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Vol. 25, núm. 3 mayo-junio 2024

Nanofertilizantes en la agricultura: una visión hacia el futuro alimentario

Graciela Ávila Quezada y Cynthia Aylin Álvarez Álvarez Cita

Resumen

La infografía aborda las nuevas estrategias de aplicación de fertilizantes en la agricultura, destacando el uso de la nanotecnología para mejorar el potencial agrícola de manera ambientalmente racional. Explora cómo los nanofertilizantes facilitan la absorción de nutrientes por parte de las plantas, promoviendo un mayor crecimiento y producción. Además, subraya la importancia de estas innovaciones tecnológicas en un contexto de crisis alimentaria mundial, enfatizando la necesidad de promover prácticas agrícolas más sostenibles y eficientes.
Palabras clave: nanotecnología, nanofertilizantes, agricultura, fertilizantes, innovación, sostenibilidad.

Nanofertilizers in agriculture: a vision towards the future of food

Abstract

The infographic addresses new strategies for fertilizer application in agriculture, highlighting the use of nanotechnology to enhance agricultural potential in an environmentally rational manner. It explores how nanofertilizers facilitate nutrient absorption by plants, promoting greater growth and production. Additionally, it underscores the importance of these technological innovations in the context of global food crisis, emphasizing the need to promote more sustainable and efficient agricultural practices.
Keywords: nanotechnology, nanofertilizers, agriculture, fertilizers, innovation, sustainability.


Recientemente, se han desarrollado fertilizantes a nanoescala, para encapsular tanto macro como micronutrientes, que ayudarán al sano desarrollo de las plantas. Sí, así como lo lees, apreciable lector, se han diseñado minifertilizantes que dejarán disponibles los nutrientes necesarios para los cultivos.

El uso de la nanotecnología tiene un gran interés para la ciencia de las plantas, debido a que se requiere un sistema más eficiente para la absorción de los nutrientes hacia el interior de estas, sin generar perjuicios como lo hacen los fertilizantes convencionales. Esto puede deberse a que su pequeño tamaño logra que las plantas puedan absorberlo más fácilmente, promoviendo un mayor crecimiento y producción, además de que, al estar bien nutridas, las plantas son más resistentes (Kumari y Singh, 2020). Es por esto que los nanofertilizantes son el futuro de la agricultura, causan un impacto positivo en el ambiente, el suelo, la salud y también reducen el impacto económico de los agricultores y productores.

En un futuro muy cercano, el mundo se enfrentará a una crisis alimentaria; de acuerdo con los datos de la Organización de las Naciones Unidas, durante los primeros meses del año 2022 el número de personas hambrientas en el mundo creció doscientos ochenta millones, por ello, se ha propuesto el plan de priorizar las acciones para evitar que un gran número de personas mueran de hambre (onu, 2022). Para ello, es indispensable promover sistemas de producción de alimentos más sostenibles, mediante un manejo más eficiente de los recursos.

Por ende, el uso de nanofertilizantes juega un papel fundamental en el aumento de la producción y calidad de los alimentos producidos por los agricultores. En mi opinión, considero que el uso de las tecnologías modernas satisfará las crecientes necesidades alimentarias del mundo y traerá una amplia gama de beneficios ambientales, económicos y de salud.

Pues bien, los nutrientes se pueden ir liberando de forma gradual a través del tiempo debido a la desintegración de las nanopartículas. En general, el tamaño de partículas cargadas de nutrientes varía entre 20-25 nm, lo que ayuda a que el nutriente se libere en el lugar preciso que lo requiere la planta. Como si pensaran por sí mismas.

Estas suelen aplicarse de manera foliar (en las hojas) o al suelo (para entrar por la raíz) —es decir, se acercan a la planta y poco a poco van liberando mininutrientes, que son absorbidos.

Nanomundo de nuevos fertilizantes

Referencias

  • Kumari, R., y Singh, D. P. (2020). Nano-biofertilizer: an emerging eco-friendly approach for sustainable agriculture. Proceedings of the National Academy of Sciences, India Section B: Biological Sciences, 90, 733-741.
  • Organización de las Naciones Unidas onu. (2022). El mundo se enfrenta a una crisis alimentaria sin precedentes y sin final aparente. Noticias onu. https://news.un.org/es/story/2022/10/1516122


Recepción: 11/05/2023. Aprobación: 12/03/2024.

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Vol. 25, núm. 3 mayo-junio 2024

Elegía del tlacuache

Homero Quezada Pacheco Cita

Resumen

Este ensayo refiere el encuentro del autor con un tlacuache muerto en una acera aledaña a un conocido parque de la Ciudad de México. El acontecimiento transcurre durante 2020, en la época más crítica de la pandemia de covid-19, cuando se desaceleró el movimiento del mundo entero, cuando el silencio se apoderó de las calles por la reclusión humana y cuando un gran número de animales emergieron de sus guaridas para explorar el entorno. La muerte del tlacuache genera en el autor evocaciones literarias, factuales y mitológicas, vinculadas a esos singulares marsupiales, endémicos del continente americano. El texto afirma la melancólica certeza de que una gran cantidad de animales ―en cualquier época y lugar― son diezmados en tanto no satisfagan los requerimientos prácticos del ser humano.
Palabras clave: tlacuache, ciudad, animales silvestres, literatura, mitología mesoamericana, cultura.

Elegy of the tlacuache

Abstract

This essay refers the author’s encounter with a dead tlacuache on a sidewalk, next to a well-known park in Mexico City. The event takes place during the most critical period of the covid-19 pandemic in 2020, when the movement of the whole world slowed down, the silence took over the streets due to human reclusion, and a significant number of animals emerged from their dens to explore. For the author, the death of the tlacuache generates literary, factual, and mythological evocations associated with these unique marsupials, endemic to the American continent. The text sustains the melancholic certainty that a great number of animals ―in any time and place― are decimated as they do not satisfy the practical requirements of human beings.
Keywords: tlacuache, city, wildlife, literature, mesoamerican mythology, culture.


Introducción

Salvo en fotografías o en videos sobre la fauna silvestre en México, nunca había visto un tlacuache hasta esa mañana de 2020, en una de las calles adyacentes a los Viveros de Coyoacán. En la banqueta, como pidiendo clemencia, el animalillo yacía exánime, con el hocico sangrante. Entre su pelaje de brocha resplandecía el rocío de la madrugada, iluminado por las primeras luces del día.

Alguien más grande y más fuerte había masacrado al tlacuache, haciendo gala de una crueldad ciega y tupida; al parecer, capaz de estallar al menor estímulo. Con absoluta impunidad, el subterfugio de aquella ejecución habría sido, muy probablemente ―como en casos semejantes―, que los tlacuaches parecen ratas gigantes, que husmean entre la basura y los desperdicios, que son feos.

Nunca había visto un tlacuache hasta entonces. Estaba muerto. Alguien ―no hacía mucho― lo había pateado, apaleado o lapidado y, sin embargo, incluso bajo esa condición de despojo, aquel tlacuache no era de ningún modo desagradable. El aparente desaliño de su aspecto, en realidad, era parte de una figura en la que se equilibraba una mezcla de bonhomía y candidez.

Su vientre era del color de la ceniza; su dorso y su cabeza, predominantemente blancos. Las orejas diminutas y la extensa cola eran lampiñas (desde mi perspectiva, suaves como la cera). El tlacuache tenía cinco dedos en cada pata, y pulgares oponibles en las traseras. De su rostro de isósceles asomaban unos colmillos inofensivos, y, de éstos, un cúmulo de sangre coagulada. Sus ojos permanecían irremediablemente cerrados.

José Revueltas fabuló sobre la existencia trágica de los escorpiones que, obligados a morar entre rocas húmedas, oscuridades y recovecos, estaban condenados a una vida misteriosa y nostálgica, inconscientes de su nombre, de su índole ponzoñosa y hasta de su propio ser. Por eso en ocasiones emergían de sus escondrijos, confiados y anhelantes, a esparcir todo el amor que eran capaces de consagrar a los seres humanos, antes de ser perseguidos y aplastados por ellos. Frente a esa inesperada ingratitud, los escorpiones que imaginaba Revueltas morían primero de estupor y después bajo la inminente furia de un zapatazo (Revueltas, 1976, pp. 724-725).

La ingenuidad de los tlacuaches no llega a tanto. Suelen ser precavidos y sigilosos, de rutinas predominantemente nocturnas. Su recelo los resguarda de enemigos y presencias incómodas. En las ciudades donde aún subsisten, extreman precauciones. Con la pandemia que confinó a multitudes y disminuyó el fragor de las actividades capitalinas, sin embargo, algunos bajaron la guardia.

Salieron al asfalto a explorar los territorios que en épocas pasadas les habían pertenecido y de los cuales fueron expulsados a fuerza de incomprensión. Sin duda, fue el caso del tlacuache que encontré esa mañana: se fio del sosiego pasajero de la muchedumbre. Fue un error fatal: a la primera oportunidad algún energúmeno al acecho, borracho de ira y soberbia, juzgó oportuno aniquilar a ese intrépido, otro ser vivo cuya infracción principal era ser tan diferente.

Al igual que los canguros, las especies más grandes de tlacuaches tienen un marsupio donde las crías, que nacen prematuras, se terminan de desarrollar. En esa bolsa externa, las hembras alimentan a su camada (Fuente Cid, 2018, p. 16). Las crías se amamantan durante un período de dos meses. Después de ese lapso, se trasladan al lomo de la madre, desde el cual, en el transcurso de otro par de meses, aprenden los principios básicos de ser tlacuaches (Nájera Coronado, 1992, p. 48).

Respecto a su clasificación zoológica, reciben el nombre científico de Didelphis virginiana, perteneciente a la familia Didelphidae. Son de dimensión mediana, compactos y relativamente pesados. Cambian el pelaje varias veces al año, por lo cual presentan una variación en su tonalidad: entre febrero y octubre el pelo es más oscuro y más largo; entre noviembre y enero, menos abundante. Su alimentación es omnívora: una dieta que abarca frutas, aves, insectos, cangrejos, caracoles y anfibios (Salazar Goroztieta, 2001, p. iii).

Tlacuache

Los tlacuaches poseen buen olfato, pero mala vista. En general son lentos al caminar; compensan esa parsimonia, no obstante, con un admirable truco de sobrevivencia: cuando se sienten amenazados, entran en una especie de coma para simular la muerte y para desinteresar a sus potenciales depredadores. Cuando se sienten a salvo, “reviven” y continúan su lánguida marcha (Nava Escudero, 2015, p. 31).

Aparte de sus singulares atributos biológicos, que descubrí en algunas referencias especializadas, recordé que, a la par, los tlacuaches poseían características imaginarias únicas, las cuales fueron consignadas en distintas mitologías mesoamericanas. A pesar de su fama de pendenciero, borracho y ladrón, al tlacuache se le consideraba un héroe fundador, y el personaje principal en cuentos de sagacidad. Cargado de símbolos, algunos códices lo vinculan con el juego de pelota, el cruce de caminos, la luna, el pulque y la aurora (López Austin, 2006).

El mito más conocido en el que participó fue el del robo del fuego. La narración varía de acuerdo con el lugar o el grupo que refiera la hazaña; sin embargo, en esencia, ésta atribuye al tlacuache haber despojado a un jaguar irascible —a una deidad de gran poderío— de una brasa incandescente con su cola; posteriormente, la sujetó con el hocico, la escondió en el marsupio y la ofreció a los hombres y mujeres que no conocían el fuego para que, además de obtener calor, pudieran cocinar sus alimentos.

En la etimología de su nombre, tlacuatzin, hay reminiscencias de esa proeza: tla, fuego; cua, comer; tzin, chico. El pequeño que come fuego (Castro, 1961, p. 452).

En esa gesta, se registra una serie de transformaciones en el cuerpo del tlacuache ―la cola se le tatema y le queda pelona― y de peripecias que coinciden en resaltar su generosidad y astucia. En algunas versiones, el regreso del tlacuache después de robar el fuego fue tan accidentado que murió o quedó partido en pedazos; no obstante, tuvo el poder y la capacidad para resucitar o recomponerse (López Austin, 2006, p. 273).

Prometeo mesoamericano, el tlacuache es resistente a los golpes y a los elementos; es el descuartizado que renace, el civilizador y bienhechor, el abuelo venerable y sabio (Huerta Mendoza, 2013). Su carencia de defensas naturales fue compensada con la inteligencia y la valentía.

La representación femenina del tlacuache, por su parte, toma en cuenta a un marsupial didélfido, es decir, que posee dos matrices, una de las cuales es una bolsa protectora con múltiples pezones para alimentar a la prole. La tlacuacha parece estar siempre pendiente de los hijos: cuadrillas de diez o más tlacuachitos en cualquier época del año. Para el indio mesoamericano, el tlacuache era, por antonomasia, el ejemplo de “el que come”, “el que se alimenta”; era la vida misma: el surtidor de donde ésta brota. De ahí su antiguo vínculo con principios vitales como la fecundidad, la tierra, el maíz (Castro, 1961, p. 452).

La mañana que encontré aquel tlacuache sin vida en Coyoacán, en algún momento, evoqué a Cri-Cri, quien lo recreó como un ropavejero que recorría las calles “de la gran ciudad”, pregonando la compraventa y el intercambio de productos variopintos. A voz en cuello, por unos pocos pesos, el señor tlacuache adquiría tanto zapatos viejos y tiliches chamuscados como chamacos groseros, chillones insoportables y maloras incorregibles.

A la perplejidad derivada de la muerte de aquel tlacuache, se sumaba la melancólica certeza de que una gran cantidad de animales ―en cualquier época y lugar― es diezmada en tanto no satisfaga los requerimientos prácticos del ser humano. Mientras más alejadas de la civilización se hallen las demás criaturas del mundo, mientras más insumisas, más propensas a ser arrinconadas en los últimos escalafones del entorno físico.

Milan Kundera afirmaba que la auténtica bondad de los seres humanos se revela, con total pulcritud y libertad, con quienes no oponen fuerza alguna. La genuina prueba de moralidad de los seres humanos, la más profunda ―tan insondable que huye de toda percepción―, se encuentra en el vínculo establecido con quienes están a su merced y son más vulnerables: los animales (Kundera, 1992, pp. 295-296).

Los animales, sin embargo, siguen siendo percibidos como entidades menores a las cuales es necesario dominar o destruir. En especial si su presencia resulta desconcertante, si representan una pérdida de control, o si son potenciales mensajeros del caos.

La sombría suerte del tlacuache sin vida me trajo a la memoria, además de la canción de Cri-Cri, el episodio en el que se desató la locura de Nietzsche. Éste, en la ciudad de Turín, a finales del siglo xix, vio a un cochero fustigar a su caballo, que, exhausto por el peso de la carga, era incapaz de reanudar la marcha. El filósofo prorrumpió en sollozos, incriminó al hombre y se aproximó al afligido animal. Lo abrazó del cuello y se echó a llorar a gritos, ofreciéndole perdón por el abuso cometido. Se dice que ni siquiera la intervención de la policía logró convencerlo de soltar al caballo, y que sus últimas palabras en aquel incidente ―antes de perder la lucidez para siempre― fueron: “Mutter, ich bin dumm” (“madre, soy tonto”) (Argullol, 2012).

El tlacuache muerto y desolado a la orilla de la banqueta me hizo evocar aquel acontecimiento. Yo también, como Nietzsche ―pero en silencio―, le ofrecí disculpas en nombre de la humanidad.

Referencias

  • Argullol, R. (2012, 4 de abril). Nietzsche y el caballo. El País. https://elpais.com/cultura/2012/04/04/actualidad/1333533760_793957.html.
  • Castro, C. A. (1961, julio-septiembre). Semántica del tlacuache. La palabra y el hombre, 19, 451-459. http://cdigital.uv.mx/handle/123456789/3031.
  • Fuente Cid, M. E. (2018). Tlacuaches, zarigüeyas y otros marsupiales americanos. Ediciones La Social. https://tinyurl.com/2v9vfrc5.
  • Huerta Mendoza, L. (2014, 15 de noviembre). El mito del tlacuache: vigente a través de los siglos [entrevista con Alfredo López Austin]. El Universal. https://tinyurl.com/3w5de5d7.
  • Kundera, M. (1992). La insoportable levedad del ser. Tusquets Editores.
  • López Austin, A. (2006). Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana. unam, Instituto de Investigaciones Antropológicas.
  • Nájera Coronado, M. I. (1992, octubre). Dioses y naturaleza en el Popol Vhu. Ciencias. Revista de cultura científica, 28, 47-52.
  • Nava Escudero, C. (2015). Debates jurídico-ambientales sobre los derechos de los animales. El caso de los tlacuaches y cacomixtles versus perros y gatos en la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel de Ciudad Universitaria. unam, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Coordinación de la Investigación Científica, serepsa.
  • Revueltas, J. (1976, julio-septiembre). El sino del escorpión. El cuento. Revista de imaginación, 73, 724-725.
  • Salazar Goroztieta, L. (2001, 1 de julio). Algo… acerca del Tlacuache. El Tlacuache. Suplemento cultural [La Jornada Morelos – Centro inah Morelos], iii.


Recepción: 24/07/2023. Aprobación: 12/03/2024.

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Vol. 25, núm. 3 mayo-junio 2024

Una estrella en la divulgación: una nota en honor a Estrella Burgos

Guillermo N. Murray-Tortarolo Cita

Resumen

Estrella Burgos me enseñó que amar el conocimiento y querer compartirlo son sólo el principio de la formación; que un buen divulgador es también un gran narrador de historias. Esta nota es en honor a ella. Aunque se nos fue de este mundo, sus enseñanzas viven en muchos de nosotros, que tuvimos la fortuna de aprender de su increíble visión y experiencia en la divulgación de la ciencia.
Palabras clave: divulgación de la ciencia, divulgador, historias, contar historias.

A star in scientific dissemination: a note in honor of Estrella Burgos

Abstract

Estrella Burgos taught me that loving knowledge and wanting to share it are only the beginning of the training; that a good scientific disseminator is also a great storyteller. This note is in her honor. Although she left this world, her teachings live on in many of us, who were fortunate to learn from her incredible vision and experience in science popularization.
Keywords: Science popularization, Scientific Disseminator, stories, storytelling.


¿Qué es lo que hace a un buen divulgador de la ciencia? Me he hecho esa pregunta a través del tiempo, en muchas ocasiones. Definitivamente no se trata de la cantidad de cosas que uno escribe: les puedo contar infinidad de casos de colegas que parecen imprentas, con cada uno de sus textos más aburrido que el anterior, mientras que otros me maravillan con una o dos publicaciones en una década. Tampoco son las horas de un divulgador frente a la televisión, ni las palabras en un programa de radio o las letras en las notas periodísticas, ni los blogs, ni videos de YouTube o TikToks. Hay un elemento intangible que va más allá de todo lo anterior: un profundo amor por el conocimiento y el goce por compartirlo con otras personas. Ese gusto que surge de la curiosidad y las ganas de contárselo a quien lo quiera escuchar.

Por supuesto que la realidad es un poco más complicada. Amar el conocimiento y querer compartirlo son sólo el principio de la formación de un divulgador. No obstante, son la piedra angular; sin esto, todas las narrativas de divulgación son huecas, aburridas o insípidas. Después está el aprender a contar la historia. Y es aquí en donde muchos de mis más queridos colegas y, en más de una ocasión, yo mismo, nos atoramos. La pasión ardiente del conocimiento brota como un río descontrolado y no encuentra un hilo conductor. La ciencia, que está tan clara en la cabeza, se vuelve un jeroglífico ininteligible cuando la ponemos en papel. Así llegamos a la segunda conclusión: un buen divulgador de la ciencia es también un gran narrador de historias.

