• TEMA DEL MES •

Vicisitudes en la relación madre-hij@

Aprendiendo de las relaciones de maltrato

Yolanda Valdés Valencia
  • Uno
  • Dos
  • Tres

Introducción

La violencia es un ejercicio de poder entre los individuos, como una manera de controlar: las guerras, secuestros, homicidios, fanatismo, son ejemplos a nivel político. Otro tipo son los bloqueos económicos, racismo, discriminación, homofobia, maltrato infantil, violación de los derechos, violencia intrafamiliar (doméstica) y violencia de género.

Para el caso de la violencia intrafamiliar “consideramos la violencia como una situación en la que una persona con más poder abusa de otra con menos poder: la violencia tiende a prevalecer en el marco de relaciones en las que existe la mayor diferencia de poder. En términos de violencia familiar alude a todas las formas de abuso que tienen lugar en las relaciones entre los miembros de una familia. Se denomina relación de abuso1 a las distintas formas que caracterizan de modo permanente o cíclico al vínculo intrafamiliar, es el adulto masculino quien con más frecuencia utiliza las distintas formas de abuso (físico, sexual o emocional), y son las mujeres y los niños las víctimas más comunes de este abuso”. (CORSI, 1994)

La O.N.U. reporta que México se encuentra dentro de los diez países más violentos del mundo. Es incomprensible mantenerse al margen sin tener alguna sensación de desagrado o asombro ante hechos inhumanos y aberrantes como: La masacre de Acteal Chiapas en donde 45 personas, entre ellos niños y mujeres, fueron brutalmente asesinados y los cientos de mujeres que han sido violadas y asesinadas en Juárez. Estas circunstancias atañen a los integrantes de la sociedad, ya que, las probabilidades de ser víctima de algún tipo de abuso aumentan (ALVIRDE, 2005).


Auto retrato. Foto: Carolina Tarré.

Si no se toma conciencia de esta cuestión difícilmente se tendrá el compromiso e interés para buscar opciones que permitan solucionar de manera favorable el problema de la violencia. Con base en esto se hace necesario intensificar la atención a través de los profesionales de la salud, así como, contar con la participación de la población en general, porque este es un asunto que concierne a todos los seres humanos (ALVIRDE, 2005).

La definición más aceptada de violencia de género es la propuesta por la ONU en 1995 “Todo acto de violencia sexista que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual, psíquico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada”. (VALOR-SEGURA, 2011)

Pero, ¿Cómo se vive culturalmente el fenómeno de la violencia?
El espacio cultural abarca las diversas formas de procesar la realidad, de acuerdo con parámetros establecidos por el aprendizaje que el individuo ha recibido en su grupo social, familia, grupo económico, étnico, religioso, educativo y geográfico. […] A pesar de que las familias se relacionan entre sí y tienen lazos muy cercanos, cada una desarrolla su propia cultura. Existen familias en las que el maltrato hacia la mujer es inusual y por lo tanto lo ven como un problema inexistente. Puede haber otras familias en las que el maltrato sea algo común y lo acepten como una parte normal de su dinámica familiar (Ramírez, 2000).
La violencia en el hogar es una forma de imponer la esclavitud de una persona para que le sirva a otra.
El desarrollo creciente de los estudios de victimización da más conocimiento de la cantidad de delitos sobre los cuales no suele haber demasiada información. Corsi señaló que la victimización en el seno del hogar, aparte de las consecuencias físicas, tiene efectos psicológicos profundos tanto a corto como a largo plazo. La reacción inmediata suele ser de conmoción, paralización temporal y negación de lo sucedido, seguidas de aturdimiento, desorientación y sentimientos de soledad, depresión, vulnerabilidad e impotencia, los sentimientos de la víctima pueden pasar a la rabia, de la tristeza a la euforia y de la compasión de sí misma al sentimiento de culpa en pocos segundos. A mediano plazo, pueden presentar ideas obsesivas, incapacidad para concentrarse, insomnio, pesadillas, llanto incontrolado, mayor consumo de fármacos, deterioro de las relaciones personales, etc. A largo plazo se puede presentar una reacción tardía conocida como “desorden de tensión postraumática o síndrome de estrés postraumático (CORSI, 1997).

Estas expresiones se repiten de una manera cíclica, constituyéndose en lo que se conoce el Ciclo de la Violencia el cual es difícil de romper. Sin embargo, como terapeuta he observado que en algunos momentos se rompe el ciclo por periodos cortos, lo que indica una posibilidad de ruptura permanente.

La transmisión generacional del maltrato ha sido siempre considerada de mucho peso en todos los estudios realizados. Todos los investigadores coinciden en la importancia de la presencia de historia de maltrato en la infancia de los padres, pero no hay conclusiones que puedan generalizarse. Parece aceptarse la estimación de Kaufman y Zigler (2009), quienes reconocen en un 30% el verdadero peso de la transmisión generacional.

De ahí que sería importante conocer la historia de vida de las mujeres que han sufrido diferentes tipos de violencia, para que de esta manera se puedan identificar los patrones de comportamiento y comunicación dentro de la familia, que se pudieran relacionar al proceso de los patrones de violencia y maltrato (ciclo de la violencia) doméstico. El objetivo de este trabajo es analizar el proceso de los patrones de interacción de las dos mujeres que han sido violentadas desde la infancia hasta el matrimonio. La finalidad es proporcionar información sobre posibles intervenciones que faciliten el rompimiento de este ciclo en las relaciones de género y/o lograr cambiar este patrón de desconocimiento de la violencia que se ha naturalizado a través del tiempo. Los hallazgos de este estudio pueden aportar enormemente a un trabajo preventivo de la violencia hacia las mujeres.


1 “Se denomina relación de abuso a aquella forma de interacción que, enmarcada en un contexto de desequilibrio de poder, incluye conductas de una de las partes que, por reacción o por omisión, causan daño físico y/o psicológico a otro miembro de la relación” (CORSI 1994).

