Revista Digital Universitaria
10 de junio de 2005 Vol.6, No.6 ISSN: 1607 - 6079
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De la cotidianeidad al olvido
por Gema Ivette Sarmiento Gutiérrez

Reseña: Umbrales, un cuento, de José Antonio Millán

 

 

 

 

 

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Más que un cuento, Umbrales es un experimento literario-digital en el que José Antonio Millán ha intentado hacer evidentes las múltiples potencialidades narrativas de las imágenes visuales. Esto lo hace a través de un recorrido bastante inusual de nuestra cotidianeidad; la cual queda completamente desmantelada al iluminar la existencia de algunos objetos que suelen sernos completamente insignificantes. Construye estas iluminaciones cuidadosamente sirviéndose de imágenes recortadas de escenarios comunes que nos invitan a reflexionar en la ensoñación de la realidad, en su constante emergencia y desaparición.

Hace de los timbres —pequeños objetos invisibles de nuestro mundo— el umbral entre un mundo de cosas inertes y un mundo en el que las cosas son seres vivos que están ahí, viviendo una existencia resguardada por el olvido y siempre al acecho de algún incauto, esperando poder chuparnos sólo un poco de sangre, un poco de vida. Y así nos muestra que algunos objetos sólo insignificantes hasta que la necesidad o su poder de seducción nos hace tocarlos para llenarlos de vida. ¡Viven y son aviesos los timbres! es lo que nos dice Millán al narrarnos como se van haciendo caminos entre las paredes, las ventanas y los huecos para salir al exterior y hacernos visible su presencia.

La cotidianeidad nos lleva al olvido. Las cosas que aparecen como insignificantes a nuestro alrededor, cobran vida cuando la necesidad nos llama la atención. Narrar nuestras percepciones de los objetos y de las formas, nos lleva a crear metáforas de lo que los objetos pueden representar para nosotros. Sin embargo, lo visible se hace manifiesto y nos incita a tenerlo presente. Algunos objetos nacen como simples interruptores de luz, pero con el transcurrir del tiempo cambian, se transforman, se metamorfosean y “empiezan otra vida”,por ejemplo, como timbres. ¿Cómo llegan a ocupar estos pequeños y estridentes objetos un lugar en nuestras vidas? Desapercibidos pasan la mayor parte de su vida ante nuestros ojos, van mudando de residencia y se van transformando con el tiempo hasta crearse una nueva identidad.

 

 

 

 

 

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Muchas son sus formas, sonidos y sentidos. Algunos de ellos son para conectar el espacio público con el espacio privado. Las relaciones que guardan lo interno y lo externo, sólo puede implicar una relación parasitaria. Si bien, lo primero que conecta al mundo exterior con el interior es el timbre, éste vive y se nutre de nosotros, esta ávido de sangre, de “sangre fresca...” Vive, crece y se desarrolla porque conoce nuestras necesidades y nuestras pasiones. Sabe despertar el sutil deseo por tocarle, aunque sólo sea imaginariamente. Observa y llama la atención del caminante, del temeroso, del tímido, de atrevido o del alma de niño que siempre quiere tocar el timbre.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Los timbres, mecánicos o eléctricos, buscan nuevos caminos en la obscuridad, “horadan las paredes”; su pretensión es salirse de las paredes y recovecos que los contienen para recibir más visitas de conocidos o desconocidos. En un principio, fueron las aldabas , campanas con cordeles colgantes que anunciaban con un repique la llegada de algún visitante, cercano o lejano. En la actualidad, los mecanismos electromecánicos de los timbres irrumpen la solemnidad del silencio para anunciar la llegada. Esos modelos antiguos han sido sustuidos por nuevos y modernos porteros automáticos de los edificios o de las casas. A su lado viven las antiguas aldabas. Conviven con interfones o incluso con los viejos timbres que rehúsan dejar su morada. Enlistados o arbitrariamente ordenados forman una comunidad. También han sido víctimas de ataduras y ligaduras, pero han logrado vencerlas.

Exhalan malicia a través de sus venas, y como fieles hiedras trepan y se descuelgan hasta encontrar un cómodo lugar donde seguir alimentando sus entrañas. “Son fuertes, tenaces y es muy difícil oponerse a su instinto de tránsito.” Modificando su dieta, horadando paredes, anhelando higiene, aviesos, maliciosos, siempre están al acecho de un nuevo sacrificio, de un nuevo hogar.


En Umbrales, José Antonio Millán hace uso de las nuevas tecnologías, el recorrido plagado de hipervínculos, nos da la idea de múltiples historias desde el punto más exterior que es el timbre, pasando por las puertas, los buzones para llegar a nuestra espacio interior. Las imágenes narrativas nos llevan de una a otra historia; nos pretextan el significado de aquellas pequeñas cosas que salen de su invisibilidad y no recuerdan que los necesitamos, para luego regresar a la obscuridad del olvido.

 

 

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