Bueno, me encantaría decirte que lo narrado anteriormente ha sido fruto de mi profunda reflexión o inspiración divina, pero lo cierto es que lo aprendí de una de las grandes maestras de la divulgación: Estrella Burgos. Esta nota es en honor a ella. Aunque se nos fue de este mundo el año pasado, sus enseñanzas viven en muchos de nosotros, que tuvimos la fortuna de aprender de su increíble visión y experiencia en la divulgación.

Un jovencito lleno de ilusiones y la importancia de una gran maestra

Tenía 23 años la primera vez que conocí a Estrella, cuando vinieron a dar un taller para formar divulgadores de la ciencia en Morelia. En ese momento estaba yo comenzando mis estudios de posgrado, en mi primer semestre de la maestría y, cosa curiosa, yo no llevé dicho taller. Pero sí lo hizo mi papá y en una de esas, coincidimos los tres en una comida. Al enterarse de que estaba estudiando, de inmediato me preguntó por mi tema y me motivó a que mandara un artículo a la revista ¿Cómo Ves?

Yo redacté un primer artículo, sobre cambio climático, aerosoles y árboles…, del que se puede decir que no tenía nada que ver con la divulgación de la ciencia. Era un rollo extremadamente técnico —aunque para mí fascinante—, narrado de forma confusa y enredada. Se lo mandé a Estrella, que tuvo la gentileza de tachármelo todo y explicarme el formato, estructura y forma para que tuviera más sentido. Acto seguido me embarqué en corregir mi monstruo, enfocándome en un solo tema (la mitigación del cambio climático), narrándolo a modo de historia y pidiendo a todo aquel que lo quisiera leer su opinión. Entonces envié una segunda versión. Seguramente aquí pensarás que la historia ya sería exitosa… No fue así. De nuevo, Estrella me regresó el artículo lleno de anotaciones, correcciones y sugerencias; y de nuevo me embarqué en corregirlo. Sería en la tercera versión que finalmente el artículo fue aceptado en la revista.

Este primer artículo, titulado “Mitigación del cambio climático: el papel de los bosques”, salió publicado en 2011 y fue el inicio de mi trayectoria en la divulgación. Estrella no sólo me abrió las puertas a esta maravillosa actividad, sino que tuvo la paciencia de enseñarme y explicarme. Me mostró la importancia que tiene la narrativa en la divulgación, así como la seriedad con que debe tomarse la información y los sustentos de la misma. A partir de ese entonces, me convertí en un ávido colaborador de la revista, y con cada nuevo texto recibí la misma retroalimentación por parte de Estrella. Cada corrección me fue ayudando a pulir mi estilo y encontrar mi voz, a narrar historias no sólo interesantes, sino a tratar de hacerlas divertidas y accesibles.

Ayudar a las nuevas voces

Estrella Burgos
Estrella Burgos.

Así como las historias tienen un inicio, también tienen un final. La última vez que vi a Estrella fue algunos años después de haberla conocido, un día que fui de visita a Universum (ahí se encuentran las oficinas de la revista ¿Cómo Ves?). Le caí de sorpresa y, pese a ello y su increíblemente ocupada agenda, tuvo el tiempo para recibirme y platicar por un buen rato. Charlamos sobre la vida, los proyectos y demás.

Hay una parte de la conversación que se me quedó muy grabada. Platicábamos sobre la formación en divulgación de la ciencia. Yo le contaba lo complicado que me resultó en un inicio, a lo que ella respondió que, si me parecía complicado siendo joven, el reto era mucho más grande para aquellos más establecidos académicamente que nunca habían incursionado en la divulgación. Esto no significaba que no lo pudieran lograr, pero ella creía firmemente que el esfuerzo se debe encaminar a formar divulgadores jóvenes, desde muy temprano en sus carreras. Supongo que esa misma idea fue la que la llevó a ayudarme desde un inicio.

Esa enseñanza —formar a los jóvenes— vive conmigo por siempre. Mi primera estudiante graduada de licenciatura terminó su grado con un artículo de divulgación y de allí he tratado que todos mis estudiantes generen al menos un artículo o nota de su trabajo de graduación. Cada vez que comienza el proceso, veo la pasión del conocimiento en sus ojos y el enredo que significa ponerlo en papel. Me acuerdo de mí mismo hace algunos ayeres, y lo importante que fue haber tenido una gran maestra. Trato de tenerles la misma paciencia que me tuvieron a mí, al formar a las nuevas voces y enseñarles la lección más importante que aprendí de Estrella: hacer divulgación es contar historias.

Sitios de interés

Vol. 25, núm. 3 mayo-junio 2024

Supernova Burgos 1

Sergio de Régules Cita

Resumen

Este artículo es un retrato profundo de la divulgadora Estella Burgos, desde la perspectiva de uno de sus colaboradores más cercanos. El texto nos brinda un atisbo de sus inicios como divulgadora, del ímpetu y el entusiasmo con el que trabajaba, y del estilo de escritura comovesiano, el de la revista ¿Cómo ves?, de la que ella fue editora por casi 25 años, y que es referente en la divulgación mexicana.
Palabras clave: Estrella Burgos, editor, divulgación, divulgador, escritura, contar historias.

Supernova Burgos

Abstract

This article is a profound portrait of the popularizer Estella Burgos, from the perspective of one of her closest collaborators. The text gives us a glimpse of her beginnings as a science popularizer, of the impetus and enthusiasm in her work, and of the Comovesian style of writing, that of the magazine ¿Cómo ves? of which she was editor for almost 25 years, and which is a reference in Mexican science dissemination.
Keywords: Estrella Burgos, editor, Science popularization, Scientific Disseminator, writing, storytelling.


Lo sabes tú y lo sé yo, Boss”, le digo en mi mente a Estrella, mientras veo su imagen en YouTube explicando en un curso que la ciencia no es fácil y que la labor del divulgador no es dársela masticada a nadie, sino interesarlo en hacer el esfuerzo. Hace 20 años que yo le digo “la Boss” y ella me dice “QP”, por “querido primo”, desde que descubrimos que en las montañas de Burgos hay un pueblo llamado Regules y concluimos que somos primos topográficos. Bajo su imagen en el video hay un cintillo que dice “Estrella Burgos: editora de ¿Cómo ves?

—Lo importante es comunicar la naturaleza de la ciencia, no sólo sus resultados —prosigue Estrella. —Y la mejor forma de hacerlo es contar historias—. Elabora explicando que una historia de ciencia tiene tres tiempos: cuando se expone el misterio o la pregunta que impulsa la acción, cuando se exploran las posibles soluciones, y cuando, en el clímax, se da la pieza esencial para resolver el misterio y con eso se libera la tensión narrativa. “Tú lo has dicho, Boss”, sigo concordando. Estrella añade: —Mientras más calidad literaria tengan esas historias, más eficaces van a ser—. “¡Eso mero!”

Nosotros lo llamamos estilo comovesiano: las técnicas literarias que sirven para exponer con claridad y al mismo tiempo cautivar al lector. No las inventamos nosotros ni son ninguna novedad: se trata simplemente del estilo del ensayo literario que inventó Michel de Montaigne en el siglo xvi y que han practicado divulgadores como Stephen Jay Gould y Steven Pinker. En la divulgación en México y en la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) tiene antecedentes en la revista Naturaleza y el boletín Prenci, fundados por Luis Estrada y su equipo, por lo que podemos decir que ¿Cómo ves? es heredera de esa augusta tradición. Y cómo no, puesto que Estrella participó en ambos proyectos allá por los años ochenta.

Cómo se hace una divulgadora

En una entrevista con alumnos de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en 2015 (ver video 1), Estrella cuenta cómo llegó a la divulgación de la ciencia.

—Una de las cosas fundamentales que me trajeron hasta aquí es que, de chiquita, en mi casa no había televisión. Mis papás decían que no había porque era la “caja idiota”, pero yo creo que no había porque no podíamos comprarla. Eso hizo que me marginaran mucho mis compañeros de la escuela porque no me sabía los programas, pero como, por otro lado, en mi casa había muchos libros, me volví una lectora voraz. Me gustaban todas las historias. Clandestinamente en mi casa también había cómics, aunque estaban prohibidos. Yo leía Lágrimas y risas. Era fantástico. Ocasionalmente también fotonovelas. Siempre quería saber qué pasaba después.



Video 1. Estrella Burgos en una conferencia sobre periodismo de la ciencia en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García (Carlos Septién, 2015).


Un principio fundamental del estilo comovesiano es preferir decir las cosas como historias que como listas de conceptos abstractos (rechazamos muchos artículos por pecar contra este principio). Complacerse en la abstracción es un gusto adquirido y poco común; en cambio la curiosidad por lo que hacen nuestros congéneres es innata. Nos cautivan los ires y venires de personas que, en pos de sus aspiraciones, encuentran obstáculos que al final superan o no. En forma de historia, la información más compleja es fácil de entender y retener, con la ventaja añadida de que el lector siempre quiere saber qué pasa después, una herramienta infalible para persuadirlo de que se quede con nosotros y lea todo el artículo.

—Siempre quise ser escritora —prosigue Estrella. —Y entonces copiaba. Lo primero que escribí era una copia de Los tres mosqueteros. Ya para cuando estaba en prepa era una devota de la literatura, pero también tuve excelentes maestros de ciencia. Tuve en particular un maestro, el profesor Rebolledo, que nos daba física y química, y me pareció maravilloso. Él me encaminó a la ciencia y yo me metí primero a estudiar química en la unam.

Cuenta Estrella que cuando estudiaba química entendía todo lo que le enseñaban, pero no entendía cómo se conectaban todos esos conocimientos ni entre sí ni con todo lo demás.