Desarrollo

Historia de vida de Julieta

El padre de Julieta era “bohemio”, “soñador”, trabajaba en las noches y prestaba poca atención al cuidado del desarrollo emocional de Julieta. Ella buscaba su reconocimiento, portándose bien y siendo educada. En ocasiones este llegó a agredirla físicamente y a provocarle accidentes. Julieta buscaba existir ante su padre pero no lo lograba a pesar de sus insistencias, él era bebedor y por lo tanto negligente.
Yo buscaba ser aceptada por mi papá, que llegaba tarde del trabajo y se iba cuando todavía era de noche […] antes de entrar al preescolar mi papá compró una radio con toca discos y eso me hacía muy feliz, por las mañanas, al levantarme, lo prendía y bailaba sin parar, pero siempre buscaba que me vieran, aplausos, que me “digieran” algo bonito, que yo era extraordinaria […] Mi padre casi no figura en mis recuerdos, era el que nos llevaba a la escuela, ya no recuerdo cuántas veces cayó encima de mí y yo sobre el pavimento por andar a las carreras […] mi papá mordía mis piernas.
La relación entre los padres de Julieta era principalmente agresiva, con ausencia total de afecto, se mantenían en la tensión acumulada del ciclo de violencia, la mayor parte del tiempo, ya que ambos minimizaban lo que pasaba en su relación. Su padre era una figura ausente. Padre y madre no se responsabilizaban de la carga doméstica, ni del cuidado de sus hijas. Su madre no tomaba en cuenta a su esposo con respecto a las decisiones que tenían que tomar como pareja, ella era la que organizaba como se hacían las cosas en la casa, la comunicación entre sus padres era disfuncional. La pareja por momentos pasaba a la fase dos de la explosión de agresión, era cuando ambos agredían a Julieta haciéndola responsable del cuidado de la familia.
Mis papás me encargaron con mi tía “la buena, la bonita, la inteligente” y, por cierto, se casó con el peor patán. Y mi tía era una bruja ya que me menospreciaba y comparaba con sus hijas (mis primas) […] Pero mis papás me engañaban porque me mandaban por el papel de baño y cuando yo se los traía, ellos ya no estaban; me sentía abandonada […] Cuando yo iba en segundo de primaria recuerdo que tenía frío, no recuerdo que comíamos cuando llegamos a la casa de Chimalhuacán. En la misma colonia vivía una amiga de mi mamá y una prima hermana, por lo que decidió entrar a trabajar, a mí no me gustó la idea ya que su horario era muy largo […] Mi mamá siempre les daba dinero a sus hermanos, ya que buscaba su aprobación, y también vivieron en nuestra casa y mi mamá no les ponía límites. Un tío vivió en la casa, él era recién casado y mi mamá le dejó su recámara, olía a orines y era un asco; este tío abofeteó a mi hermana, rompían las cosas, mis papás siempre trabajando y cuando le decía a mi mamá lo que pasaba, ella no hacía nada para que las cosas cambiaran, mi mamá lo que comenzaba nunca lo terminaba y a mi papá le decían Don decidías.
La madre de Julieta seguía agrediéndola con su omisión y negligencia, además de elegirle a quien sería su esposo, no tomando en cuenta la opinión de su hija, la madre de Julieta se emborrachaba con el que sería su yerno y al parecer sostenía una relación más íntima, ya que él se retiraba del domicilio de Julieta muy noche. Marcos era alcohólico y muy agresivo, controlaba a la mamá de Julieta y se fue introduciendo en la familia hasta obtener poder y control sobre toda la familia. Julieta sentía sensaciones agradables ante la sexualidad, pero carecía de valores e información, lo cual facilitó que Marcos abusara de ella, la violó y luego la responsabilizó del hecho. Julieta se encontraba indefensa, así que se sometió y aceptó la culpa, pues no tenía el apoyo de su madre ni de su padre.


Foto: Unsplash.

Claramente se observa en esta dinámica el ciclo de la violencia; se pasa por sus tres fases: en la acumulación de tensión Julieta se culpa, su comportamiento es sumiso ya que accede al control de Marcos, éste se muestra irritable y explosivo; en la fase de explosión él perdió el control; y en la fase tres, él la defiende para que su madre no la siga lastimando y quede como su protector.

