Un fuerte terremoto destruye de inmediato las
asociaciones más viejas: el mundo, el símbolo mismo de
todo lo que es sólido, se ha movido bajo nuestros pies
como una capa sobre un líquido; un segundo de tiempo le
ha transmitido a la mente una extraña idea de inseguridad,
que nunca habría surgido con horas de reflexión


Charles Darwin

Un huracán de pensamientos se libera después de cada
nuevo entendimiento. Este a su vez resulta en un
terremoto de premisas. Estos son los desastres naturales
que remodelan el espíritu


Vera Nazarian



19S

Amables lectores, debí haber escrito esta Editorial a principios de septiembre, pero la procrastinación que frecuentemente nos afecta me llevó a diferir el sentarme ante la página en blanco durante algunas semanas, hasta que el 19S nos impactó en la Ciudad de México. Ahora que escribo estas líneas es imposible no tocar el tema; si así lo hiciera, estaría faltando al respeto a los millones de personas afectadas por el terremoto, cuyos efectos continuamos procesando. En estos días he leído docenas de editoriales en los medios, que abordan el tema desde muchas perspectivas. Intentaré hacerlo con sensibilidad, sin restar énfasis en las lecciones a aprender, y situando algunos de los manuscritos que aparecen en este número de la Revista Digital Universitaria (RDU) en un panorama de utilidad y optimismo. Es fascinante cómo Charles Darwin capturó en unas líneas el brutal efecto de unos cuantos segundos en la vida de las personas, y cómo emerge esta profunda sensación de inseguridad que, como dice la cita: “nunca habría surgido con horas de reflexión”. En un breve intervalo de tiempo el contexto de muchísimas personas cambió radicalmente, y día a día nos preguntamos cómo podemos contribuir con nuestro grano de arena en el amplio horizonte de acciones posibles. Creo firmemente que las instituciones educativas y académicas, como la nuestra, están en una situación idónea para aportar ideas y acciones que promuevan el regreso a esa fluida y efímera situación que, a falta de otro descriptor, llamamos “normalidad”.

El 19 de septiembre por la mañana, tuvimos una reunión de trabajo con nuestro Rector, el Dr. Enrique Graue Wiechers, otros rectores de universidades públicas y privadas de varios estados de la República, y con académicos y representantes de dichas entidades, para dar continuidad a una iniciativa de innovación educativa. Los detalles de la constitución de este grupo interuniversitario los comentaremos en el siguiente número de la RDU. Baste decir que ese día, en el agradable escenario de la Unidad de Seminarios “Ignacio Chávez” de la UNAM, se solidificó la gestación de una iniciativa que representa un poderoso ejemplo de trabajo en equipo, con creatividad y rigor académico, para desarrollar intervenciones en beneficio de los estudiantes de educación superior. Al final de esa productiva sesión, todos los presentes nos dirigimos a nuestras instituciones para participar en el macrosimulacro programado a las 11 de la mañana, que transcurrió “sin novedad”. Las personas que no habían nacido en 1985 y aquellos que ya teníamos consciencia en esa fecha, colaboramos de manera rutinaria en el proceso de este ejercicio, algunos sin tener muy claro de qué se trata este “ritual”, al que nos hemos acostumbrado en los últimos 32 años. Después de caminar ordenadamente a nuestros puntos de reunión y de platicar trivialidades, regresamos a nuestras áreas de trabajo muy quitados de la pena.

Sobra decir que todos los que vivimos en la sufrida Ciudad de México, al sentir el movimiento telúrico a las 13:14:40 horas del 19S, vivimos unos instantes de angustia y miedo, por el riesgo de morir, propio y de nuestros seres queridos, o de perder aquellos bienes materiales que, si bien son secundarios, tanto trabajo nos ha costado adquirir. Cada uno de nosotros tiene multitud de historias que contar sobre lo que experimentó en esos aciagos momentos, que nos hicieron –y nos siguen haciendo– repensar el total de nuestras prioridades vitales y personales. Con el paso de los días, la cifra creciente de personas fallecidas y heridas, de casas y edificios dañados, el retorno a la rutinaria normalidad se ve cada vez más lejano.

¿Qué aporta este número de la RDU?

Los manuscritos que integran este número de la revista ofrecen un caleidoscopio de áreas del conocimiento con intensa vigencia, originándose en diversas perspectivas del quehacer universitario y ofreciendo potenciales soluciones a problemas que aquejan a la sociedad moderna. A continuación, comentaré brevemente algunos de ellos, con la perspectiva particular a la que nos obliga la situación actual del país:
  • ¿Qué tan derecho es el derecho a la educación en México?” ¡Qué tema tan ad hoc para empezar! Además de ser uno de los tópicos más apasionantes e importantes del discurso y acción social actuales, lo que nos llevó a agregar apartados educativos en la RDU para explorar estos temas desde diversas ópticas, es una de las esferas más directamente afectadas por el 19S. El análisis de este derecho, a la luz de los cuatro principios de los derechos humanos descritos por la autora: universalidad, indivisibilidad, interdependencia y progresividad, en el contexto de los desastres naturales, nos debe llevar a reflexionar profundamente sobre el tema y a hacer lo posible para que estos principios no sean sólo palabras vacías en nuestra Carta Magna. La pérdida de vidas en centros educativos, de estudiantes (niños, jóvenes y adultos), docentes, administrativos y trabajadores, así como los esfuerzos colectivos de la sociedad y las dependencias oficiales para rescatar con vida a los sobrevivientes, ha sido uno de los puntos más poderosos emocionalmente en este catastrófico evento. ¿Cómo borrar de nuestras mentes las imágenes y videos de las instalaciones educativas destruidas y gravemente dañadas?, ¿la expresión de angustia, miedo y dolor de los testigos de estos hechos y de los familiares de los afectados?, dicen que el tiempo sana todas las heridas, pero éstas son demasiado profundas como para no dejar cicatrices permanentes en nuestra psique individual y colectiva.

    Uno de los efectos inmediatos del desastre fue la cancelación de clases en todos los niveles educativos, que a 10 días del evento distan mucho de regresar a la normalidad, sobre todo en la educación básica. Es entendible la preocupación de autoridades, padres de familia y de los propios estudiantes por la seguridad; pero es menester reflexionar sobre los múltiples efectos que esto conlleva: al no asistir los niños a la escuela, las madres y padres que trabajan se ven en la encrucijada afectiva, logística y financiera de qué hacer con ellos mientras tanto, ¿quién los cuidará?, ¿quién les dará el apoyo psicológico necesario?, ¿quién modulará las noticias del terremoto y sus consecuencias para que las entiendan en su justa dimensión?, ¿cómo cubrir el gasto extra en caso de que haya que pagar por su cuidado?, ¿cómo compensar la pérdida de muchos días de educación formal?, ¿quién les va a dar la “escuela en casa”? Todas estas preguntas y otras requieren respuestas inmediatas, y no siempre se obtiene el apoyo necesario, efectivo y expedito de las instituciones escolares, docentes, o se carece de un andamiaje familiar y de amistades adecuado. Todas las mamás que conozco están angustiadas en el trabajo, pensando cómo resolver estos retos y actuar en consecuencia, con los potenciales efectos en su desempeño laboral. Es momento de exhibir sensibilidad y compañerismo con nuestras colegas que se encuentran en esta situación, en el espacio de trabajo y en el entorno familiar, y que hagamos un esfuerzo porque esta actitud de soporte organizacional a las personas que tienen hijos se convierta en algo permanente.

    En una exhibición de resiliencia impresionante, ciudadanos de todas las edades y todas las condiciones sociales, no sólo están saliendo adelante, sino que se están creciendo al reto. Los estudiantes adolescentes y adultos que se encuentran en los niveles de educación media y superior, nos han dado una gran lección con su actitud y sus acciones, ayudando con todas sus fuerzas, sin mirar a quién y sin esperar recompensa alguna sino la satisfacción de ayudar al prójimo. ¡Qué esta conducta permanezca y contagie a todos los estratos etarios!

    Otro aspecto educativo a considerar, es ser testigos de cómo las vivencias intensas de este tipo generan un aprendizaje profundo y extremadamente significativo. A los que nos dedicamos a la docencia, lo que hemos atestiguado durante y después del temblor debe ponernos a pensar sobre la importancia relativa de la educación formal en el interior de las paredes institucionales. ¿Cuándo se aprende más, cuando se lee algo, se realiza un ejercicio de simulación artificial, o cuando se enfrenta un problema real que requiere soluciones inmediatas de consecuencias imprevistas? Estoy seguro que los médicos jóvenes, los estudiantes de pre y posgrado de ingeniería y arquitectura, entre muchos otros, aprendieron (y se transformaron) mucho más profundamente con esta experiencia que con cualquier ejercicio, tarea o solución de problemas en papel o en computadora. Por supuesto, no quiero decir que es mejor que haya desastres para que ocurra el aprendizaje, sino que este tipo de vivencias debe obligarnos a los docentes a poner los pies en la tierra y a no sobreestimar el efecto educativo de las experiencias curriculares excesivamente planeadas y microcontroladas, como nuestras conferencias tradicionales o los programas académicos de las asignaturas que en el papel se ven muy bien. Reflexionen aquellos que tengan responsabilidades docentes, ¿qué haremos con la disminución de días de clases en nuestro calendario académico, que se ha visto irremediablemente afectado por la catástrofe? La solución simplista de “reponer horas de clase” para “cubrir todo el programa”, sin tener en cuenta el contexto profundamente transformado de nuestra sociedad, no debe ser la respuesta predominante. Se requiere creatividad, innovación, trabajo en equipo y compromiso, tanto de docentes como de estudiantes, así como de las autoridades responsables de los centros educativos.

    Una de las lecciones más importantes que nos deja el terremoto, es la importancia de la educación en la prevención, actuación debida durante y después de desastres mayores, para disminuir en lo posible los daños y las pérdidas humanas. Si uno de los factores que inciden en el aprendizaje es la repetición, la madre naturaleza se ha encargado de recordarnos, una y otra vez, lo importante que es poseer las habilidades y competencias para tener un desempeño adecuado al enfrentar desastres como un huracán o un terremoto, más allá del conocimiento teórico. Es curiosa la ausencia en el currículo formal de muchas de nuestras instituciones educativas, de la enseñanza y evaluación de las habilidades mínimas para confrontar este tipo de desastres naturales. Aunque en Internet y en la literatura científica existe una gran cantidad de recursos para aprender los conceptos básicos y avanzados sobre terremotos y otros desastres, frecuentemente no los revisamos hasta después del evento. Salimos debiéndole, en los hechos, a la cultura de prevención de la que tanto hablamos. En las pláticas de café en estos días (en las que es inevitable hablar del tema), todos nos hemos convertido en “expertos” en la escala de Richter, epicentros, diferencias entre oscilatorio y trepidatorio, Gales, la placa de Cocos, etcétera, ojalá este caudal de conocimientos permanezca y nos motive a profundizar en lo que realmente podemos hacer para tener respuestas más efectivas ante las catástrofes.

    El cruel recordatorio de la naturaleza, que coincidió de manera inexplicable con el día 19 de septiembre, nos hizo rememorar vívidamente la experiencia que tuvimos en nuestra ciudad con el terremoto de 1985. Recordamos que también en esa época nos convertimos en “terremotólogos” de la noche a la mañana. A pesar de que muchas cosas se han hecho mejor en los últimos 32 años, aún nos falta muchísimo por realizar en el terreno educativo, creo que debemos “hacer de la necesidad virtud”. Incorporemos en nuestros currículos formales, vividos y ocultos los conceptos más relevantes para sobrevivir a los desastres y desaparezcámoslos del currículo nulo (concepto que se refiere a temas de estudio no enseñados, o que siendo parte del currículo no tienen aplicabilidad ni utilidad aparente, considerándose como contenido superfluo). Invito a los lectores a que tengamos en nuestras listas de “favoritos” recursos educativos confiables sobre estos temas, de los que existen muchos en la red (OMS, OPS, National Geographic, NEHRP, UNESCO). Existen también aplicaciones para dispositivos móviles que, utilizando videojuegos, pueden enseñar a tener conciencia sobre la importancia de estar preparado para situaciones de emergencia, un ejemplo es Tanah: contra los terremotos y tsunamis desarrollado por la UNESCO. Una de las fuentes de recursos más interesante sobre el tema es el International Network for Education in Emergencies (INEE), una red internacional de más de 13 000 miembros individuales y 130 organizaciones en 190 países. Los miembros de esta organización son personas interesadas en el tema (docentes, estudiantes, investigadores), organizaciones no gubernamentales, ministerios de educación y agencias de las Naciones Unidas que, de manera voluntaria, han unido esfuerzos para trabajar apoyando la educación durante emergencias (Shroder). Creo que vale la pena integrarse a este tipo de iniciativas, para que se sigan desarrollando e incrementen su capacidad de acción.

    En conclusión, como han afirmado los expertos en el tema: “la educación ha sido clave para disminuir la mortalidad en los terremotos” (Knopoff).

  • Científico de datos: codificando el valor oculto e intangible de los datos”. Uno de los cambios paradigmáticos más importantes del siglo XXI ha sido el advenimiento del concepto de Big data (volúmenes masivos de datos), y los sofisticados métodos analíticos utilizados para entender con precisión complejos fenómenos biológicos, físicos y sociales que antes eran imposibles de explorar. El artículo describe este fascinante campo y la nueva casta de científicos pionera en el área, los data scientists (científicos de datos), una combinación fascinante de pericia en diferentes disciplinas que rápidamente se está convirtiendo en una de las profesiones más solicitadas.

    Sobre el tema que nos ocupa, el uso de Big data podría convertirse en uno de los “cambiadores de juego” en el escenario de predicción de los desastres. Estos días hemos oído en todos los noticieros y entrevistas a expertos, que es imposible predecir los terremotos y, en consecuencia, que tenemos que aprender a vivir en la incertidumbre (sabiendo que la Ciudad de México se encuentra en un área sísmica, y que tarde o temprano volveremos a repetir la experiencia vivida recientemente). Estas afirmaciones generalmente no tranquilizan mucho a la sociedad, aunque desde el punto de vista técnico parece ser que este tipo de fenómenos son inherentemente impredecibles (Marr, 2015). El uso de “terremoto” y “predicción” en la misma oración inmediatamente genera escepticismo, principalmente en la comunidad científica. El pronóstico de los terremotos es el “Santo Grial” de la sismología, y por muchas décadas ha sido buscado por los investigadores del área, sin éxito contundente (Marr, 2015 y 2016). Sin embargo, con el uso de la “magia” de la analítica de Big data, algunas organizaciones (http://www.terraseismic.com y otras) están utilizando los volúmenes masivos de datos generados de diversas fuentes (como los producidos por la red de satélites que circunda el planeta) para intentar predecir, con cierto grado de precisión, terremotos importantes que tengan potencial de causar daño (Singh y Haraksingh, 2016; Kannan, 2014; Sneed, 2017). Es importante señalar que aún no se ha resuelto el problema, que los académicos expertos en este tema recomiendan ser muy prudentes en la interpretación de la literatura (científica y de divulgación) que reporta estos interesantes hallazgos, y que no echemos las campanas al vuelo por artículos aislados o trabajos de empresas que tienen un conflicto de interés intrínseco al publicitar la efectividad de sus métodos e instrumentos. Sin embargo, el uso de métodos cada vez más sofisticados de inteligencia artificial y machine learning (aprendizaje de máquinas), podría ofrecer nuevos caminos para llegar a resolver este “acertijo imposible”.

    Independientemente de lo lejos que estemos de tener un sistema de predicción de terremotos confiable, rápido y disponible para todos los países, creo que estos últimos eventos catastróficos deben ser una ruidosa alarma, un semáforo rojo, una llamada de atención impostergable a nuestros gobernantes, para que dediquen los recursos humanos y financieros que sean necesarios al desarrollo de la investigación científica. Ésta será la mejor manera de seguir avanzando en la prevención y detección temprana de los desastres naturales, en lugar del actual sentimiento de inevitabilidad y vulnerabilidad que prevalece. Por lo pronto, utilicemos los recursos globales que se han desarrollado, como los mapas de áreas afectadas por el terremoto proporcionadas por la NASA a las autoridades nacionales y a la comunidad en general, para ayudar a identificar las zonas dañadas en la Ciudad de México (disponibles en: https://www.jpl.nasa.gov/spaceimages/details.php?id=pia21963). El vaso de la tecnología no está totalmente lleno, pero tenemos la obligación moral de tener consciencia de estos recursos, ya que no utilizarlos se convierte en un desastre en sí mismo.

