o semiárido. La falta de fósiles de plantas y la presencia de suelos calcáreos apoyan la segunda hipótesis (TOVAR, 2012).

Los Bonetes estaba habitado por terópodos pequeños (3 m de longitud), terópodos grandes (5.3 m de longitud) y hadrosaurios primitivos. El dinosaurio mejor representado del yacimiento es el hadrosaurio primitivo Huehuecanauhtlus tiquichensis (RAMÍREZ-VELASCO et al., 2012) (Figura 5). Se conoce por varios elementos postcraneales y un craneal. Era un animal herbívoro de 6 metros de longitud, con un lomo muy alto al nivel de su cadera y con dientes pequeños en forma de diamante. Este dinosaurio probablemente murió a consecuencia de varias enfermedades que ocasionaron la deformación de una costilla y la fusión de una vértebra torácica con su costilla derecha.

Figura 5. Reconstrucción del hadrosaurio primitivo Huehuecanauhtlus de Los Bonetes.


Terópodos de Bocana Roja

La Formación La Bocana Roja es un paquete de rocas localizadas en el Municipio de Ensenada Baja California. Los sedimentos que afloran en esta zona se depositaron en un ambiente continental donde cruzaban extensos ríos hace unos 83 millones de años (BUSBY, 2004). El grupo de dinosaurios mejor representados en los yacimientos de La Bocana Roja son terópodos avianos y no avianos, aunque también se han colectado restos fragmentarios de hadrosáuridos.

Labocania anomala (MOLNAR, 1974) era un terópodo (no aviano) muy inusual. Tenía proporciones robustas, con huesos frontales gruesos y metatarsos cortos (Figura 6). Algunos de sus huesos muestran semejanzas con los tiranosáuridos y otros con alosauroideos chinos, como Chilantaiasaurus, Szechuanosaurus, Shaochilong y con el ceratosaurio indú Indosochus. Alcanzaba los 8.2 metros de longitud y probablemente cazaba hadrosáuridos que habitaban la zona.

Alexornis antecedes (BRODKORB, 1976) era un ave enantiornite del tamaño de un gorrión (11 cm de longitud) (Figura 6). Las enantiornites eran un grupo muy diverso de aves mesozoicas, algunas eran carnívoras, psicívoras, durófagas y hasta granívoras; sin embargo, la falta de elementos craneales en Alexornis complica la realización de una hipótesis sobre su tipo de alimentación.

Figura 6. Reconstrucciones del posible tiranosáurido Labocania (derecha) y del ave Alexornis (izquierda) de la Bocana Roja.


Hadrosaurios gigantes de El Gallo

La Formación El Gallo es un paquete de rocas de gran extensión a un lado de la Formación La Boca Roja, localizado en el mismo municipio de Baja California. Los sedimentos con huesos de dinosaurios de El Gallo se depositaron en planicies de inundación de grandes ríos, donde había varios árboles tropicales y plantas arbustivas hace unos 74 a 73 millones de años (BUSBY, 2004).

La fauna de El Gallo consistía en peces, rayas, anfibios (Albanerpeton), abundantes tortugas (cf. Naomichelys) y lagartos (Dicothodon bajaensis), varios cocodrilos (Leidyosuchus y cf. Brachychampsa) y pequeños mamíferos (Mesodema y Gallolestes). La dinofauna estaba representada por pequeños terópodos como cf. Richardoestesia (90 cm de longitud), troodóntidos grandes (2.6 m de longitud) y dromeosáuridos semejantes a Saurornitholestes (1 m de longitud), grandes tiranosáuridos de proporciones ágiles (6 m de longitud) (Figura 7) y dinosaurios herbívoros como los nodosáuridos, ceratópsidos y abundantes hadrosáuridos.

Los dinosaurios más abundantes de El Gallo era el lambeosaurino Magnapaulia laticaudus conocido por 26 ejemplares (PRIETO-MÁRQUEZ et al., 2012). Hasta ahora representa el lambeosaurino más grande y robusto de toda Norteamérica (Figura 7). Era un herbívoro cuadrúpedo con alto lomo, que se hacía más alto en la región caudal. Su cola era muy ancha, tanto a dorsal como ventral. Probablemente presentaba una cresta hueca, pero su forma y tamaño de la cresta es desconocida. Magnapaulia laticaudus era un animal gregario, ya que se conocen cuatro localidades con varios individuos juntos (una de 2, 3, 7 y 12 individuos). Usualmente alcanzaba los 9 m de longitud y sólo algunos individuos de edad avanzada llegaban a medir los 13 m de longitud (RAMÍREZ-VELASCO and HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015).