—Yo veía que tenía puros pedacitos y no podía juntarlos—. Y añade: —Entonces me pasó algo maravilloso que cambió para siempre mi vida.

Lo que le pasó fue esto:

—Un día estaba yo en la Facultad de Química y en el auditorio A, me acuerdo perfecto, había un letrero que solicitaba gente para hacer traducciones de inglés a español de notas científicas. Fui y con un montón de gente hice la prueba y me dijeron: ‘Bueno, te quedas, pero vamos a ver si funcionas’. El lugar se llamaba Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia [cucc]. Me quedé diez años. Ahí aprendí con el pionero de la divulgación de la ciencia en México, el doctor Luis Estrada.

A fines de los setenta Luis Estrada había reunido un equipo de gente joven y talentosa dispuesta a inventar el lenguaje y la estética de la divulgación de la ciencia en México. Estrella encajó super bien en ese ambiente de taller renacentista donde: “nos dejaban experimentar, nos dejaban probar cosas”. Empezó traduciendo notas de revistas de divulgación del inglés al español, pero no pasó mucho tiempo antes de que empezara a escribir sus propios artículos para Prenci e incluso a encargarse de la edición del boletín.

Estrella pasó por varias carreras científicas, pero ninguna era lo que ella estaba buscando. Luego tomó un curso en la Sociedad General de Escritores de México. No sé cuánto tardó en darse cuenta de que en la divulgación de la ciencia, al estilo del cucc, se combinaban perfectamente sus pasiones por la ciencia y la literatura, pero al final Estrella encontró su vocación en este oficio.

Indomable

Estrella y yo nos conocimos en una rebelión, aunque sólo por teléfono. Era 1996 y yo trabajaba como traductor freelance con cierta editorial de libros de texto. En esa época nos pagaban en dólares y la carga de trabajo semanal era llevadera hasta que un día, no sé por qué, las condiciones cambiaron. La editora con la que estaba trabajando en un nuevo libro me informó que se acababa lo de los dólares, pero además que nos pagarían mucho menos por mucho más trabajo. En esas nuevas condiciones ya no me costeaba seguir ahí. Esa noche sonó el teléfono. Era una tal Estrella Burgos (el nombre me sonaba), que también era traductora en la misma editorial y que estaba como yo: indignada de que nos quisieran explotar. Me propuso hacer frente común e iniciar una huelga de diccionarios caídos. Acordada la rebelión, seguimos platicando más de una hora.

Nuestra huelga fue inútil y acabamos por renunciar. Me da una especie de Schadenfreude informar que a la editorial le fue muy mal con el proyecto que dejamos a medias: consiguieron traductores menos altaneros que nosotros (o más desesperados) para traducir el libro entre muchos y a marchas forzadas. El resultado fue una catástrofe que les salió carísima. Justicia poética, aunque francamente Estrella y yo hubiéramos preferido justicia justa.

Muchos años después, este espíritu indomable le serviría a Estrella para enfrentar con valor y como la señorona que era a autoridades que no tenían ganas de entender el trabajo de nuestra revista y la inquina de personajes siniestros que pasaron por estas oficinas. Pero sobre todo para encarar la enfermedad con un aplomo y una entereza que, a los que lo presenciamos desde fuera de su círculo familiar, nos parecieron sobrehumanos. Aquí paro con estos temas dolorosos. No quiero que esto cobre un tono plañidero.

Complicidad con el público

Estrella Burgos

Fotografía 1. Estrella Burgos trabajando en el Castillo Civitella-Ranieri durante una residencia artística en 2014. Crédito: Giorgia Fanelli.

En 1998 varios divulgadores —entre ellos, Juan Tonda y Antonio Chamizo— pensaron que la unam debería publicar una revista de divulgación para jóvenes. Era una buena idea. Otra buena idea fue pedirle a Estrella que fuera la editora. Estrella afinó la idea original, exigió total libertad editorial y, concedidas estas condiciones, se dedicó a darle forma a la divulgación al estilo ¿Cómo ves? El estilo comovesiano no tardó nadita en ganarse el favor del público y el reconocimiento del gremio divulgador, y al poco tiempo ya éramos la revista más vendida de la unam y nos habíamos ganado premios de la Cámara Nacional de la Industria Editorial y el Premio de la RedPOP a proyectos de divulgación de impacto internacional. Ha habido otros premios, pero no estamos aquí para presumir.

Cuando llegué a la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la unam y me reencontré con mi compañera de rebelión, rápidamente gravité hacia la revista. Estrella y yo platicábamos mucho de novelas y de secretos del oficio, temas que están muy relacionados porque los secretos del oficio más importantes los aprendimos tanto ella como yo de los novelistas que nos gustaban. Para escribir bien, nada como leer buena literatura sin importar el tema del que uno escriba.

