Los Caficultores Tachirenses: ¿Otra Visión Hacia el Futuro? Palabras Clave : Caficultor, Uribante, Táchira, Venezuela., .
El Táchira, pionera en la caficultura venezolana, pierde su liderazgo a nivel nacional a partir de 1990. Las causas, tanto de índole interna como externa, han sido numerosas. Entre éstas tenemos: ausencia de asistencia técnica; limitado control fitosanitario; avance sutil, pero progresivo, del contrabando; engorrosa "permisología"; permanencia de cafetales viejos; productividad baja; elevados costos de los insumos; deudas de organismos con productores por remanentes producto del arrime del café; ineficaz otorgamiento de créditos agrícolas; altas tasas de interés en bancas privadas; pérdidas de propiedades previamente comprometidas con prestamistas; dificultad para encontrar mano de obra oportuna; desincorporación de tierras cafetaleras destinadas a otros usos (ganadería, construcción, etcétera); ausencia de políticas relativas a la producción, precios y comercialización; burocratización de instituciones y organismos cafeteros; empresas intervenidas, y silos saturados de café en las torrefactoras nacionales. A pesar de estos múltiples problemas que confronta el caficultor venezolano, una porción significativa de tachirenses ha realizado grandes esfuerzos individuales y colectivos para enfrentarlos. Nuestro objetivo es analizar cómo estos pequeños productores cafetaleros han podido superar los avatares del fin de milenio.
Una Breve Historia... El cultivo del café ha sido el motor que ha dinamizado, desde las primeras décadas de la vida republicana de Venezuela, el incipiente crecimiento económico del Táchira. La insuficiencia de recursos poblacionales y financieros que tenía el Táchira fueron, en parte, resueltos por las migraciones producto de las guerras dentro y fuera del país. En Venezuela, la Guerra Federal (1859-1863) originó una corriente migratoria desde los Llanos de Barinas a las montañas tachirenses andinas. En Colombia, las guerras civiles, a fines del "período radical", afectaron también la economía cafetalera del Norte de Santander, con la consecuencia de movilización de mano de obra hacia el occidente de Venezuela. Estos dos hechos en el Táchira incidieron en la implantación de la pequeña y mediana propiedad agraria, con la participación de todos los miembros de la familia en las labores de siembra, mantenimiento y cosecha. A finales del siglo XIX surgieron los "escoteros" o peones temporeros, la mayoría de nacionalidad colombiana, que recibían un salario como sistema de pago, pues la mano de obra familiar ya no era suficiente para cubrir las actividades de recolección de café y las que se generaban de la incipiente ganadería. Desde 1873, el Táchira se considera como la región venezolana con mayor producción cafetalera que, en consecuencia, genera los mayores ingresos en divisas al Erario Nacional. El café tachirense, exportado por el Puerto de Maracaibo, era reconocido por su excelente calidad en el mercado de Nueva York, y sus precios eran superiores en comparación con el café que salía por el Puerto de La Guaira. En 1875, el Táchira produce, aproximadamente, un 19% del total de café en Venezuela. Las casas comerciales alemanas, tales como la Breuer de Rubio, sucursal de la Breuer and Möller de Maracaibo, la Steinvort de San Cristóbal, la Van Diesel Rhode, la Blohm, Beckman y Oliva Riboli, y algunos grupos zulianos, no sólo funcionaron, durante el siglo XIX y principios del XX, como simples comerciantes (con las ventas de descerezadoras, trilladoras, insumos agrícolas, enseres domésticos, alimentos, bebidas, etcétera), sino que también fungieron como los principales entes financieros de la región. El grano de café y su comercialización trajo consigo diversos hechos que marcaron la historia en Venezuela, tales como: la incorporación definitiva del Táchira al territorio nacional; el desarrollo de vías terrestres y férreas (por ejemplo el Gran Ferrocarril del Táchira); la creación del Ministerio de Fomento (1863); la utilización del Bolívar de Plata como moneda nacional (Ley del 31/03/1879); el establecimiento de la banca nacional y extranjera; la presencia del tachirense en el gobierno nacional (Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, entre otros), y la prosperidad de la ciudad de Maracaibo (sede matriz de las casas comerciales y financieras alemanas, puerto de exportación, etcétera). A principios del siglo XX, comienza el declive paulatino de la caficultura, originado principalmente por la incipiente economía petrolera (en el año de 1928, las exportaciones del café descienden al 18% y el petróleo ocupa el 76%) y los cambios ocurridos en el mercado internacional. La explotación petrolera trajo como consecuencia diversos hechos, entre los que tenemos: la emigración de una parte significativa de la población rural andina, hacia las ciudades que han sido beneficiadas por las redistribuciones fiscales, situación que por consiguiente incidió gravemente en el proceso interno de la producción cafetalera, y la ruptura de hábitos alimenticios tradicionales, que favorecieron la demanda interna del café oro y beneficiaron a la industria torrefactora nacional. Para tratar de consolidar la caficultura nacional, el gobierno venezolano creó en el año de 1936 el Instituto Nacional del Café. En 1959 se intentó realizar cambios en las políticas cafetaleras, con la creación del Fondo Nacional del Café y Cacao, que posteriormente se dividió para formar dos instituciones: el Fondo Nacional del Cacao y el Fondo Nacional del Café (FONCAFE). Además, surgieron las Uniones de Productores de Café (UPROCA), los Productores Asociados de Café. Compañía Anónima (PACCA) y las Cooperativas. Estos entes se crearon con la finalidad de comercializar el producto y prestar asistencia técnica y crediticia, pero no han tenido un papel significativo en el circuito cafetalero, pues la intromisión de los partidos políticos, las competencias desleales entre los mismos productores, la corrupción y la burocracia, entre muchos otros factores, han incidido negativamente en sus objetivos principales. El Fondo Nacional del Café, considerado el organismo rector de la caficultura venezolana, fue creado por Decreto Ley N° 910, del 13 de mayo de 1975, con la finalidad de prestar asistencia técnica y crediticia; ejercer un control fitosanitario eficiente y oportuno; establecer sistemas de protección al precio del café a nivel nacional e internacional; promover la producción, el procesamiento, la comercialización y el mercadeo, e impulsar el desarrollo integral de las zonas cafeteras. En la práctica, FONCAFE no pudo cumplir con sus objetivos iniciales, pues monopolizó la comercialización; fortaleció la industria torrefactora nacional; no ejerció acciones efectivas para neutralizar el contrabando; permitió que parte de su presupuesto fuese consumido por una burocracia abultada e ineficiente; no prestó la debida y oportuna asistencia técnica; no cumplió con el plan estratégico establecido (programa de servicios técnicos y programa de comercialización), y no funcionó como un ente integrador entre productores, comunidades cafetaleras, alcaldías, gobierno, estatal y nacional, e industrias torrefactoras. En 1990 comenzaron a generarse cambios significativos en el sector agrícola, producto de las políticas que en materia económica y financiera llevó a cabo el gobierno nacional. Así, en octubre de ese mismo año se dictó la Ley para la Promoción y Protección a la Libre Competencia. Esta Ley permitió que las organizaciones de productores o caficultores individuales, pudieran comercializar directamente su producción, actividad que hasta ese momento era exclusiva de FONCAFE. Esta decisión la afectó gravemente y marcó el inicio de su "agonía". La Gaceta Oficial del 25 de octubre de 1999 publicó el Decreto N° 417, que con rango y fuerza de ley suprimió y liquidó al Fondo Nacional del Café. Como consecuencia, los caficultores han planteado diversas soluciones para sustituir a esta institución, por lo que se han propuesto diversas alternativas de creación: un Instituto Nacional de Caficultura, una Unión Tachirense de Caficultores (Unitaca) y una Organización Nacional de Pequeños Caficultores, con la finalidad de cubrir sus necesidades. Productores Uribantinos: de una "Crisis" surge otra "Visión" El Táchira fue líder de las exportaciones por más de 100 años, por la calidad óptima de su café oro. Se mantuvo en primer lugar como productor a nivel nacional hasta el año de 1990, cuando descendió al tercer lugar, al ser sustituido por el Estado Lara y el Estado Portuguesa. Este descenso se podría explicar, en cierta manera, a partir de los siguientes elementos:
La caficultura ha pasado por altas y bajas. Hoy en día existe un número significativo de pequeños caficultores en situación de pobreza relativa, algunos de los cuales hasta han perdido sus unidades de producción a manos de prestamistas. Pero también es cierto que se ha establecido un reto de superación entre otros: han encontrado núcleos de rehabilitación cafetera, con rendimientos óptimos, debido a la conjunción de diversos factores. El propósito de esta investigación es analizar cómo esos pequeños productores cafetaleros han podido superar la "crisis". Para la investigación se seleccionó un sector del Municipio Uribante del Estado Táchira-Venezuela. Este municipio tenía en 1995 el mayor número de unidades de producción de todo el Estado, dedicadas a este cultivo, tal como lo indica la tabla 1, pero la mayoría de ellas no alcanzaba las tres hectáreas. Una Población Relativamente Joven con Deseos de Superación... El instrumento de la investigación, bajo la forma de cuestionario y entrevista, fue aplicado en el periodo de diciembre de 1999 a febrero de 2000 por los bachilleres Yvan Guerrero y César Ramírez, a veinticuatro pequeños productores cafetaleros del sector comprendido entre Aldea Palmarito y Aldea Montaña Baja, del Municipio Capital Uribante, todos ellos de nacionalidad venezolana y 96% del sexo masculino. La edad de la mayor parte de los productores (75%), oscila entre los 22 y los 50 años, una población susceptible de asumir retos y desafíos. El 33% de los caficultores entrevistados culminó sus estudios de primaria, secundaria o estudios técnicos. El 50% no ha logrado finalizar la educación primaria, y todavía persiste el 17% de analfabetismo en el sector, a pesar de su cercanía con Pregonero, capital del Municipio. Esto no ha sido un factor que minimice las potencialidades y amilane los deseos de superación de los cafetaleros uribantinos. El 63% de los productores es casado y presenta una responsabilidad familiar que oscila entre 1 y 11 hijos. El resto de los caficultores es soltero pero con hijos. La mujer, como esposa, compañera, madre, hija o hermana, sigue con su trabajo "invisible" e "infra-valorado", pero a la vez indispensable e importante en las actividades agrícolas, pues no sólo ejerce su papel tradicional en el hogar como ama de casa y como encargada de la preparación de la alimentación de los obreros, sino que también es un sujeto activo y dinámico en las labores propias del cultivo, principalmente en las actividades de recolección de los granos del café. El 75% de las fincas localizadas en el sector de estudio poseen vías engranzonadas y sólo el 17%, asfaltadas, lo que permite transportar tanto los insumos agrícolas necesarios para las prácticas culturales, como el producto de la cosecha, pero en la época de lluvias las condiciones de las vías se convierten en un problema que debe agregarse "a los tantos" que el caficultor debe afrontar. La Unidad de Producción: "un mundo y mil historias" El modo de tenencia que predomina en el sector es la propiedad privada, lo que permite al productor mayores posibilidades de mejorar la eficiencia de su finca, pues no tiene las limitaciones y el desestímulo del medianero o arrendatario, que ve inhibidas las inversiones necesarias en la aplicación de nuevas tecnologías. El tamaño de las unidades de producción varía entre 2 y 80 hectáreas, pero la superficie dedicada en parte o exclusivamente al cultivo de café, oscila entre 1 y 11 hectáreas. El resto de la finca se encuentra cultivada por pastos, caña de azúcar (Saccharum officinarum L), la combinación de caña de azúcar y bananales (Musa sp) o está cubierta por bosques con diferentes grados de intervención antrópica. El 80% de la superficie de los cafetales es menor de 5 hectáreas, con un promedio de 2.5 hectáreas por explotación. Por diversas razones los productores no se atreven a cultivar cafetales en superficies más grandes, pero la causa más frecuente es la escasez de mano de obra en el momento de la cosecha (a partir de la devaluación de nuestra moneda en febrero de 1983, la mano de obra colombiana no se siente atraída económicamente para trabajar en las labores propias del cultivo). Las variedades frecuentemente cultivadas en el sector de estudio, durante el periodo 1999/2000, [1] son:
La permanencia de los cafetales de Típica se justifica, en cierta manera, a pesar de sus bajos rendimientos, pues es un cultivo que protege las vertientes de este sector, propenso a los procesos erosivos, y es una variedad que requiere pocas prácticas culturales (desyerbe, poda, control fitosanitario, fertilización, riego, etcétera). Por lo tanto, el caficultor le dedica muy poco tiempo a su mantenimiento. Los árboles utilizados como sombra para estos cafetales viejos (plantaciones de más de veinte años), son el Guamo (Inga sp.) y los cítricos (Citrus sinensis), pero también es común observar bananos y caña de azúcar mezclados en los cafetales. El productor conserva largo tiempo estos dos últimos cultivos, porque le permiten obtener ingresos suplementarios por la venta de los racimos y el insumo para la elaboración de la panela azucarera. El arraigo por la caficultura tradicional es latente, pero "poco a poco" y "a pasos agigantados" emerge otra visión hacia el grano del café, pues no en vano se le denominó "café oro" en su época gloriosa. En este tiempo finisecular los pequeños caficultores uribantinos comienzan a percibir el cultivo de otra manera, con aires de nuevo milenio. Se toma "conciencia" de que tratar de recuperar el primer lugar en producción, debe estar signado, ante todo, por cambios de actitud del productor: asumir su rol de empresario del campo. En el uso de las nuevas tecnologías se asumen ciertos riesgos y así lo concibe el caficultor uribantino. Al introducir variedades de altos rendimientos (Caturra, Borbón y Catuai) en las