  • Programa Adopte un Talento: un vínculo entre la comunidad científica y los niños”. Este artículo es extraordinariamente inspirador. No hay tarea más importante en la especie humana que la educación, ya que de ella se desprende todo lo positivo que podemos realizar en nuestro transitorio paso por el planeta. El programa PAUTA es una iniciativa innovadora, que pretende promover la inquietud científica en nuestro más preciado tesoro, la niñez mexicana. La metodología utilizada en el programa ha tenido resultados fascinantes, por lo que esperamos que en un futuro cercano haya iniciativas similares en otras instituciones. Debemos crear ese catalizador tan necesario en nuestro país: una comunidad científica competente, creativa, crítica, proactiva y propositiva, que contribuya a resolver los problemas ingentes de nuestra sociedad. Necesitamos más geólogos, sismólogos, paleosismólogos, divulgadores de la ciencia que expliquen con claridad estos fenómenos, y una sociedad dotada con las habilidades de pensamiento crítico suficientes para interpretar, cuestionar y aplicar los conocimientos generados por el gremio científico. La Universidad Nacional Autónoma de México, a través del Servicio Sismológico Nacional del Instituto de Geofísica, es el referente nacional en los temas de sismos, temblores y terremotos, es un hecho que debemos continuar impulsando su desarrollo e incrementando la red de instituciones nacionales e internacionales que son capaces de analizar y explicar estos fenómenos.

  • ¿Procrastinar?, ¡no!

    En este número de la revista aparecen también manuscritos de instituciones educativas, estudiantes y docentes, sobre los temas de la aplicación de las ciencias “ómicas”, las partículas subatómicas y las supercomputadoras, la experiencia digital de un educando y su impacto en la necesidad formativa, y la importancia de la formación tecnológica en la cultura científica. Invitamos a los lectores asiduos (¡y a los nuevos!) de nuestra publicación a explorar estos interesantes temas, no solo para incrementar su acervo cultural, sino para poner manos a la obra en la dura tarea de la recuperación de nuestro país. Con dolorosa frecuencia escuchamos que los mexicanos tenemos nuestra propia versión de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, transformándolo en: “no hagas hoy lo que puedas hacer mañana”. Procrastinar es uno de los verbos que debemos intentar erradicar de nuestro léxico cotidiano nacional, para enfrentar con eficacia nuestras duras realidades.


    Editor en Jefe
    Melchor Sánchez Mendiola
    Facultad de Medicina, UNAM



    Referencias

    INEE (International Network for Education in Emergencies). <http://www.ineesite.org/en/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Kannan, S. (2014) Improving Innovative Mathematical Model for Earthquake Prediction. J Geol Geosci, 3:168. doi:10.4172/2329-6755.1000168 <https://www.omicsonline.org/open-access/improving-innovative-mathematical-model-for-earthquake-prediction-2329-6755.1000168.php?aid=28150>.

    Knopoff, L. (1996). Earthquake prediction: the scientific challenge. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 93(9), 3719–3720. <https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC39427/>.

    Marr, B. (2015). Big Data: Saving 13,000 Lives A Year By Predicting Earthquakes? Forbes. <https://www.forbes.com/sites/bernardmarr/2015/04/21/big-data-saving-13000-lives-a-year-by-predicting-earthquakes/#2a91cdb5d8da> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Marr, B. (ed) (2016) Terra Seismic: Using Big Data to Predict Earthquakes, in Big Data in Practice: How 45 Successful Companies Used Big Data Analytics to Deliver Extraordinary Results, John Wiley & Sons, Ltd, Chichester, UK. doi:10.1002/9781119278825.ch39 <http://onlinelibrary.wiley.com/book/10.1002/9781119278825>

    National Geographic. Education. Teaching resources. Eartquakes 101. <https://www.nationalgeographic.org/media/earthquakes-101-wbt/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    National Earthquake Hazards Reduction Program. <http://www.nehrp.gov/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Organización Mundial de la Salud. Acción Sanitaria en las Crisis Humanitarias. Terremotos. <http://www.who.int/hac/techguidance/ems/earthquakes/es/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Organización Panamericana de la Salud. Departamento de Emergencias en Salud. <http://www.paho.org/disasters/?lang=es> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Shroder, J. (2014). In Chile’s earthquake, education was key to low mortality. Understanding how to cope with megaquakes is essential for survival. Elsevier Connect. <https://www.elsevier.com/connect/in-chiles-earthquake-education-was-key-to-low-mortality> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    Singh, D., Haraksingh, I. (2016) Earthquakes can be Predicted. J Geol Geophys, 5:255. doi:10.4172/2381-8719.1000255 <https://www.omicsonline.org/peer-reviewed/earthquakes-can-be-predicted-79790.html>.