Recuerdo que Estrella me habló de Harry Potter cuando apenas había dos volúmenes, antes de que saliera la primera película. Ella lo leía con sus hijos, que eran pequeños en aquella época. Estrella se asombraba de una cosa en particular: que J. K. Rowling, la autora, se pusiera firmemente del lado de sus lectores. En un mundo en el que la literatura infantil debía ser didáctica y edificante —obligada a transmitirles a los niños las ideas que los adultos querían inculcarles—, Rowling escribía exclusivamente para encantar y deleitar a su público, sin tomar en cuenta lo que los adultos pudieran considerar ideas convenientes ni tramas adecuadas para gente joven. En Harry Potter hay nobleza y valentía —nada novedoso en la literatura para jóvenes—, pero también hay traición y mezquinidad, y personajes ambiguos que no son totalmente buenos ni totalmente malos. Rowling incluso fue capaz de matar al personaje más entrañable de uno de sus volúmenes. Así explicaba Estrella el éxito que ya tenía Rowling con sus libros cuando yo empecé a comprarlos por recomendación suya: la complicidad de la narradora con sus lectores. Y eso también es parte del credo comovesiano: nosotros estamos con el lector antes que nada. —El personaje más importante es el público —dice Estrella en otro video.

El estilo comovesiano se fue enriqueciendo a lo largo de 25 años en esas largas y apasionadas conversaciones en la oficina de Estrella, así como en jocosísimas reuniones editoriales de todo el equipo, en las que nos reíamos de nosotros mismos, y en intercambios de ideas con colegas de todo el mundo. Estrella lo propagó por varios países en cursos y conferencias como el que estoy viendo en YouTube.

Superpoderosa

En noviembre de 2023 Maia Miret —sucesora de Estrella en la silla de la editora— me cedió el honor de escribir el editorial de la revista, un texto para anunciar el deceso de Estrella y celebrar su vida. Lo titulé “Supernova”, con el evidente juego de palabras sobre el nombre de Estrella al final, como aguijón. Unos meses después, para escribir este ensayo, encontré una colección encuadernada del legendario boletín Prenci que Estrella dejó en su oficina y me puse a hojearlo en busca de textos suyos de aquellos años. Al dar vuelta a una página del número de julio de 1987 me topé con esto: “Supernova, por Estrella Burgos”

Devoré el texto, una explicación diáfana y perfectamente ritmada de la supernova SN 1987 A, que había aparecido en febrero de ese año en la Nube Mayor de Magallanes y que sigue siendo la única supernova visible a ojo pelón después de 1604. Las supernovas enriquecen el medio interestelar con nuevos elementos químicos y brillan más que toda una galaxia durante varias semanas. Al final queda una estrella de neutrones y una nube resplandeciente, rica en materiales para formar nuevas estrellas. La supernova de 1987 no se comportó a este respecto como se esperaba, lo que dejaba preguntas para resolver en el futuro. Hacia el final de su artículo Estrella expone otro enigma que habría que zanjar después: “Se ha propuesto que en la supernova [1987 A] se formó un hoyo negro, pero probablemente pasará mucho tiempo antes de que pueda probarse esta hipótesis”.

Para colmo de casualidades, resulta que la misma semana que leí el artículo de Estrella, salió en Science una investigación en la que un equipo científico ofrece la solución de ese enigma a partir de datos del telescopio espacial James Webb y el telescopio Hubble. Qué ganas de mandarle a Estrella un whatsapp y decirle: “¡Boss! ¡Ya sabemos! Parece que fue estrella de neutrones”. Aunque posiblemente habría sido ella la primera en enterarse y pasarme la noticia a mí, que es lo que siempre ocurría. Era uno de sus superpoderes: estaba enterada de todo en materia de actualidad científica. Estrella siempre cultivó muchos canales de información, asistiendo a las reuniones internacionales más importantes de la ciencia y su comunicación —casi siempre pagada de su propio bolsillo— y así es como se hizo del superpoder de husmear desde lejos los temas que serían importantes. Gracias a eso, en ¿Cómo ves? llegamos a tratar temas de rabiosa actualidad antes que Scientific American, o por lo menos al mismo tiempo.

Legado luminoso

Nuestra querida Estrella murió en octubre de 2023 tras una larga enfermedad, pero yo llevo en la cabeza una simulación cerebral de ella que sigue funcionando sin preocuparse de las vicisitudes del mundo físico. La única diferencia es que la simulación ya no se actualiza todo el tiempo, pero esto no me impide hacerme una imagen mental de lo que diría Estrella, los gestos que haría al decirlo, el sonido y la inflexión de su voz. (“Ya ves cómo eres, QP”, le había dado por decirme en los últimos tiempos. Todavía me da risa oírla en mi mente.) Para quien no la haya conocido, hay montones de videos en YouTube en los que la pueden ver impartiendo cursos y exponiendo su filosofía estelar de la divulgación de la ciencia y lo que hace falta para entablar el vínculo de complicidad con el público que tanto le admiraba a Rowling.

En ¿Cómo ves? la extrañamos mucho, pero nos da aliento saber que su trabajo sigue contribuyendo a construir y enriquecer la divulgación de la ciencia en español. Esos videos, sus libros y los 25 años de la revista son el resplandor prolongado de nuestra Estrella convertida en supernova.

Referencias

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079