lo
dotan de valores y al que vinculan sus identidades” (Crevoisier
y Gigon, 1998). El aporte fundamental que ofrece la aproximación
territorial a la construcción de políticas públicas
regionales radica, precisamente, en que sitúa en un contexto
específico su diseño e instrumentación.
Anclar
la construcción de las políticas públicas
regionales a las particularidades de un territorio constituye,
además, una ventaja en un contexto en el que los planes
nacionales tienden a convertirse en marcos de referencia más
que en planes maestros. El redimensionamiento del Estado que no
puede entenderse al margen de la reestructuración económica
mundial, implica una transformación en el diseño
y ejecución de las políticas públicas. La
construcción de consensos y la búsqueda de una intervención
más eficiente son dos rasgos que sobresalen del conjunto
de cambios señalados.
El
uso adecuado de las políticas públicas
El
primer aspecto revela la imposibilidad de construir políticas
que presupongan la presencia de proyectos nacionales asumidos
y compartidos por el conjunto de la sociedad. “El pluralismo
político, las libertades económicas y las perspectivas
culturales diferentes terminan por volver imposible la gigantesca
capacidad de computación y de consenso que el gobierno
necesita para gobernar de acuerdo al plan nacional global”
(Aguilar, 1998).
El
segundo se vincula con la tendencia a promover una mayor autonomía
y reivindicar la diversidad. Lo anterior obliga a fortalecer la
especificidad de las políticas regionales cuya construcción
requiere, por ello, de la participación ciudadana.