Revista Digital Universitaria
10 de abril de 2006 Vol.7, No.4 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual
RDU
 
   
 

Inicio

…Mas sabe Dios que el día que comiereis de él,
serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dioses
sabiendo el bien y el mal. (Gn. 3:5)
…A la mujer dijo: “multiplicaré en gran manera tus dolores
y tus preñeces; don dolor parirás los hijos; y tu marido
será tu deseo, y él se enseñoreará de ti”
y al hombre dijo: “por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer,
y comiste del árbol que te mandé diciendo, no comerás de él;
maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida”(Gn. 3: 16-17)

La enfermedad es una parte intrínseca de todos los seres vivos; el grado de enfermedad y los procesos regenerativos ante ésta varían de acuerdo a la complejidad somática de cada ser vivo. Así, los organismos unicelulares responden alejándose del estimulo nociceptivo, las plantas tienen mecanismos reparadores, y los mamíferos más evolucionados llegan incluso a mostrar conductas de ayuda entre los elementos del grupo.

El ser humano tiene la más complicada forma de enfermar, ya que su sistema nervioso, con sus múltiples interconexiones, lleva la información nociceptiva a todos los sistemas del organismo, y además de hacer una interpretación personal del dolor, la convierte en una sensación auto consciente; es decir, le permite “padecer” el dolor propio y el de otros individuos de su especie y ser empático con el sufrimiento.

Desde los albores de la humanidad el dolor y la ansiedad han acompañado al ser humano, y el deseo de éste por controlarlos, ha sido el motor del desarrollo social. Por un lado la sublimación psicológica de ambos ha permitido el desarrollo socio cultural: las religiones, la cultura, las ciencias en general y la medicina en particular tienen su origen en el deseo de evitar o al menos controlar estos sentimientos.

Entre el hombre de Neandertal y el hombre de Cro-Magnon se puede ubicar el desarrollo de un sistema de creencias mágicas que permitían entender la vida, la enfermedad y la muerte como producto de fuerzas superiores, irracionales e incomprensibles para ellos.

Durante los 300,000 años que nos separan del hombre de Cro-Magnon, el entendimiento de las vicisitudes de la vida ha sufrido grandes cambios. En el entendimiento del dolor hemos pasado desde una visión místico religiosa del hombre primitivo que se mantuvo hasta el medioevo; mientras que en el seno cristiano el dolor ha sido visto como un agente purificador, capaz de redimir; en los siglos XVIII y XIX pasó a ser visto como un valor destinado a la conservación de la especie.

Desde el siglo XIX, la ciencia se ha desarrollado a pasos agigantados; en medicina se lograron cambios espectaculares: desde el surgimiento de la asepsia y antisepsia hasta el advenimiento de las unidades de cuidados intensivos, a mediados del siglo XX, provocando una visión triunfalista en la atención del sujeto enfermo. No obstante, en la década de los 70’s del siglo pasado se hizo evidente la necesidad de dar más importancia al sujeto que al objeto de la medicina.

En la actualidad, nuestra visión de la vida, la muerte, la enfermedad y el dolor es una amalgama de ideas y creencias. En algunas áreas del conocimiento han surgido teorías naturalistas para entender la vida, la enfermedad y la muerte, pero continuamos con algunas creencias irracionales que condicionan nuestra conducta ante la enfermedad, propia o ajena.

Aún en la actualidad algunas enfermedades evocan a nuestro subconsciente ideas “primitivas”:

• Pensamos en el cáncer como un castigo por faltas pasadas.
• Sufrimos el dolor como forma de expiar culpas.
• Creemos que el SIDA es un azote de Dios por vivir en una sociedad impía, etc.

Pensamientos todos ellos que matizan nuestra actuación en el campo de la salud enfermedad, tanto si jugamos el rol de paciente, de médico o como parte de la sociedad.

 
   
D.R. © Coordinación de Publicaciones Digitales
Dirección General de Servicios de Cómputo Académico-UNAM
Ciudad Universitaria, México D.F.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos aquí presentados,
siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica.