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…Mas
sabe Dios que el día que comiereis de él,
serán abiertos vuestros ojos, y seréis
como Dioses
sabiendo el bien y el mal. (Gn. 3:5)
…A la mujer dijo: “multiplicaré
en gran manera tus dolores
y tus preñeces; don dolor parirás
los hijos; y tu marido
será tu deseo, y él se enseñoreará
de ti”
y al hombre dijo: “por cuanto obedeciste
a la voz de tu mujer,
y comiste del árbol que te mandé
diciendo, no comerás de él;
maldita será la tierra por amor de ti;
con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida”(Gn. 3:
16-17)
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La
enfermedad es una parte intrínseca de todos los
seres vivos; el grado de enfermedad y los procesos regenerativos
ante ésta varían de acuerdo a la complejidad
somática de cada ser vivo. Así, los organismos
unicelulares responden alejándose del estimulo
nociceptivo, las plantas tienen mecanismos reparadores,
y los mamíferos más evolucionados llegan
incluso a mostrar conductas de ayuda entre los elementos
del grupo.
El
ser humano tiene la más complicada forma de enfermar,
ya que su sistema nervioso, con sus múltiples
interconexiones, lleva la información nociceptiva
a todos los sistemas del organismo, y además
de hacer una interpretación personal del dolor,
la convierte en una sensación auto consciente;
es decir, le permite “padecer” el dolor
propio y el de otros individuos de su especie y ser
empático con el sufrimiento.
Desde
los albores de la humanidad el dolor y la ansiedad han
acompañado al ser humano, y el deseo de éste
por controlarlos, ha sido el motor del desarrollo social.
Por un lado la sublimación psicológica
de ambos ha permitido el desarrollo socio cultural:
las religiones, la cultura, las ciencias en general
y la medicina en particular tienen su origen en el deseo
de evitar o al menos controlar estos sentimientos.
Entre
el hombre de Neandertal y el hombre de Cro-Magnon se
puede ubicar el desarrollo de un sistema de creencias
mágicas que permitían entender la vida,
la enfermedad y la muerte como producto de fuerzas superiores,
irracionales e incomprensibles para ellos.
Durante
los 300,000 años que nos separan del hombre de
Cro-Magnon, el entendimiento de las vicisitudes de la
vida ha sufrido grandes cambios. En el entendimiento
del dolor hemos pasado desde una visión místico
religiosa del hombre primitivo que se mantuvo hasta
el medioevo; mientras que en el seno cristiano el dolor
ha sido visto como un agente purificador, capaz de redimir;
en los siglos XVIII y XIX pasó a ser visto como
un valor destinado a la conservación de la especie.
Desde
el siglo XIX, la ciencia se ha desarrollado a pasos
agigantados; en medicina se lograron cambios espectaculares:
desde el surgimiento de la asepsia y antisepsia hasta
el advenimiento de las unidades de cuidados intensivos,
a mediados del siglo XX, provocando una visión
triunfalista en la atención del sujeto enfermo.
No obstante, en la década de los 70’s del
siglo pasado se hizo evidente la necesidad de dar más
importancia al sujeto que al objeto de la medicina.
En
la actualidad, nuestra visión de la vida, la
muerte, la enfermedad y el dolor es una amalgama de
ideas y creencias. En algunas áreas del conocimiento
han surgido teorías naturalistas para entender
la vida, la enfermedad y la muerte, pero continuamos
con algunas creencias irracionales que condicionan nuestra
conducta ante la enfermedad, propia o ajena.
Aún
en la actualidad algunas enfermedades evocan a nuestro
subconsciente ideas “primitivas”:
•
Pensamos en el cáncer como un castigo por faltas
pasadas.
• Sufrimos el dolor como forma de expiar culpas.
• Creemos que el SIDA es un azote de Dios por
vivir en una sociedad impía, etc.
Pensamientos
todos ellos que matizan nuestra actuación en
el campo de la salud enfermedad, tanto si jugamos el
rol de paciente, de médico o como parte de la
sociedad.
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