Cuando Julieta le refirió a su madre como éste la había agredido física, psicológica y sexualmente, su mamá no la apoyó, ni la escuchó, sólo la agredió físicamente y la obligó a casarse con él dándole todo el apoyo a su yerno. La madre de Julieta era una mujer ambivalente y esquizofrenizante, ya que le enviaba mensajes confusos y contradictorios.
A mi mamá le gustó para mí, Marcos, se emborrachaban juntos, él la mareaba con sus pláticas vulgares, se amanecían […] fue terrible, él avanzaba y yo lo dejaba avanzar en el terreno sexual porque a mí las sensaciones de mi cuerpo me gustaban; yo solo tenía 15 años. Y cuando cumplí 16 años fuimos a un hotel, al estar ahí y verlo desnudo me arrepentí, él era violento y en el momento que le dije que no quería porque tenía miedo, él me aventó a la cama y prácticamente me violó, lo peor del caso fue que no pude tranquilizar mis ideas y los conceptos que mi mamá me decía (sobre que debía ser decente y bien portada). Llegamos a la casa de mis papás y él casi en silencio comenzó a maltratarme emocionalmente, me dijo que yo había logrado lo que quería que yo ya no valía, y que él prefería estar con Blanca porque le gustaba más que yo […] En una ocasión él me agredió emocional y sexualmente y cuando llegamos a mi casa yo le grité a mi mamá y le dije lo que había pasado, mi mamá me pegó y en ese momento él le dijo que no lo hiciera y mi mamá lo que le respondió fue; tú te tienes que hacer responsable […] Prepararon la boda los demás, mi mamá, sus compadres, los vecinos y antes de irnos a la iglesia mi mamá me dijo que no me casara, que tenía tiempo de arrepentirme.
Julieta no estaba contenta con su matrimonio todo el tiempo se la pasaba en la explosión aguda ya que su esposo la agredía física, psicológica y económicamente, ella respondía a estas agresiones de manera física, por lo que su relación se volvió una lucha de poderes y se daba una violencia cruzada entre ambos, ella se sentía muy frustrada en su relación, además se embarazó, pero rechazaba este embarazo, deseaba que el bebé no viviera ya que tenía miedo que naciera enfermo como su hermana, además no se sentía preparada para cuidar de un bebé. Le atemorizaba también perder la figura de su cuerpo.
Lloré todo el tiempo, de ahí en adelante todo fue horrible; los aromas, las sensaciones, los malos entendidos, Marcos era coqueto, vago y tomaba mucho, todo iba mal y por supuesto el aspecto económico también. La primera vez que se le ocurrió darme veinte pesos los rompí y como es lógico con gente violenta, pues me pegó. Y así sucesivamente fue aumentando la violencia […] Cuando me di cuenta ya estaba embarazada y me sentí muy mal anímica y físicamente, mi matrimonio era pésimo y yo contaba tan solo con 18 años. Llegó una tía que visitamos a inicio de mi embarazo y fue a llevarnos la noticia de que su hijo tenía rubéola. Mi mamá casi le pega a mi tía, recuerdo que sí me enfermé de brotes […] Mis análisis fue la ocasión perfecta para que el bebé no estuviera en mi vida. Cuando me realicé los análisis y salieron positivos y me dijeron lo que podía pasar con él bebe yo decidí inmediatamente que ese bebé no debía nacer. Yo ya había vivido la experiencia de convivir con una hermana mayor que fue diagnosticada como hiperkinetica con disfunción cerebral […] Y eso sin contar con mi miedo a perder la figura y al dolor del parto, y no se diga si fuera cesárea, y el simple hecho de saber que habría que cuidarlo día y noche, no, yo no podía, tenía mucho miedo.
Julieta no recibió el apoyo de su esposo en el embarazo, continuaban agrediéndose mutuamente. Ambos trabajaban, Julieta repitió la misma conducta de su mamá, ser proveedora menor, aunque hizo algo diferente: el querer divorciarse de su esposo y no permitir más violencia por parte de él. Su esposo no estuvo de acuerdo, intentó matarla para no separarse de ella, por sentir su hombría amenazada desde lo cultural: ¡cómo una mujer lo va a dejar! Si él es el macho de la casa y lleva los pantalones desde las cuestiones de los roles masculinos, casi la mata para detenerla. Esta era la fase dos del circulo de la violencia, donde él continuaba agrediéndola, para darle una lección y ella terminaba sometiéndose, también agredió a la madre de Julieta como una forma de intimidar a su familia de origen. Esto generó en Julieta miedo, enojo e impotencia, así ella decidió levantar una denuncia, pero por el temor a las amenazas de él le otorgó el perdón, pasando a la fase tres. Cuando lo detuvieron ella se sentía devastada, pero logró divorciarse. Sabía que su vida corría riesgo desde el momento en que él quedó libre, pues quedaba expuesta.
El día que me enteré, le dije a mi suegra mi decisión de perder al bebé y me abofeteó, me dijo que era una asesina y su hijo también, ella tenía 8 hijos. Cuando hablé con Marcos me dijo que su mamá le había platicado y que cuando naciera, se lo regalara, que ella lo cuidaría. Pero yo decidí abortar al bebé. Como él me daba poco dinero, yo lo rompía o aventaba el dinero porque pensaba que era una grosería que me diera tan poco dinero, en ocasiones no me daba. Trabajamos en varias ocasiones vendiendo ropa de paca en tianguis, viajando a diferentes estados de la república en un camión dejando fletes etc. Hasta un puesto de tortas atendí. En concreto yo siempre trabajé y la violencia aumentaba yo tenía aún 17 años, casi 18 años. Intenté divorciarme, pero cuando lo quise hacer definitivamente mi mamá y yo pudimos tal vez morir. Mi mamá lo dejó entrar y se fue a la cocina, él me golpeó con el puño cerrado hasta que perdí el sentido, cuando él salió del cuarto mi mamá venia de la cocina y él la hirió con algo puntiagudo y la siguió golpeando y cuando yo desperté fui a ayudarla, pero no pude y me salí a pedir ayuda. Cuando regresé, él salió corriendo de la casa y tuve que denunciarlo, pasé por un proceso legal, penal y civil hasta llegar al divorcio y su aprehensión, pero yo no tenía la suficiente fortaleza y otorgué el perdón, pero el divorcio si lo logré.

Foto: Counselling.

