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de octubre de 2004 Vol. 5, No. 9 ISSN: 1607 - 6079 |
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El
índice, el icono y la fotografía documental Es impensable, quizás hoy más que nunca, un mundo sin imágenes. Todo es imágenes: las noticias de los periódicos y televisión, los santos y las vírgenes, la video-vigilancia urbana, la credencial del IFE con fotografía, los juegos electrónicos interactivos, los héroes de la patria en murales, estatuas y libros de texto, los rayos X y los logotipos, los iconos del software y las tomografías, las top models, las huellas dactilares, las celebridades, la pornografía y la doble hélice del ADN. Ese gigantesco mundo de imágenes que Gubern (1996) y otros teóricos de lo visual denominan como “iconosfera” va constituyendo diariamente nuestra idea de realidad. Construimos la realidad por medio de imágenes, no sólo hoy, sino siglos ha. Nuestra pulsión icónica nos lleva a interpretar percepciones imprecisas con imágenes reconocibles, como representar las constelaciones como al cazador Orion en compañía de sus perros fieles, Canis Mayor y Canis Menor, que persiguen al conejo y al toro.1 Se despliega un mecanismo metafórico que comprende una cosa en términos de otra. La compleja y profunda idea de Dios, origen único de la creación, la convertimos en la imagen de un anciano bondadoso en una nube. Tezcatlipoca, una fuerza de la naturaleza, es un espejo ahumado. La luna es un queso, el amor es un cupido y la muerte una calaca. Pensamos con metáforas visuales para convertir ideas abstractas en imágenes concretas: los matrimonios “truenan”, se “rompe el hielo”, nos “volamos la barda”, algunos se “pasan de la raya” y “el tiempo vuela”. Aquí el lenguaje verbal delata que nuestro pensamiento parece ser eminentemente visual. Agradecemos el apoyo brindado para la realización de este artículo a la fotógrafa Elsa Escamilla, elsescamilla@yahoo.com.mx, Coordinadora Cultural del Centro de Estudios Integrales de la Imagen, www.cesimac.com.
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