La bella construcción de sí... ¿Por
qué hoy nos preguntamos por el significado y relación entre
ética y moral? Aunque desde su análisis de la ascética griega Michell Foucault reiteró en “la historia de la sexualidad” las diferencias elementales entre los conceptos clásicos de ética y moral1 y Juliana González considere “estrictas y restringidas” las definiciones de ética como mera filosofía moral2, las discusiones de si ética y moral difieren, la forma en como se relacionan o si son equivalentes continúa: ¿es estrictamente necesaria la relación entre ambas? De ser así ¿cuál debe predominar y explicar a la otra en el discurso filosófico? O, por el contrario ¿es posible justificar ambas de manera independiente sin acarrear teórica y prácticamente consecuencias temibles? A mi parecer, la subsistencia de tales disyuntivas es el síntoma de la inquietud pragmática que las plantea, allende sofisticaciones filosóficas que menosprecian su importancia e injerencia en la esfera de la vida cotidiana. No se trata de añadir o eliminar una división teórica más, sino de establecer una perspectiva que identifique claramente estos dos términos, sin minimizar la complejidad de sus relaciones pues desde ahí podríamos medir la dimensión o realidad del fantasma de la “crisis” que ha acosado estas dos nociones en los últimos tiempos. No es difícil percatarse de que la moral, entendida como reglas y códigos de acción3 es insuficiente para rendir cuentas de la ética en su sentido más originario, esto es, como carácter propio que diferencia e identifica a las personas, un modo de ser o de estar en el mundo; actitud peculiar y “segunda naturaleza” que el ser humano crea desde su interioridad (morada) trascendiendo su naturaleza dada, constituyéndose por ello en sujeto4. Si bien son evidentes las diferencias entre el código moral, la forma individual de relacionarse con él (moralidad), y la manera en que cada quien a partir de ellos se da forma a sí mismo, no hay que confundirse. El ethos griego, libre trabajo ejercido sobre sí, tenía como eje una idea de autoperfección y belleza determinados: estética y estilización de la existencia y la libertad que actualmente no tenemos y por ello se nos dificulta la tarea de establecer fronteras y relaciones que proporcionen tanto descripciones como análisis adecuados a nuestra confusa actualidad. Recordemos que la libertad del ethos clásico se concebía como una creación sujeta al escrutinio de los dioses y tenía el firme propósito de aproximárseles y obtener su aprobación haciéndose su semejante5. El ser humano “bello” lograba su ethos en tanto desarrollara lo que había en él de divino.
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