Julieta seguía viviendo de manera inestable ya que no tenía un lugar fijo donde vivir. Su estado era de depresión severa, en esa etapa se relacionó con Oscar quien fue su segunda pareja. Su necesidad de apoyo y dependencia era tal que sin conocerlo se instaló en su domicilio y ya no salió de ahí a pesar de que él la agredía psicológicamente. Seguía buscando el amor y reconocimiento de sus figuras parentales, creyó encontrarlo con Oscar. Ella dependía económicamente de su tía materna, ya que Oscar usaba su dinero para drogarse. Su relación se ubicó en el círculo de la violencia en la fase dos porque él constantemente la agredía psicológica y físicamente, ella respondía a estas agresiones dándose una violencia cruzada.2 Julieta continuaba en su inestabilidad cuando Oscar la corrió. Fue acogida por el grupo de Apoyo de Adictos y Alcohólicos al cual pertenecía él. Después de que nació su hijo regresó con él, pero cuando la volvió a golpear, ella salió nuevamente de la casa, refugiándose con sus progenitores.
Era demasiado incómodo vivir con diferentes familias […] Cuando conocí a Oscar me encantó. Yo lo fui a buscar, él me invitó a pasar, ya no me quise salir de ahí y ya no quería trabajar. La atracción sexual era demasiada, pero nunca dejó de compararme con su expareja japonesa […] Tampoco dejó de drogarse, y con todo y eso no me fui de su casa. Al mes de vivir juntos fuimos a un grupo y continuábamos acudiendo, de pronto dejó de drogarse pero al mes reincidió. En el grupo se me ocurrió hablar de su recaída y los siguientes 5 meses me hizo la vida de cuadritos, no me daba ni para el pasaje […] Mi madrina Juana me apoyaba económicamente […] Mis papás nunca se enteraron que yo vivía con Oscar y a los 6 meses de vivir con él decidí salirme […] En el grupo me apoyaron con el anexo y a los 15 días me di cuenta que estaba embarazada […] Oscar ya no sé si se acordaba de mí, y por indicación de la gente del grupo le llamé para avisarle […] Me visitó y me dijo que él no estaba seguro que fuera de él, y que lo iba a pensar […] Los padrinos del grupo me apoyaron para tener al bebé […] Oscar entró cuando yo le estaba dando por primera vez leche al bebé, él se enterneció y al tercer día me propuso que nos fuéramos a vivir juntos de nuevo. En ese tiempo me cuidó y dejé de asistir al grupo por dos meses; él y yo nos llevábamos pésimo, igual que siempre […] Con el niño no me apoyaba en su cuidado, me despreció como nunca y a los 8 meses de vivir juntos se fue a E.U. y yo regresé con mis padres a Valle de Bravo […] Cuando Oscar regresó […] lo presioné ‘si no nos llevas ahorita no regreses’, y claro, forzado me dijo que sí y regresamos al D.F. Yo trabajaba y él se quedaba en casa, y cuando yo llegaba él se iba y regresaba muy noche. Él me decía que me tenía que ir que ya no quería estar conmigo. Un día Oscar me dijo unas palabras que me dejaron muda, pero despertaron mi agresividad física que siempre he llevado por dentro. En la cama me aventaba y me decía ‘como me dan ganas de madrearte’, y en ese momento me paré y fui a la cocina y agarré un cuchillo, regresé a la recamara y le dije ándale, pégame, pero una cosa sí te juro, limpio no te vas. Y por dentro yo sentía miedo de volver a pasar por lo mismo, y tristeza de saber que Oscar ya no me quería. Yo no me quería ir, ya me había encariñado con él, y al otro día me fui. Posteriormente descubrí una infidelidad, él andaba con una tal Beatriz.
A Julieta le generó angustia la búsqueda del afecto de una figura masculina. Conoció a quien sería su tercera pareja, Armando, quien le daba regalos y tenía detalles afectuosos con ella, lo cual era una conducta desconocida para ella, por lo que decidió alejarse.
Yo iba caminando por la calle y conocí al hombre que hoy vive conmigo. Ese día nos dimos nuestros números telefónicos y me llamó […] Posteriormente yo le llamé y él fue a verme, y nos seguimos viendo. Pero lo sentía medio encimoso y necio, y un día lo corté por su comportamiento. Pensé que ya no lo soportaba, me mandó flores enormes y dije: hay que lindo, a lo mejor lo puedo sobrellevar.
Julieta se sentía muy confundida emocionalmente por esa situación y por su dependencia hacia Oscar, por lo que con Armando no lograba vincularse afectivamente. Él comenzó agredirla física y psicológicamente y su relación inició la fase dos del ciclo.
En febrero conocí a Armando, comenzamos andar en marzo, en mayo nos comprometimos y en agosto tuvimos relaciones sexuales y yo le dije Oscar. A él se le llenaron los ojos de lágrimas, yo le regrese el anillo de compromiso y él me dijo que no había problema, que sí se casaría conmigo […] Cuando él fue a pedir mi mano mis papás hicieron caras, mi suegra iba como general a pesar de que aparentaba que le caía bien; nos dijeron que lo pensáramos. Ocho días antes de casarnos Armando tomó mi celular, y al sacarlo de la funda se cayó un preservativo. Me sacó de su casa a empujones y gritos, mis papás hicieron cara y nos dijeron que lo pensáramos.
La tensión acumulada del ciclo de la violencia se empezó a gestar desde los comentarios de la familia de Julieta, desde el rechazo y comparaciones hacia Armando. Julieta esperaba que Armando fuera un hombre comprensivo y afectivo; pero al mismo tiempo ella se confundía por la conducta de Armando generándole angustia y terminaba saboteándose haciendo coaliciones con su familia para agredir a su actual pareja conjuntamente, aunque desde afuera pareciera que no era así.
El día de la boda mi familia no se midió, mi primo Rene y un tío le dijeron Oscar a Armando […] Mi hijo estaba llorando, mi papá nalgueándose a mi hijo, todo así en el plan de volvernos locos […] Y a los ocho días de casados me golpeó. Yo le pregunte por qué y me dijo que mi mamá le había dicho que yo le había sido infiel a Oscar con sus amigos.
El matrimonio de Julieta cada vez se situaba más en la fase dos del ciclo de violencia ya que su esposo constantemente explotaba y la agredía física, psicológica, sexual y económicamente, ella también comenzó a explotar y sentirse frustrada por la violencia recibida. Julieta buscó apoyo económico con la familia de Armando para cubrir las necesidades básicas de ella y de sus hijos. Acudió al Ministerio Público en diferentes momentos de su relación, pero al sentirse culpable desistía de continuar con el proceso de la Averiguación Previa y terminaba otorgandole el perdón, pero su pareja la agredía con más frecuencia hasta el grado de acusarla de prostituta y ella terminó prostituyéndose como una manera de confirmar lo que él le decía.
Recuerdo que en una ocasión comenzó a insultarme diciéndome puta, maldita, mala madre. Cuando llegamos a casa yo tomé un cúter y quería herirlo, pero él se escudó detrás de mi hijo, es un cobarde, pensé, y tiré el cúter por la ventana. Terminamos golpeándonos, también no me permitía salir, eran pleitos interminables. Tuve que refugiarme en casa de sus papás para que nos dieran de comer. Yo tenía muchos sentimientos de culpa porque más de una ocasión lo acusé, lo demandé, lo metieron a los separos, se lo llevaron en una patrulla, etc. Y yo sentía la necesidad de pedirle disculpas. Nos empezamos a besar y tuvimos relaciones, quedé embarazada de Mariana y me dijo que no estaba seguro de que fuera suyo el bebé. Y así pasaron como 3 meses, y decidió vivir de nuevo en la casa y regresó diciéndome “te estoy haciendo un favor” […] Cuando recién me alejé de Armando, me dije con tanta rabia “si me dicen puta ahora, lo van a decir con provecho”. Hablé a uno de esos números del teléfono del periódico y me dieron las reglas. Ahí no respetan nada ni a nadie, estuve como 15 días prostituyéndome. Es lo peor que puede sucederle a cualquier persona. Posteriormente quedé embarazada de Efraín. Él ya me trataba mejor, pero yo estaba reventando.