unidades de producción, a pesar de la casi inexistente asistencia técnica (sólo el 16% había sido atendido entre 1999-2000); el insuficiente otorgamiento de créditos agrícolas (únicamente el 25% han tenido acceso a éstos); la escasez de mano de obra (el 100% de los productores contrata obreros y poca es la mano de obra familiar), y los altos costos de los insumos, el caficultor no se ha amilanado y, día a día, realiza grandes esfuerzos para adquirir y aplicar fertilizantes (el 92% de los productores los aplica dos o tres veces al año); usar pesticidas (el 71% de los productores los aplica una o dos veces al año); llevar a cabo los controles fitosanitarios pertinentes en sus plantaciones (roya, broca, etcétera); ejecutar los desyerbes necesarios (el 83% de los productores lo realiza en forma manual y el 71% con productos químicos), y podar regularmente los cafetales, entre otros. Estas prácticas culturales se llevan a cabo en diversos grados, según la capacidad, tanto financiera como humana, que cada unidad de producción disponga. Los Vaivenes de la Comercialización y de los Precios Para la cosecha 1998/99, el circuito de la comercialización, en el sector de estudio, se realizó de la siguiente manera:
Es importante destacar que, indirectamente, FONCAFE se convirtió en el promotor de la inclusión de los intermediarios en el circuito de la comercialización, pues al no cancelar a tiempo, muchos de los caficultores se vieron en la necesidad de recurrir a ellos, quienes a su vez fungen como productores. Todavía en el sector de estudio, el 71% de la distribución del café se realiza por intermediarios. Los precios de la cosecha del café pergamino en el periodo 1997/98, oscilaron entre 85.000 Bs/carga y 200.000 Bs/carga, mientras el promedio de dicho periodo fue de alrededor de unos 190.000 Bs/carga. [2] Los precios de la cosecha 1998/99 estuvieron por debajo de la cosecha anterior, con un promedio de 90.000 Bs/carga, lo cual pudo desanimar a muchos productores, pero como ellos mismos dicen:
Todos los pequeños productores entrevistados reafirman su apego y su esperanza en este cultivo. Perspectivas de un Grano que Vale "Oro" Son grandes los cambios que deben producirse en el campo tachirense. Es el caficultor quien tiene la potestad para realizarlos, pues los esfuerzos hechos hasta el momento por el Estado Venezolano, desde el punto de vista económico, financiero y de recursos humanos, no han sido capitalizados. Diversos factores han intervenido, de una u otra manera, pero los que han incidido negativamente son la acción unilateral y paternalista de las instituciones relacionadas con el sector agrícola, así como la burocracia y la corrupción en muchas de ellas, además de las políticas de precios que siempre han estado orientadas a proteger al consumidor, con pagos a precios irrisorios al caficultor, por su producción y esfuerzo, lo que se traduce en un impedimento u obstáculo para invertir nuevamente en el sector agrícola. El Programa Económico de Transición 1999-2000 y el Plan Extraordinario de Inversiones 2000-2001, conocido éste último como la Sobremarcha, han evaluado las diversas políticas nacionales, lo que permite al Gobierno Nacional establecer proyectos bandera en el sector agrícola (uno de ellos es el rubro del café) e instrumentar nuevos mecanismos para el establecimiento de programas sociales y de apoyo. Estos son programas específicos de financiamiento a pequeños y medianos productores, que incluyen no sólo la participación del sistema financiero, sino también de la agroindustria y los entes de desarrollo tecnológico, capacitación, asistencia técnica y extensión agrícola. Pequeños y medianos caficultores tachirenses nunca han perdido las esperanzas en su grano de "oro". Han dejado a un lado sus intereses personales para lograr un objetivo común: volver a ocupar el primer lugar en calidad y en productividad. El primer paso que han dado es asociarse, lo que les permite tener acceso a los programas sociales mencionados (crédito, asistencia técnica garantizada a través de empresas ya instaladas en todo el Estado Táchira, seguro agrícola, compra de su producción por parte de las torrefactoras nacionales, etcétera). Algunas asociaciones ya han sido beneficiadas para la cosecha de 2000-2001; a otras les han sido aprobadas las solicitudes de financiamiento para el mantenimiento de los cafetales (año 2001). El segundo paso es capacitarse para dominar los mecanismos del mercado. Y como dijo un productor uribantino: "...es rentable. El café es noble, con las técnicas debidas y la colaboración del Estado..."
ACOSTA
V. (1989) Reformas liberales y acumulación originaria
en América Latina: Colombia y Venezuela en el siglo XIX.
Caracas: U.C.V. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. |
[ Este número ] |
Dirección General de Servicios de Cómputo
Académico-UNAM |