Figura 7. Reconstrucciones del tiranosáurido sin nombre (arriba) y el lambeosaurino Magnapaulia (abajo) de El Gallo.


El edén de Parras

La Cuenca de Parras es una de las áreas mexicanas con la concentración más elevada de yacimientos con huesos de dinosaurios, localizada al sur de Coahuila. Estos yacimientos se incluyen en el paquete de rocas conocido como Formación Cerro del Pueblo, cuya edad se sitúa en los 72 millones de años. Los sedimentos del Cerro del Pueblo se depositaron en un ambiente deltaico, con grandes planicies costeras y de inundación, donde había varios ríos, lagos y lagunas, influenciados por cambios en la marea o tormentas. Predominaba la vegetación tropical arbustiva, adaptada a las zonas de inundación (ESTRADA-DÍAZ et al., 2013).

Las planicies costeras estaban habitadas por múltiples tortugas (Compsemys y Mexichelys coahuilensis), serpientes (Coniophis), cocodrilos, pterosaurios y mamíferos primitivos, peces dulceacuículas (Lepidotes), arañas, insectos (Xonpepetla), aves y dinosaurios. Entre los restos de dinosaurios se han descrito numerosos huesos y dientes de los cuatro grandes grupos: terópodos, anquilosaurios, ceratópsidos y ornitópodos.

Los terópodos identificados son troodóntidos, grandes dromeosáuridos (1.9 a 2.6 m de longitud), maniraptores primitivos Richardoestesia, tiranosáuridos y ornitomímidos. El hallazgo más significativo de dinosaurios terópodos son diversos ornitomímidos encontrado en varias localidades (RAMÍREZ-VELASCO and HERNÁNDEZ-RIVERA, 2015), con tamaños que van de los 2.8 a los 3 m de longitud que podrían representar nuevas especies, como el encontrado en Saltillo (Figura 8).

De los anquilosaurios se conocen sólo un anquilosáurido y varios nodosáuridos, representados por material fragmentario.

Los ceratópsidos del Cerro del Pueblo eran diversos, se conocen centrosaurinos y varios chasmosaurinos. Coahuilaceratops magnacuerna (LOEWEN et al., 2010) era un chasmosaurino mediano, que alcanzaba los 4.3 m de longitud, tenía cuernos muy gruesos y cortos para su tamaño, y una gola con púas redondeadas a los costados y en la parte anterior (Figura 8). Junto al adulto de esta especie se encontró un ejemplar juvenil de 3 m de longitud., Coahuilaceratops era pariente de Anchiceratops y Arrhinoceratops de Alberta. Otro chasmosaurino era el ejemplar colectado en Presa San Antonio (LOEWEN et al., 2010), mismo que probablemente alcanzaba los 4.1 m de longitud y se diferenciaba de Coahuilaceratops por tener cuernos delgados, que se proyectaban hacia lateral y la punta hacia dorsal, muy parecido a los cuernos de un toro, semejante a los cuernos de Kosmoceratops y Utahceratops de Utah.

Los ornitisquios más característicos del Cerro del Pueblo eran los hadrosáuridos. Sus restos son numerosos (en cantidad y frecuencia) y se conocen en varios yacimientos. Velafrons coahuilensis (GATES et al., 2007) era un lambeosaurino de unos 5.2 m de longitud, con un lomo alto a nivel de la cadera y su espalda, con patas largas y robustas, y poseía una cresta hueca orientada hacia el frente con una pequeña muesca hacia posterior (Figura 8). Velafrons es, sin duda, uno de los hadrosaurios mejor conocidos de México. El ejemplar era un individuo joven que no llegó a su edad adulta. Latirhinus uitstlani (PRIETO-MÁRQUEZ y SERRANO-BRAÑAS, 2012) era un saurolofino gregario, con 6.8 m de longitud, que poseía un lomo bajo y probablemente una nariz ancha (Figura 8). Algunos autores sugieren que en realidad era un lambeosaurino. Otros hadrosáuridos menos conocidos del Cerro del Pueblo eran un saurolofino semejante a Kritosaurus navajovious, que alcanzaba los 8.9 m de longitud; un gran lambeosaurino de la localidad La Rosa de 9 m de longitud; el saurolofino de la cantera HB gregario, similar a Saurolophus, de 7 m de longitud; el saurolofino de la cantera 2 (del cerro de los dinosaurios), que poseía mandíbulas largas, similar a Edmontosaurus de 7.6 m de longitud; y el gigante lambeosaurino de Guadalupe, que solo su cola y parte de la región sacra medía 6 m de longitud (AGUILAR et al., 2014).

Figura 8. Reconstrucciones del ornitomímido sin nombre de Saltillo (arriba), chasmosaurino Coahuilaceratops (arriba en medio), lambeosaurino Velafrons (abajo en medio) y el saurolofino Latirhinus (abajo) de la Cuenca de Parras.


Los titánicos de Aguja

La Formación Aguja es un paquete de rocas que afloran al noreste de Chihuahua y continúan al noroeste de Coahuila. Los sedimentos con restos de dinosaurios se depositaron en una planicie costera deltaica con llanuras de inundación, hace unos 71 a 66 millones de años. En esta área se ha encontrado un gran número de troncos fosilizados asociados a los restos de dinosaurios. Estos árboles alcanzaban los 40 a 50 m de altura, formando bosques tropicales (ESTRADA-RUÍZ et al., 2013). En estas planicies costeras habitaban tiburones (Lonchidion selachos), rayas dulceacuícolas (Ptychotrygon), peces (Lepisosteus), tortugas, cocodrilos pequeños (Barchychampsa) y cocodrilos gigantes (Deinosuchus riograndensis de 6 a 7 m de longitud). De este último hay evidencia de que se alimentaba de dinosaurios.

Los terópodos están representados por dientes aislados, de varios dromeosáuridos similares a Saurornitholestes de Canadá (Figura 9), de troodóntidos semejantes a Troodon de Canadá y Montana (Figura 9) y de tiranosáuridos de mediano tamaño (TORRES-RODRÍGUEZ et al., 2010).

Figura 9. Reconstrucciones del dromeosáurido sin nombre (arriba) y el troodóntido sin nombre (abajo) de Aguja.

Los ornitisquios estaban representado por un paquicefalosáurido (4.2 m de longitud) y varios nodosáuridos, ceratópsidos y hadrosáuridos. Los restos de nodosáuridos son abundantes en esta zona y algunos de ellos destacan por presentar similitudes con los escudos dérmicos de Panoplosaurus y Edmontonia. El nodosáurido de El Carricito (RIVERA-SYLVA et al., 2011) era un animal que alcazaba los 3 m de longitud y cuya armadura seguramente tenía una disposición similar a la de Edmontonia; sin embargo, una de sus púas era ancha en la base y luego puntiaguda, distinta a la que presentaba esta especie (Figura 10).

Los ceratopsios estaban representados por una nueva especie de centrosaurino primitivo (3 m de longitud) (RIVERA-SYLVA and CARPENTER, 2014) y chasmosaurinos. El chasmosaurino más característico de esta zona era Agujaceratops mariscalensis (ANDRADE-RAMOS et al., 2002). Se distribuía desde Texas hasta el norte de México. Actualmente, se conoce por varios ejemplares de 4.3 m de longitud. Agujaceratops era una especie gregaria en Texas, pero en México al parecer era solitario (Figura 10).

Los hadrosáuridos de Aguja eran saurolofinos con similitudes con el género Kritosaurus de Nuevo México. Alguno de ellos, como el saurolofino de Icoteas, presentaba huesos muy robustos (los más robustos que se conocen) y podía alcanzar los 7 m de longitud (RAMÍREZ-VELASCO et al., 2014).

Los saurópodos están representados por elementos postcraneales con afinidades a los titanosaurios (MONTELLANO-BALLESTEROS, 2003). Eran saurópodos del Cretácico que habitaban el hemisferio sur principalmente. Llegaban a medir entre los 7 a los 30 m de longitud y se caracterizaban por tener una doble fila de escudos dérmicos en su espalda. Los titanosaurios de Aguja podían alcanzar los 17 m de longitud, siendo los dinosaurios más grandes que se conocen de México (Figura 10).

Figura 10. Reconstrucciones del nodosáurido del Carricito sin nombre (arriba), el chasmosaurino Agujaceratops (en medio) y el titanosaurio sin nombre (abajo) de Aguja.