2 Violencia recíproca o Cruzada: Para poder clasificarla de este modo es necesario que exista simetría en los ataques y paridad de fuerzas físicas y psicológicas en ambos miembros de la pareja. El maltrato reciproco puede ser verbal y/o físico. (CORSI, 1992).

Historia de vida de Mónica

Los datos muestran que el padre negó la existencia de su hija desde su desarrollo embrionario y así comenzó el rechazo hacia Mónica. Sin embargo, el padre se vio obligado a reconocerla biológicamente aun cuando el rechazo hacia su persona siempre existió. Este evento marcó la pauta de Mónica para sembrarse los sentimientos de falta de seguridad y aprecio, aspectos que le limitaron su autoestima y su deseo por saber que algo bueno le esperaba en la vida y como se mencionó al nacer tuvo hepatitis, con lo cual su vida peligró, pero su fortaleza biológica la sacó adelante. La aceptación de Mónica por parte de su padre surge del sentimiento de culpa de haber deseado que se muriera y que se estaba cumpliendo su deseo filicida, así que al padre no le quedó nada más que comprarle juguetes para justificarse y lavar su culpa sin que la familia fuera capaz de identificar el deseo infanticida de este padre. Mónica se preparó desde su infancia para tener dificultades con la figura masculina, aspecto que se observaría a lo largo de su vida:
Cuando mi mamá estaba embarazada de mí, ella sufrió mucho porque mi papá le decía que ese hijo que estaba esperando no era de él, y no apoyaba a mi mamá con el gasto […] A los pocos días de haber nacido me puse muy enferma, el diagnóstico fue hepatitis y yo necesitaba sangre. Mis padres se realizaron estudios de sangre para ver quién era compatible con mi tipo de sangre; y mi papá era compatible conmigo […] y mi mamá le dijo a mi papá que si seguía teniendo dudas de que él era el padre […] Desde ese momento mi papá comenzó a consentirme, me compraba ropa y juguetes.
Mónica no existió tampoco para su madre; era como la hija de la empleada doméstica, pues era la persona más cercana a ella. Con esta devaluación de su ser, Mónica fue conociendo el mundo y aprendiendo que la vida no tenía por qué darle algo bueno, ya que sus padres no pensaban en ella. Mónica era como un estorbo que había que tener en casa porque ya no lo podían regresar por donde vino.
Mi mamá me regañaba mucho, me castigaba, ponía a la sirvienta a que me bañara, me cambiara y me peinara, porque a ella no le nacía hacerlo […] Cuando yo tenía 5 años nació mi hermana Graciela, la menor, y comenzó a ponerme responsabilidades para con mi hermana […] Yo la tenía que cuidar y proteger […] Todo lo que hacía mi hermana Graciela era alegría y emoción, y lo que yo hacía era aburrido y me decía ‘vete para allá, porque la graciosa es tu hermana’.
La relación entre los padres de Mónica era principalmente agresiva, con ausencia total de afecto en la relación. Se mantenían en la fase de agresión del ciclo de violencia, la mayor parte del tiempo, ya que él constantemente controlaba su tiempo y actividades, limitándola en sus relaciones interpersonales, la agredía psicológicamente, humillándola e insultándola. Su padre era una figura ausente. Su madre tenía una conducta sumisa y pasiva frente a su esposo, pero se mostraba hostil y despreocupada ante sus hijos(as), además de cubrirlo ante la familia y protegerlo.
Mis papás eran mucho de ir a reuniones, porque pertenecían a un Club. Y acudían a juntas y mi papá se molestaba de que se acercaran a platicar con mi madre en las juntas o en la calle, y sobre todo cuando lo hacían los amigos de mi papá. Llegando a la casa mi papá la regañaba e insultaba y le decía ‘no tienes que platicar con nadie, ni dar tu opinión’ […] Mi mamá se la pasaba llorando y a su familia de ella no le decía nada de lo que pasaba […] Cuando se casó mi tío, el hermano más chico de mi mamá, no fue a la boda porque mi papá no quiso ir y no la dejó ir a ella.

