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Más
que un cuento, Umbrales
es un experimento literario-digital
en el que José
Antonio Millán ha
intentado hacer evidentes las múltiples
potencialidades narrativas de las imágenes
visuales. Esto lo hace a través
de un recorrido bastante inusual de
nuestra cotidianeidad; la cual queda
completamente desmantelada al iluminar
la existencia de algunos objetos que
suelen sernos completamente insignificantes.
Construye estas iluminaciones cuidadosamente
sirviéndose de imágenes
recortadas de escenarios comunes que
nos invitan a reflexionar en la ensoñación
de la realidad, en su constante emergencia
y desaparición. |
Hace
de los timbres —pequeños objetos
invisibles de nuestro mundo— el umbral
entre un mundo de cosas inertes y un mundo
en el que las cosas son seres vivos que están
ahí, viviendo una existencia resguardada
por el olvido y siempre al acecho de algún
incauto, esperando poder chuparnos sólo
un poco de sangre, un poco de vida. Y así
nos muestra que algunos objetos sólo
insignificantes hasta que la necesidad o su
poder de seducción nos hace tocarlos
para llenarlos de vida. ¡Viven y son
aviesos los timbres! es lo que nos dice Millán
al narrarnos como se van haciendo caminos
entre las paredes, las ventanas y los huecos
para salir al exterior y hacernos visible
su presencia.
La
cotidianeidad nos lleva al olvido. Las
cosas que aparecen como insignificantes
a nuestro alrededor, cobran vida cuando
la necesidad nos llama la atención.
Narrar nuestras percepciones de los objetos
y de las formas, nos lleva a crear metáforas
de lo que los objetos pueden representar
para nosotros. Sin embargo, lo visible
se hace manifiesto y nos incita a tenerlo
presente. Algunos objetos nacen como simples
interruptores de luz, pero con el transcurrir
del tiempo cambian, se transforman, se
metamorfosean y “empiezan otra vida”,por
ejemplo, como timbres. ¿Cómo
llegan a ocupar estos pequeños
y estridentes objetos un lugar en nuestras
vidas? Desapercibidos pasan la mayor parte
de su vida ante nuestros ojos, van mudando
de residencia y se van transformando con
el tiempo hasta crearse una nueva identidad. |
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Muchas
son sus formas, sonidos y sentidos. Algunos
de ellos son para conectar el espacio público
con el espacio privado. Las relaciones que guardan
lo interno y lo externo, sólo puede implicar
una relación parasitaria. Si bien, lo
primero que conecta al mundo exterior con el
interior es el timbre, éste vive y se
nutre de nosotros, esta ávido de sangre,
de “sangre fresca...” Vive, crece
y se desarrolla porque conoce nuestras necesidades
y nuestras pasiones. Sabe despertar el sutil
deseo por tocarle, aunque sólo sea imaginariamente.
Observa y llama la atención del caminante,
del temeroso, del tímido, de atrevido
o del alma de niño que siempre quiere
tocar el timbre.
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Los
timbres, mecánicos o eléctricos,
buscan nuevos caminos en la obscuridad,
“horadan las paredes”; su
pretensión es salirse de las paredes
y recovecos que los contienen para recibir
más visitas de conocidos o desconocidos.
En un principio, fueron las aldabas ,
campanas con cordeles colgantes que anunciaban
con un repique la llegada de algún
visitante, cercano o lejano. En la actualidad,
los mecanismos electromecánicos
de los timbres irrumpen la solemnidad
del silencio para anunciar la llegada.
Esos modelos antiguos han sido sustuidos
por nuevos y modernos porteros automáticos
de los edificios o de las casas. A su
lado viven las antiguas aldabas. Conviven
con interfones o incluso con los viejos
timbres que rehúsan dejar su morada.
Enlistados o arbitrariamente ordenados
forman una comunidad. También han
sido víctimas de ataduras y ligaduras,
pero han logrado vencerlas.
Exhalan
malicia a través de sus venas,
y como fieles hiedras trepan y se descuelgan
hasta encontrar un cómodo lugar
donde seguir alimentando sus entrañas.
“Son fuertes, tenaces y es muy difícil
oponerse a su instinto de tránsito.”
Modificando su dieta, horadando paredes,
anhelando higiene, aviesos, maliciosos,
siempre están al acecho de un nuevo
sacrificio, de un nuevo hogar.
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En
Umbrales, José Antonio Millán
hace uso de las nuevas tecnologías, el
recorrido plagado de hipervínculos, nos
da la idea de múltiples historias desde
el punto más exterior que es el timbre,
pasando por las puertas, los buzones para llegar
a nuestra espacio interior. Las imágenes
narrativas nos llevan de una a otra historia;
nos pretextan el significado de aquellas pequeñas
cosas que salen de su invisibilidad y no recuerdan
que los necesitamos, para luego regresar a la
obscuridad del olvido.
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