El
intuicionismo de Brouwer
Como una imagen en el espejo de Frege tenemos al matemático holandés
L. E. J. Brouwer, quien rechaza la tesis kantiana acerca de la intuición
espacial, pero acepta la tesis de que nuestro concepto de la serie de
los números naturales deriva de nuestra intuición temporal.
De esta aceptación deriva el nombre de “Intuicionismo”
que se le ha dado a esta tendencia filosófica.
El
intuicionismo fue la respuesta de Brouwer al logicismo de Russell,
a la matemática no constructiva y a las paradojas, y se apoya en
tres tesis radicales: i) los objetos matemáticos se construyen
directamente en la intuición pura, siendo por ello previos al lenguaje
y a la lógica; ii) las leyes que rigen el comportamiento de dichos
objetos derivan de su construcción, no de la lógica, como
pretenden Frege, Russell y los logicistas33
y iii) en la matemática no es admisible ninguna teoría que
rebase el marco de lo dable en la intuición, como sostienen Hilbert
y los cantorianos.
En el umbral de la matemática intuicionista se encuentran los números
naturales, los cuales se construyen de inmediato en la mente del matemático;
la verdad de los enunciados referidos a ellos se basa en la evidencia
intuitiva.34
Son el punto de partida en la construcción del edificio. Asimismo,
dado que los objetos matemáticos están presentes como algo
dado en la intuición, o se construyen a partir de aquello que así
se ofrece, Brouwer tiene como norma que toda definición sea constructiva,
es decir, indique la manera de obtener los objetos definidos. En cuanto
a la noción de construcción mental, ésta
no puede explicarse a través de conceptos que le sean más
simples; es, en este sentido, primigenia.
De
lo anterior se desprende que el intuicionismo de Brouwer comprende dos
cuestiones en cierto sentido complementarias. Una es su base filosófica,
que encuentra sus raíces en la filosofía de Kant; la otra,
es la peculiar reconstrucción que hace de la matemática,
comenzando por la aritmética.35
Para entender la polémica de Brouwer con Hilbert, lo más
conveniente es enunciar de manera sucinta algunas de sus ideas acerca
de la matemática clásica y la manera en que considera se
le debe rehacer. Si se tiene presente que para él la matemática
es ante todo una actividad constructiva del intelecto humano y que sus
métodos y procedimientos se han de supeditar a la posibilidad misma
de la construcción, las siguientes conclusiones, extraídas
de sus escritos, se explican por sí mismas:
1)
La aritmética no se puede justificar mediante un fundamento axiomático,
pues la intuición precede a dicha estructura. La inducción
matemática es una intuición fundamental, no sólo
un axioma.
2) La matemática debe suministrar métodos y criterios
constructivos para determinar en un número finito de pasos los
objetos con los que trata. Toda prueba debe ser constructiva.
En particular, dado que el infinito actual no tiene un fundamento constructivo,
tampoco tiene cabida en la matemática. Sólo se admite
el infinito en potencia (es decir, se rechaza la teoría de conjuntos
de Cantor).
3) La existencia de los objetos matemáticos depende de la posibilidad
de construcción de los objetos mismos; por tanto, “existen”
sólo aquellos seres matemáticos que son construidos.
En particular, el axioma de elección de Zermelo, uno de los pilares
de la reconstrucción axiomática de la teoría de
conjuntos, es inaceptable: los objetos cuya existencia afirma no satisfacen
la exigencia de ser el resultado de una construcción.
Junto con la condena del infinito actual, Brouwer rechaza las pruebas
de existencia por reducción al absurdo (introducidas por Hilbert
en el siglo diecinueve), pues en ellas no se indica la manera de construir
el objeto. Esto trajo como consecuencia la restricción del principio
del tercero excluido —sobre el que se basan estas pruebas—
a conjuntos finitos. De ahí la siguiente tesis:
4) El principio del tercero excluido no siempre es válido con
relación a proposiciones en las que se hace referencia a conjuntos
infinitos.
Como se ve, Brouwer se arroga la tarea de poner entre paréntesis
la matemática existente a fin de reconstruir sus partes vitales,
esta vez utilizando sólo conceptos y modos de inferencia con una
clara justificación intuitiva. Esta postura constituía un
exceso a los ojos de una gran mayoría de matemáticos. En
el punto de partida ni siquiera la lógica está prejuzgada;
más bien, sus reglas se van generando como parte de la actividad
mental del matemático.36
De hecho, Brouwer desestima el proyecto de formalización de la
lógica intuicionista de su discípulo Arend Heyting, calificándolo
de “ejercicio estéril”.
Brouwer es quizá el matemático que asume con mayor ahínco
la tesis kantiana de que la aritmética es una ciencia cuyos rudimentos
se hallan en la intuición pura del tiempo. Hamilton hizo algo semejante
con relación al álgebra en el siglo diecinueve; no obstante,
sus esfuerzos no tuvieron ni la repercusión ni la envergadura de
los de Brouwer, cuya escuela representa una dirección bien constituida
en la actualidad.
En
lo que sigue examinaremos la respuesta de Hilbert al radicalismo de Brouwer,
cuya postura surgió en medio de un debate acerca de la legitimidad
de la teoría de los conjuntos de Cantor, los principios axiomáticos
asumidos por Zermelo para esta teoría y los métodos de demostración
no constructivos introducidos por Hilbert en el siglo diecinueve. Además,
ahí estaba la crisis desencadenada por las paradojas en la teoría
de conjuntos y las críticas a la reconstrucción del continuo
numérico basada en las llamadas cortaduras de Dedekind.
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