Mónica decidió casarse con Felipe ya que le brindaba la oportunidad de ser amada y existir al ser tomada en cuenta. Mónica se casó en un momento de depresión y soledad, posteriormente, la depresión afloraría y el maltrato también.
Cuando iba a la mitad de la carrera yo le dije a mi mamá que no me gustaba. Ella se molestó y me buscó trabajo, por eso entre a trabajar a la Bimbo. Cuando empecé a ganar dinero y me compraba ropa los pleitos con mi hermana Gabriela iban en aumento […] Cuando empecé a andar con Felipe él era muy atento conmigo, caballeroso, y se preocupaba por mí, por eso me enamoré de él, y siempre olía rico […] Yo llegué llorando a mi trabajo sin saber que mi amiga había inventado esos chismes. Y en mi trabajo me dijeron que necesitaban una persona para Puebla y acepté transferirme […] Viví dos años en Puebla, sola al principio, y me deprimía. Me metí tanto en mi trabajo paro no pensar lo que mi familia me había hecho, y después Felipe me propuso matrimonio.
Su esposo comenzaba agredirla desde el primer día que vivieron juntos. Él constantemente se mantuvo en la fase de explosión del ciclo de violencia, y por momentos en la luna de miel del ciclo de violencia donde se sentía arrepentido por lo sucedido, a su esposa no la tomaba en cuenta, él tenía un vínculo afectivo con su hermana y siempre le daba la razón. A su esposa la omitía e ignorándola con respecto a las decisiones que tenían que tomar como pareja. Mónica presentaba la desesperanza aprendida, tuvo la necesidad de existir para alguien a cualquier precio y no importaba que fuera muy maltratada y sobajada.
En el viaje de bodas tuvimos un pleito, me dijo ‘no tienes que estar al pendiente de mi hermana’, me torció la mano, me jaloneó, me dio de bofetadas para que me callara. Me llevó a un cajero y comenzó de nuevo a jalonearme, me aventó a la banqueta. Llegando a México se disculpó, me dijo ‘no sé lo que me pasó’ y me contó una historia que vivió con una novia […] Comenzamos a tener muchos problemas por su hermana Tania desde antes de casarnos, ya que metía intrigas en nuestra relación, como poner ropa interior en el departamento que íbamos a ocupar, y me decía que Felipe se había casado con la más fodonga de este mundo, que yo era un asco de mujer por tener barros en la cara. Mi esposo para todo la defendía, ella intervenía mucho en nuestra relación […] Constantemente teníamos problemas. Los fines de semana nos la pasábamos en casa de sus padres de él, me decía ‘por qué no saludas, eres una grosera’, y él volvió a golpearme, en la cara, en el estómago, jalones de cabellos. Yo me defendía, lo rasguñaba, le pegaba en la espalda, le mordía la mano.
Las agresiones del Felipe iban en aumento. Constantemente la agredía física, psicológica, sexual y económicamente. Continuaba manteniéndose en la fase dos del ciclo de la violencia, los escarmientos que le daba a su esposa rebasaban los límites, y posteriormente, pasaba a la fase de luna de miel donde le pedía perdón y le prometía que esto no volvería a pasar, pero se rompía la promesa y volvía agredirla. Su relación comenzaba a tornarse inestable y la familia de Mónica empezó a intervenir en la relación.
En una ocasión me perforó el oído, me sacó del departamento, me empujó por las escaleras y me cerró la puerta. Yo le estuve tocando y no me abrió, me quedé toda la noche en la calle. Al otro día volví a tocar porque tenía que trabajar; me abrió, me jaló, me dio una cachetada, que me metiera a bañar y que en la noche hablaríamos. Cuando me bañaba me sacaba desnuda a jalones, me daba de patadas. Esto sucedía cada ocho días […] Al año de casados nos fuimos a un crucero, el cual duró una semana, ahí se enojó, me dio un par de cachetadas en la habitación, en la cena de gala no me dirigió la palabra y a nuestro regreso sus sobrinos estaban en nuestra casa. Yo me molesté, discutimos, él se fue a casa de sus padres, pero cuando regresó me dijo ‘no quiero que me vuelvas hacer tangos delante de mi familia’, comenzó a patearme como si yo fuera un costal y me arrastró por toda la sala.

Foto: Unsplash.
Ella le habló a su familia y les dijo lo que pasó, “y un hermano vino por mí, yo tenía permiso en mi trabajo por una semana, Felipe fue a hablar con mi mamá”. Mónica lo insultó: “pendejo, cabrón, poco hombre, y se arrodilló delante de mi mamá y de mí y decía nunca más iba a suceder, perdí la cabeza, no sé por qué”.

