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10
de abril de 2004 Vol. 5, No. 3 ISSN: 1607 - 6079 |
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La ciencia moderna y la revolución del pensamiento humano El surgimiento de la ciencia moderna permite el cuestionamiento de la visión dominante, sostenida por la filosofía tradicional acerca del mundo, del hombre, de Dios, del conocimiento y de todos los parámetros culturales de ese momento. A su vez, la ciencia moderna es el resultado de una profunda revolución del pensamiento humano: la revolución mecanicista*. Para la filosofía esto significó la necesidad de elucidar y fundamentar el conocimiento así como determinar sus alcances y límites. Se admite, generalmente, que la física mecanicista se inicia con Galileo a fines del siglo XVI y se desarrolla, sobretodo, en el siglo XVII. La física galileana (cuantitativa) se opuso a la física cualitativa aristotélica. Descartes, como uno de los iniciadores de la ciencia moderna, reconoce la incompatibilidad entre estas dos físicas. Pero, a diferencia de Galileo, él considera que la demostración de que la física cuantitativa es científica, depende de una fundamentación metafísica. En una carta dirigida al P. Mersenne; en octubre de 1638, Descartes expresa claramente su posición en relación a la obra de Galileo:
En este párrafo puede observarse que la fundamentación filosófica, i.e. metafísica, de la ciencia es una cuestión central para Descartes. Es la base necesaria sobre la cual se edifica la ciencia. De una manera metafórica, Descartes considera que "toda filosofía es como un árbol cuyas raíces son la Metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de ese tronco son todas las otras ciencias, que se reducen a tres principales, a saber, la Medicina, la Mecánica y la Moral (...)" (AT, IX-2,14). Por un lado, se trata de la fundamentación epistemológica con el objetivo de mostrar que el conocimiento que proviene de la ciencia física es verdadero. Por otro lado, se trata de demostrar que ese conocimiento de la estructura esencial del mundo es ontológicamente válido. Dentro de la fundamentación epistemológica el problema del método adquiere su sentido y relevancia. Sin embargo, antes de examinar esta cuestión, resulta interesante ubicar mejor el sentido mismo de la investigación filosófica para Descartes.
Así, las primeras causas o principios son el punto de partida de la investigación filosófica. Para Descartes deben cumplir dos condiciones: a) ser tan claros y distintos que nadie pueda poner en duda su veracidad y b) que de ellos dependa el conocimiento de las otras cosas, de tal manera que los principios puedan ser conocidos sin ellas, pero no al contrario. Descartes subraya la importancia de considerar las primeras causas como punto de partida de la investigación filosófica, en su crítica a los filósofos anteriores y contemporáneos a él. Todos ellos han supuesto como principio alguna cosa que no conocen perfectamente. Dice Descartes:
El problema es establecer principios sin que estos hayan sido demostrados como evidentes es lo que invalida todas las conclusiones deducidas de tales principios. Según Descartes, todos los razonamientos que se apoyan en tales principios son incapaces de proporcionar conocimiento verdadero sobre cualquier cosa y, por tanto, no permiten avanzar en la búsqueda de la sabiduría. La preocupación con la determinación de lo que es conocimiento verdadero y cómo es posible alcanzarlo es una constante en la obra de Descartes. Como ya se mencionó, los primeros principios son concebidos como claros y distintos y de ellos rededucen todas las demás cosas. Son verdaderos en la medida en que son efectivamente indubitables. Tal grado de certeza e indubitabilidad se alcanza, precisamente, a través del método. |