Esta actividad digital penetra en todos los aspectos de la cultura. Con la evolución de las telecomunicaciones, lo que anteriormente se limitaba a la publicación digital de textos hoy permite que sean publicados en línea fotografías, audio y video, sin que el tiempo de espera de descarga sea una barrera para su consumo.
En este escenario hay grandes discusiones sobre la legalidad, beneficios y perjuicios de la actividad de compartir los contenidos en línea. Dejando a un lado los grandes catálogos que buscan protección perfecta y perpetua de sus contenidos, nos damos cuenta de que la actividad cultural ha encontrado un espacio que no tiene como restricción los canales tradicionales de distribución para alcanzar mercados, que antes eran imposibles de atender. Con las herramientas tecnológicas de la actualidad, es lo suficientemente económico publicar contenidos en línea que abarcan un mayor mercado, sin que se tengan costos relacionados con la distribución a distancia que impidan su mayor alcance.
En este contexto hay quienes piensan que para lograr un mayor rendimiento de la actividad cultural, hay que regular todos los aspectos de la actividad creativa. Este argumento ha sido el motor de reformas legales que nos colocan en un escenario en el que la cultura es cada vez más cerrada, mientras que la tecnología alcanza más espacios de la actividad humana.
Pero en este contexto legal y tecnológico, encontramos que hay quienes desean ampliar el alcance de su actividad cultural mediante la disposición legal de sus contenidos, autorizando previamente su uso. Las razones para hacerlo son tan variadas, como la existencia de creadores. Por una parte, tenemos gente que quiere compartir por el simple hecho que de su actividad creativa nace el espíritu de dar a conocer la obra; también tenemos a quienes les interesa una mezcla entre autorizar el uso de parte de su catálogo, para atraer el interés a la totalidad de sus obras y generar así un mercado mas grande del total de su producción; y otro gran grupo es el que al autorizar el uso de su creación por medios digitales encuentra mecanismos paralelos de generación de ganancias.
De los tres grupos antes mencionados encontramos que: para
el primero, el simple hecho de dar a conocer su actividad cultural es un
incentivo suficiente para liberar sus creaciones. Para el segundo grupo,
la posibilidad de generar un mercado, el incentivo de compartir parte de
su obra es suficiente para liberar parte de esta. Por ejemplo hay fotógrafos
que se promocionan autorizando el uso de ciertas imágenes para ganar
reputación, o hay
quienes autorizan las reproducciones, siempre que no se utilicen con fines
comerciales. En el tercer grupo: están quienes obtienen un beneficio
indirecto de dar libre distribución de sus obras. En la región
norte de Brasil encontramos un fenómeno llamado Tecno
Brega, la capital del movimiento es la ciudad de Belem. Los
músicos generan contenidos que liberan de manera gratuita para promocionarse,
este es un elemento necesario para generar la aceptación
del público, ya que si no son conocidos no generan el interés
de los promotores de fiestas. Al darse a conocer, la gente gana popularidad
y con esto sus ingresos se ven directamente beneficiados al ser contratados
para presentarse en las fiestas populares.
En los ejemplos anteriores encontramos beneficios particulares para el uso de contenidos abiertos, que tiene un valor más allá de lo que aquí se ha comentado. Independientemente de los beneficios directos de satisfacción personal, generación de mercados o de ganancias indirectas, los contenidos abiertos generan una riqueza mayor. Esa manera de producir mayor riqueza, al liberar contenidos, la describe Dan Bricklin en su artículo: "La Cornucopia de los Comunes", cuando afirma que la riqueza de Napster no se encontraba en dar música de manera gratuita, el valor lo adquiría al generar algo en una actividad voluntaria en que la gente participaba haciendo lo que le gusta. Si el obtener música gratis fuera todo, el hecho de descargar el catálogo esta actividad queda sin valor. Pero al compartir y generar más contenido uno aportaba a un beneficio mayor, siendo este una mayor variedad de opciones en consecuencia para aquellos que participan en el proceso. Al ayudar te estas ayudando a ti mismo.
Al implementar una cultura que comparte, no sólo se pueden obtener beneficios directos, se obtienen diversos beneficios que multiplican el valor del trabajo disperso. Este espíritu se ve perfectamente reflejado en la actividad académica que tiene como motor de su actividad la publicación de la su producción intelectual. Por lo que tenemos razones de peso para valorar y fomentar que la actividad cultural se multiplique.
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