Su hija empezó a repetir las conductas agresivas de su padre hacia su hermano. Mónica constantemente la agredía con su rechazo, por lo que se refugiaba con la familia de Mónica para sentirse aceptada y amada por alguien. Mónica después de tanto maltrato decidió ponerle un alto a su marido al levantarle una demanda y poner límites para ser respetada.
Mi hija comenzó a agarrarla en contra del bebé […] Seguido la regañaba y le pegaba; empecé a tener más rechazo hacía la niña y a sentir ‘algo’ porque ella prefería a su papá. Yo consentía mucho al bebé y a ella la hacía a un lado. Y mi hija, ante mi rechazo, quería estar con mi familia o con mi esposo y no conmigo […] A la niña le gustaba estar más en otras casas y con otras personas, y con sus papás no, porque siempre nos veía discutir. Cuando íbamos de visita a alguna casa, a la hora de irnos, nos hacía un berrinche y no quería salirse de ahí, hasta que su papá le hablaba fuerte. La abrazaba para sacarla y en el carro la regañaba. Al bebé seguido le hacía maldades; le tapaba la nariz, lo pellizcaba, etc. […] Y siguieron las discusiones con mi marido y los maltratos, y lo que más coraje me daba es que lo hacía enfrente de los niños. En una ocasión, apenas íbamos a comer, empezó a golpearme hasta que me aventó contra la pared y me abrió la cabeza. Y los niños empezaron a llorar y gritar. Se regresó a trabajar y una amiga me llevó a urgencias para que me cosieran la cabeza donde se me había abierto. Y posteriormente me llevó al ministerio público para denunciarlo […] Le mandaron un citatorio y mi marido se enojó por lo que yo había hecho. En la delegación negó haberme golpeado y le advirtieron que si volvía a agredirme lo iban a encerrar. Pues por un buen rato se calmó.
Las relaciones maritales se caracterizaron por la violencia y el caos. Su relación continuaba en la fase dos y tres del ciclo de violencia, donde él continuaba prometiéndole y ella seguía con la esperanza que él cumpliera sus promesas.
Cuando mi hija iba en primero de primaria dijo en el colegio lo que ocurría en la casa. Y la directora habló conmigo del daño que le estábamos haciendo a la niña por pelearnos delante de ella […] Los golpes se calmaron, pero continuaba insultándome y me hacía sentir mal, constantemente me celaba […] Cuando la niña cursaba segundo de primaria nos fuimos a vivir a provincia. Ya para ese entonces me tenía dominada psicológicamente, ya que tenía que actuar y decir lo que él quería oír […] Me embaracé por tercera vez, pero él y yo seguíamos teniendo problemas. No éramos capaces de hacer felices a los dos hijos que teníamos. Ante esta reflexión decidí abortar, ya que en nuestro hogar no existía el amor ni hay tranquilidad, ya que mi esposo y yo peleábamos a cada rato. Mi esposo apoyó la decisión que tomé de abortar (aparentemente, ya que en una discusión me lo echo en cara) […] Mi hija no me obedecía y me hacía cosas para que yo me enojara […] Llegaron las vacaciones de Semana Santa y nos fuimos a Acapulco por carretera, y nos quedamos en Chilpancingo a descansar. Al día siguiente me insultó y yo le dije ‘ya vas a empezar’, me subí a la camioneta y me bajó, me aventó contra una jardinera y comenzó a golpearme y a ahorcarme, me quitó de mi cartera las tarjetas y el dinero que traía y me dijo que me iba a dejar ahí. Arrancó la camioneta y los niños comenzaron a llorar. Posteriormente regresó por mí y me dijo que me subiera, y yo le dije que no, y me dice que si no me subo me va a subir jalándome de los cabellos. Como vi que los niños estaban asustados y llorando, me subí, y de ahí en todo el viaje no nos dirigimos la palabra.
Su hija comenzó a presentar problemas a nivel emocional en el ámbito escolar, Ante las constantes agresiones que perpetuaba su esposo Mónica tomó la decisión de volver a denunciarlo. Romper el ciclo de la violencia es muy difícil, la vida se hace insoportable, los hijos sufren y se enloquecen, el maltrato genera la incapacidad para ser feliz, o vincularse afectivamente. La soledad y el vacío emocional de Mónica mostró que una vida así no es algo que te lleve a sentir que es agradable vivir en pareja, por eso es importante romper el ciclo de la violencia para permitir que las personas existan y no se conviertan en seres sometidos y adaptados a la indefensión aprendida.
Un día que fui a recoger a los niños al colegio, la maestra de mi hija me dijo que quería hablar conmigo, que a la niña le dio una crisis emocional muy fuerte, ya que había llorado y se había jalado el pelo y dijo que ya no aguantaba más los problemas que había en su casa, porque sus papás se iban a divorciar y que ella no quería eso; además la niña se paraliza en clase […] Le comenté a mi esposo lo sucedido y no me creyó, me dijo que yo todo lo estaba inventando, porque él no creía que la niña anduviera diciendo eso. Le dije que la niña necesitaba ir con un psicólogo; me dijo que no estaba de acuerdo. Después de eso él se calmó un año, aproximadamente. Hablamos con los niños y les dijimos que sus papás ya habían hablado de sus diferencias y que no se iban a divorciar, para que estuvieran tranquilos mentalmente […] Sus papás de mi esposo iban a cumplir 50 años de casados, y se los iban a festejar, pero mi esposo no quiso que yo fuera y comenzamos a discutir. Comenzamos a jalonearnos y me aventó contra una maceta, que se rompió y me cortó los dedos de la mano, y le seguimos con los golpes. Los niños se asustaron mucho y se salieron del departamento a gritar y a pedir auxilio. Otra vez me quería ahorcar con sus manos hasta que logré que él se fuera con los niños […] Mi suegro pidió hablar conmigo; le conté todo lo que había sucedido. Mi suegro regaño a mi esposo y le dijo que por qué no me respetaba como esposa. Mi suegro me defendió, y le hizo jurar que nunca más me golpearía […] Al salir de la casa de mis suegros mi esposo me preguntó que cómo me sentía. Y yo le dije que tenía que ver que pusiera de su parte, y mientras seguía en curso lo de lo demanda yo no la iba a levantar […] Acudimos con el Juez y él le fijó una fianza, y le dijeron que si me volvía a agredir lo iban a detener. Hasta la fecha ya no busca tener problemas conmigo, ahora ya me toma en cuenta, ya me avisa a la hora en que va a salir de su trabajo, me platica todo lo que va hacer […] En este momento, los niños, yo y mi esposo estamos tranquilos y sin pleitos, teniendo la comunicación que nunca antes habíamos tenido. No sé por cuanto tiempo esto vaya a durar, porque es algo difícil modificar y cambiar actitudes, ya que ha durado toda la vida así.


Conclusiones

El análisis de Mónica y Julieta llevan a pensar que las mujeres maltratadas presentan:
1) Dependencia afectiva extrema hacia las personas que las rodean, en especial hacia las figuras masculinas altamente idealizadas.
2) Hay un sistema de la cultura regido por la norma social patriarcal.
3) Se presenta una pasividad caracterizada por esperar a que los demás resuelvan los problemas emocionales en lugar de ellas mismas.
4) Tendencia a la autoculpabilización que se transforma en motor de muchas acciones de sometimiento.
Teoría de los sistemas, permiten concluir que estas mujeres siguen el proceso del círculo de la violencia mostrando finalmente que:
a) En su niñez sus padres estaban instalados en un ciclo de violencia donde constantemente vivían en la acumulación de tensión o la fase de explosión.
b) Presentaban aspectos devastadores del maltrato del que fueron víctimas en sus etapas tempranas.
c) Sus principales agresores eran sus figuras parentales desde el momento de su gestación: estas figuras tenían ideas filicidas con respecto a deshacerse de ellas, al no lograr su deseo interno las fueron rechazando e ignorando.
d) Figuras parentales golpeadores, omisivos, ausentes, que constantemente ponían en riesgo la integridad de sus hijas.
e) El trato y la educación que recibieron en etapas tempranas les generaron falta de confianza y baja autoestima.
f) Se generó en estas mujeres la indefensión aprendida (PÉREZ) ya que buscaban ser maltratadas como una manera de ser reconocidas, aceptadas y tener una existencia para sus figuras parentales.
g) Ante esta falta de amor, en su niñez y su existencia, aprendieron modelos de comportamiento destructivos que las prepararon para su repetición: volver a atormentarse en relaciones destructivas. Por lo tanto, se unieron sentimentalmente con personas irresponsables que las hicieron sufrir.
h) Estas personas maltratadas aprendieron a consolarse a sí mismas, o tolerar, la soledad, la ira y la ansiedad.
i) Presentaron sentimientos de culpa por su ambivalencia con respecto al cumplimiento del rol sexual, así como por la tendencia a sobreresponsabilizarse dentro de la dinámica de violencia, tornándose rebeldes, resentidas, desconfiadas, superficiales, infantiles, apáticas, inestables en sus relaciones interpersonales, así como con las figuras de autoridad y exageradamente sensibles; llegando a somatizar su problemática como una forma de evasión, manipulación y búsqueda de apoyo y aceptación del medio.
j) Cabe señalar que ellas tienden a repetir sus conductas de omisión y rechazo hacia sus hijos (as). Hay una carencia afectiva y no saben cómo vincularse con ellos. Solo se puede ayudar a aquel que busca ayuda porque sabe que se haya en apuros.
k) Además hemos visto como las historias se repiten intergeneracionalmente (MCGOLDRICK, 1997).
El maltrato hacia los hijos reduce la capacidad de disfrutar de la vida. Genera falta de seguridad y confianza y destruye ilusiones. Y pese a que algunas personas pueden tener éxitos laborales, de todas maneras podrían llegar a sentirse vacías, porque el maltrato, además de dejar huellas físicas, siempre deja lesiones en el alma. Es muy importante que cuando un hijo haga una pregunta a la madre ella conteste y no lo ignore, pues al ignorarlo hace que se pierda en un mar de incertidumbre. Por otra parte, se genera un tipo de apego evitativo, donde los hijos aprenden a no confiar en los demás, a no reunirse, a no hacer amigos y a tener un estilo de trabajo siempre solitario o aislado, porque la soledad los acompañará el resto de su vida.

El ciclo de violencia nos indica cómo los hijos aprenden y luego de grandes repiten la incapacidad para vivir de forma tranquila y feliz. Todo se convierte en un caos y vuelve a repetirse la historia de no tomar en cuenta al otro, aspecto esencial en la vida. fin

Bibliografía

ALVIRDE G, L.M. La repercusión del apego ansioso en la formación de un hombre violento. México, D.F. Universidad Nacional Autónoma de México, 2005.

CORSI, J., “Una Mirada abarcativa sobre el problema de la violencia familiar”, Violencia Familiar. Una mirada interdisciplinaria sobre un grave problema social, Buenos Aires, Paidós, 1994.

“Declaración de Asterdam”, V. Congreso Mundial de Familias, en línea <http://es.wikipedia.org/wiki/Familia>. Última consulta 12 de agosto del 2009.

GÓMEZ, F.M. El Maltrato Doméstico hacia la Mujer Causas y Consecuencias Escuela Nacional de Estudios Profesionales Iztacala, UNAM Tesis de Licenciatura, 1997.

MCGOLDRICK, M. y Gerson R., Genogramas en la Evaluación Familiar, Buenos Aires, Argentina, Editorial Gedisa, 1987.

PÉREZ Vázquez Teresa, “La indefensión aprendida y el ciclo de la violencia”, Violencia Doméstica. Un acercamiento desde la Teoría de género y las Identidades de género, Curso impartido en División de Educación Continúa, Facultad de Psicología, UNAM.

RAMÍREZ Hernández, Felipe Antonio, Violencia masculina en el hogar, México, Editorial Pax, 2000.

ROCHA, J.L.M., El proceso de Empoderamiento de mujeres divorciadas, Universidad Pablo de Clavide, Tesis Doctoral 2011.


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2016 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Yolanda Valdés Valencia
Psicóloga clínica en la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México.

Yolanda Valdés Valencia Obtuvo el grado de Licenciatura en Psicología en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Después realizó dos diplomados: “Capacitadores sobre diseño de la instrucción” y “Tanatología”. Es psicóloga clínica en la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, en el Centro Victimológico y de Investigación, donde da terapia grupal a hombres sentenciados por el delito de Violencia Familiar y que acuden de manera voluntaria para trabajar con sus conductas violentas, así como grupo de padres y madres Generadores de Violencia Familiar.


Actualizado hasta septiembre, 2016.


VALDÉS VALENCIA, Yolanda "Aprendiendo de las relaciones de maltrato", Revista Digital Universitaria, 1 de septiembre de 2016, Vol. 17, Núm. 9. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.17/num9/art64/index.html> ISSN: 1607-6079.

Aprendiendo de las relaciones de maltrato

Yolanda Valdés Valencia

La presente investigación tuvo como objetivo identificar el proceso del ciclo de la violencia en la vida de dos mujeres maltratadas. Es cualitativa, se basa en narrativas autobiográficas que son destinadas a un análisis hermenéutico de los significados de las experiencias elegidas por las informantes, a través de un análisis con perspectiva de género.
Las mujeres en su relación de pareja repitieron el patrón de interacción conflictiva que aprendieron de la relación con sus progenitores. En sus relatos hacen evidente los siguientes aspectos:
1) Su dependencia afectiva extrema en especial hacia las figuras masculinas altamente idealizadas.
2) La presencia de un sistema de la cultura regido por la norma social patriarcal.
3) Se presenta pasividad caracterizada por esperar que los demás resuelvan los problemas emocionales en lugar de ellas mismas.
4) Tendencia a la autoculpabilización que se transforma en motor de muchas acciones de sometimiento. Por lo que las informantes muestran desesperanza aprendida, tolerancia a su soledad y hacen esfuerzos para contener su ira y ansiedad.

Palabras clave: Violencia, mujeres, género, ciclo de la violencia, repetición.