Hadrosaurio de Sabinas

El área de la Cuenca de Sabinas, localizada en el municipio de Sabinas y Múzquiz, ha proporcionado una abundante muestra de plantas fósiles. Estos afloramientos se depositaron en un ambiente deltaico, con ríos, lagos y pantanos donde se acumularon grandes depósitos de carbón. El ambiente era una selva paratropical, dominada por árboles, arbustos y plantas acuáticas diversas, generando uno de los ambientes más húmedos de toda Norteamérica y de México (VILLANUEVA-AMADOZ et al. 2014; ESTRADA-RUÍZ et al. 2013).

En este sitio habitaban tiranosáuridos, anquilosaurios, ceratópsidos y hadrosáuridos. De los ceratópsidos destaca un cuerno del chasmosaurino de Múzquiz de 95 cm de largo (PORRAS-MÚZQUIZ y LEHMAN, 2011). Probablemente, éste alcanzaba los 5.7 m de longitud con cuerno largos comparables con los del Pentaceratops de Alberta. Sin embargo; algunos autores consideran que el cuerno podría pertenecer a un tronco fósil.

De los hadrosáuridos destaca el saurolofino llamado informalmente sabinosaurio (Figura 11), que es considerado el más completo de México, de 9.5 m de longitud (KIRKLAND et al., 2006). Tenía rasgos muy primitivos, con un hocico largo semejante al género Saurolophus de Alberta; poseía un lomo muy bajo, casi recto, y una cintura pélvica larga y extraña. El hueso isquion era curvo dorsalmente y no recto como en todos los hadrosaurios, rasgo compartido únicamente con el hadrosáurido primitivo Hadrosaurus de Nueva Jersey.

Figura 11. Reconstrucción del saurolofino sabinasaurio de Sabinas.


Tierras altas de Cabullona

La Cuenca Cabullona es un área que abarca varios yacimientos con restos de dinosaurios ubicados en los municipios de Naco, Cananea y Fronteras Sonora. Son una serie estratigráfica que documenta la historia de Sonora desde hace aproximadamente 80 a 66 millones de años. Los sedimentos de la cuenca Cabullona se depositaron en ambientes continentales alejados de la costa, cambiando a lo largo de la historia. Inicialmente era una laguna somera, luego ríos sinuosos, planicies de inundación y por último un ambiente deltaico. Los numerosos yacimientos con huesos de dinosaurios se han colectado asociados a troncos fosilizados, peces, tortugas y cocodrilos (GARCÍA Y BARRAGÁN y JACQUES-AYALA, 2011)

Los dinosaurios que habitaban la Cuenca Cabullona eran ceratópsidos, hadrosáuridos, tiranosáuridos y ornitomímidos. Tototlmimus packardensis (SERRANO-BRAÑAS et al., 2016) era un ornitomímido de gran tamaño de casi 4 m de longitud que vivió alrededor de los 72 millones de años. Tenía unas patas robustas pero largas y unos dedos robustos en sus manos. Era pariente del Ornithomimus de Canadá (Figura 12).

De los tiranosáuridos destacan unos grandes dientes de 7 cm de altura, que indicarían animales de 8.4 a 8.8 m de longitud. Algunos autores consideran que podrían haber pertenecido al famoso Tyrannosaurus rex (SERRANO-BRAÑAS et al., 2014), pero se necesita encontrar más huesos para confirmarlo (Figura 12). Los grandes tiranos únicamente vivieron a finales del Cretácico en la Cuenca Cabullona, entre los 70 y los 75 millones de años.

De los hadrosáuridos destaca el saurolofino de Fronteras (de la localidad Alamitos), uno de los más completos de Sonora (RAMÍREZ-VELASCO et al., 2012). Medía 7 m de longitud, con rasgos semejanzantes a los de Gryposaurus de Alberta; poseía un lomo alto y huesos muy robustos (Figura 12). En otra localidad se reportó un húmero de saurolofino proveniente de Naco. Tenía un húmero de 71 cm y se calcula de 12 m de longitud, siendo uno de los más grandes hadrosaurios de Norteamérica. Todos ellos vivieron hace 72 millones de años.

Figura 12. Reconstrucciones del ornitomímido Tototlmimus (arriba), el saurolofino sin nombre de Fronteras (en medio) y el tiranosáurido sin nombre de Naco (abajo) de la Cuenca Cabullona.


