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Afirma
el viejo dicho que todos los caminos conducen
a Roma. Este refrán, tan conocido
hoy como descontextualizado, sentenciaba con
su brevedad la magnífica labor de construcción
de carreteras que consolidaron los antiguos
romanos y que permitían que todos los
lugares del Imperio estuviesen interconectados
hasta llegar a la Urbe. La Vía Apia,
que conducía directamente a Roma, fue
durante siglos uno de sus caminos más
emblemáticos. Constituyó también,
curiosamente, la última morada de los
antiguos romanos, ya que, si bien todos los
caminos llevaban a Roma, muchos de los caminos
de la vida conducían a la Vía
Apia después del fallecimiento.
Queremos
recordar aquí cuáles eran los
aspectos más llamativos de la Vía
Apia como cementerio, y para ello lo haremos
centrándonos en dos de las novelas de
Steven Saylor1,
un autor de novela policíaca de temática
romana clásica que recrea con pinceladas
literarias la doble naturaleza de esta importante
vía.
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