Terópodo costero de Ocozocoautla

El yacimiento Ocozocoautla está situado en el municipio del mismo nombre en Chiapas. En esta localidad los sedimentos se depositaron en una laguna que desembocaba al mar abierto hace unos 72 a 66 millones de años, misma en la que habitaban arrecifes de corales y rudistas (almejas extintas semejantes a conos o cuernos), peces, tiburones, cocodrilos dyrosáuridos de 8 m de longitud y cocodrilos del grupo de los gaviales.

En las costas de Ocozocoautla habitaba un enigmático terópodo nombrado Richardoestesia (CARBOT-CHANONA y RIVERA-SYLVA, 2011). Sólo se conoce por un diente de 11.6 mm de altura que pertenecía a un ejemplar gigante para los estándares de este género. Se calcula de unos 2.4 m de longitud. La mayoría de las especies de Richardoestesia alcanzaban entre los 50 cm a 90 cm de longitud, vivían en Canadá, Estados Unidos y al norte de México (Baja California y Coahuila). Era un terópodo enigmático con mandíbulas largas y curveadas, con 19 dientes puntiagudos del mismo tamaño a cada lado (Figura 13). Se sugiere que era un maniraptora primitivo o un troodóntido muy especializado. Posiblemente era piscívoro; sin embargo, como no se conoce ningún esqueleto completo de este animal (solo una mandíbula y varios dientes), la hipótesis está en duda.

Figura 13. Reconstrucción del maniraptora primitivo Richardoestesia de Ocozocoautla.


Conclusiones

Los géneros de dinosaurios descritos para México destacan en importancia ya que representan, en algunos casos, nuevos géneros y especies a nivel mundial; mientras que en el caso de los grupos de dinosaurios ya reportados en otros países, amplían la distribución paleogeográfica para los periodos Jurásico y Cretácico. Para este último se demuestra que el registro de dinosaurios es sorprendentemente abundante. Aún se tiene mucho por descubrir, recolectar y describir, sobre todo las dinofaunas de la parte norte de nuestro territorio, que fueron comparables a las del oeste de Estados Unidos y Canadá, debido a sus amplias exposiciones de rocas sedimentarias terrestres. fin

Bibliografía

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Ángel Alejandro Ramírez Velasco
Profesor dedicado a dar clases sobre paleobiología de dinosaurios en la Facultad de Ciencias de la UNAM.

Ángel Alejandro Ramírez Velasco Entusiasta de la divulgación de la paleontología, artista e investigador de la paleontología de dinosaurios de México, estudió Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAM y realizó una Maestría en Ciencias de la producción y de la salud animal en la Facultad de Medicina, Veterinaria y Zootecnia de la misma universidad. Desde el 2012 imparte clases sobre la paleobiología de dinosaurios en la Facultad de Ciencias de la UNAM junto con René Hernández Rivera.

Ha presentado el resultado de sus investigaciones en eventos académicos, entre los que destacan el 1er. Encuentro Salud Pública y Salud Animal, XX Congreso de la Sociedad de Patólogos Veterinarios, el XI Congreso Nacional de Paleontología, el Hadrosaur Symposium (Canadá) y el XXIII Congreso Panamericano de Ciencias Veterinarias (Colombia). Sus trabajos de investigación se han publicado en las memorias de estos congresos, simposios y en revistas indexadas. Por otra parte, participó como ayudante de paleontólogo en la exposición Huellas de la vida: un viaje en la historia de nuestro planeta, presentada en 2009 en la Ciudad de México; y colaboró como miembro del equipo del proyecto INAH Coahuila Rescate paleontológico de un esqueleto semiarticulado de hadrosáurido en el ejido Guadalupe, Municipio General Cepeda, Coahuila (2013). Actualmente describe este ejemplar.

En terreno de la divulgación ha recibido el reconocimiento de instituciones como el Instituto de Geología de la UNAM, el Museo UNIVERSUM, el Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental, el Hospital General de México, La división de Ciencias biológicas y de la salud de la UAM, la Facultad de Medicina Veterinaria Zootecnia de la UNAM, entre otros, por su participación como conferencista, anfitrión de exposiciones y capacitador en temas relacionados con la paleontología, paleopatologías y los dinosaurios. Asimismo, participó como asesor en revistas de divulgación sobre temas de dinosaurios mexicanos y sobre la evolución de las aves en Muy Interesante y en dos ocasiones en QUO.

René Hernández Rivera
Técnico Académico Tit. “C” de T.C. en el Instituto de Geología, profesor de asignatura “B” en la Facultad de Ciencias e Investigador Nacional Nivel 1 en el S.N.I. y PRIDE “D”, en la UNAM.

René Hernández Rivera Con una antigüedad de 36 años como Técnico Académico Tit. “C” de T.C. en el Instituto de Geología, es profesor de asignatura “B” en la Facultad de Ciencias de la UNAM, Investigador Nacional Nivel 1 en el S.N.I. y PRIDE “D” en la UNAM. Ha participado en 14 proyectos de investigación, incluyendo uno en las localidades del Jurásico del NW de China, del 2002-2006, donde se descubrieron, entre otros fósiles de enorme importancia, el Guang long, considerado el tiranosaúrido más antiguo del mundo, así como el Limnusaurus, dinosaurio que ayudó a revelar el origen de los dedos en las aves.

Ha escrito 35 artículos, 2 de ellos como coautor en Nature, así como 7 libros que han sido publicados, 3 impresos y 4 electrónicos para la DGSCA-UNAM. En el ámbito académico, también dirigió 7 tesis, 3 de maestría (una de ellas en proceso). Por otra parte, enseña las técnicas empleadas en la paleontología de vertebrados, que incluyen la prospección, recolección, preparación y montaje, a través de cursos y talleres en diferentes universidades y distintos niveles en México y en el extranjero.

Ha participado en 52 Congresos, alrededor de la mitad internacionales, realizados en los Estados Unidos, Canadá y Argentina, donde se han dado a conocer los resultados de los trabajos de investigación en los que ha participado. Asimismo, ha dado pláticas de divulgación a todos niveles, para dar a conocer el quehacer de la paleontología, en especial el que realiza la UNAM, a través de programas de la Academia de Ciencias, pues considera que la Difusión Científica es uno de los objetivos principales de la UNAM. Así, es considerado uno de los mejores “descubridores de fósiles” por investigadores de renombrado prestigio internacional, como los Drs. James I. Kirkland (State Paleontologist Utah), James M. Clark (George Washington University), David Fastovsky (Rhode Island University y editor de Varios Geological Journals) y Xu Xing del IVPP, China, entre otros.

Actualizado hasta noviembre, 2015.


RAMÍREZ VELASCO, Ángel Alejandro y René Hernández Rivera, "Los dinosaurios de México: su historia contada por huesos y dientes", Revista Digital Universitaria, 1 de noviembre de 2015, Vol. 16, Núm. 11. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.16/num11/art86/index.html> ISSN: 1607-6079.

Los dinosaurios de México: su historia contada por huesos y dientes

Ángel Alejandro Ramírez Velasco, René Hernández Rivera

El registro óseo y dental de los dinosaurios mexicanos ha aumentado en el transcurso de los últimos años. A pesar de ello, siguen siendo desconocidos por la mayoría de los lectores. Actualmente se conocen numerosos yacimientos localizados en Baja California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Michoacán, Puebla y Chiapas, y cada uno de éstos representa una ventana temporal y geográfica.

Los yacimientos van desde el Jurásico al Cretácico y están caracterizados por su fauna y paleoambiente particular. En cada uno se encuentra: el Cañon Huizachal destaca uno de los celofisoideos más pequeños. En Otlaltepec, el dinosaurio enigmático. En Piedritas, el ave costera Ichthyornis. En Aldama, las manadas de centrosaurinos primitivos. En los Bonetes, el hadrosaurio primitivo Huehuecanauhtlus. En la Bocana Roja, el terópodo Labocania y el ave enantiornite Alexornis. En El Gallo, los grandes lambeosaurinos Magnapaulia y los tiranosáuridos medianos. En la Cuenca de Parras, los ornitomímidos, el chasmosaurino Coahuilaceratops, el saurolofino Latirhinus y el lambeosaurino Velafrons. De Aguja, el paquicefalosaurio, nodosáuridos, el pequeño centrosaurino, el chasmosaurino Agujaceratops y los titanosaurios. En la Cuenca Sabinas, el gran saurolofino “Sabinosaurio”. En la Cuenca Cabullona, el ornitomímido Tototlmimus, los grandes tiranosáuridos y los saurolofinos semejantes a Gryposaurus. Por último, en Ocozocoautla, el maniraptora costero Richardoestesia.

En el futuro es necesario continuar con los hallazgos de nuevos yacimientos.

Palabras clave: paleoambientes, dinofaunas, dinosaurios, Mesozoico, México.