    Sneed, A. (2017). Can Artificial Intelligence Predict Earthquakes? Scientific American <https://www.scientificamerican.com/article/can-artificial-intelligence-predict-earthquakes/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    UNESCO. Educación en Contextos Emergencia. <http://www.unesco.org/new/es/quito/education/educacion-en-emergencia/guias-para-docentes/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    UNESCO. Tanah. Aplicación contra terremotos y tsunamis. <http://www.unesco.org/new/es/quito/education/educacion-en-emergencia/tanah-contra-los-terremotos-y-tsunamis/> (Accesado el 29 de septiembre de 2017).

    COMENTARIOS

    Melchor Sánchez Mendiola
    Editor en jefe de la Revista Digital Universitaria


    Doctor en Ciencias, Educación en Ciencias de la Salud por la UNAM; maestro en Educación en Profesiones de la Salud por la Universidad de Illinois en Chicago, EUA. Médico Pediatra por la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos (UDEFA). Profesor de Carrera Titular C de Tiempo Completo Definitivo en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina, UNAM.

    Actualizado hasta septiembre, 2017.

    Sánchez Mendiola, Melchor (2017). “México 19S: ¿Punto de quiebre o de partida?”, en Revista Digital Universitaria (RDU), vol. 18, núm. 7, septiembre-octubre. DOI: <http://doi.org/10.22201/codeic.16076079e.2017.v18n7.a0>.
    Ana María del Pilar Martínez Hernández y Magda Campillo Labrandero Muchas de las características que hemos dado por sentadas en el pensamiento y la expresión dentro de la literatura, la filosofía y la ciencia, y aun en el discurso oral entre personas que saben leer, no son estrictamente inherentes a la existencia humana como tal, sino que se originaron debido a los recursos que la tecnología de la escritura pone a disposición de la conciencia humana. Walter J. Ong, Oralidad y escritura. Para Walter J. Ong, la oralidad fue resultado de la evolución humana que permitió la comunicación entre las sociedades primitivas. El humano “aprendió a leer en una etapa muy posterior de su historia y al principio sólo ciertos grupos podían hacerlo. El Homo sapiens existe desde hace 30 mil a 50 mil años. El escrito más antiguo data de apenas hace 6 mil años” (Ong, 2016: 36). La oralidad, según nuestro autor, puede ser vista como un evento “natural” en tanto está integrada al cuerpo –la voz–, mientras que la escritura es un invento del ser humano, por ello la define como tecnología. Sin embargo, una y otra –oralidad y escritura– constituyen procesos cognitivos asociados y el surgimiento de la escritura fue fundamental para la evolución y complejización del pensamiento y la conciencia. Gracias a la escritura se pudo hacer un registro de los hechos, los haberes y, sobre todo, acoplar las experiencias, los datos y los conocimientos; avanzar colectivamente, desde un punto fijo sin partir de cero. El crecimiento de este saber ha variado a lo largo de la historia y de la cultura que lo propicia, de la idiosincrasia de un colectivo, de nuevas tecnologías como la imprenta o internet, de las necesidades ingentes de resolver problemas vitales o de defensa, de genios innovadores y de grupos de científicos que se han enfrentado a los poderes fácticos aun a costa de sus vidas; en fin, ha estado determinado por múltiples factores. La relación entre saber y poder, así como el acceso restringido al primero, es una historia aparte. El día de hoy en la mayoría de las sociedades el conocimiento se ha democratizado. Cuando esto no ocurre puede deberse a diversos factores; uno de ellos, aunque parezca increíble, es la existencia de millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta que son analfabetas, aún en sociedades “desarrolladas”; otro, el analfabetismo digital, determinado por la falta de poder económico para la adquisición de tecnologías y conectividad, normalmente vinculadas con países en pobreza extrema; uno más, asociado a naciones gobernadas por regímenes totalitarios que no permiten por razones ideológicas el libre acceso de sus ciudadanos a la información. Un problema de otro carácter se refiere a la alta especialización con la cual se produce el conocimiento científico, filosófico, literario, etcétera; es en este sentido donde se refrenda la importancia de la difusión y la divulgación de la ciencia para acercarla al público, para promoverla, para generar vocaciones, para convertir al ser humano “común” –si puede usarse este término– en ciudadano bien informado, que participa y transforma a su comunidad a través del conocimiento apropiado, lejano a prejuicios, estereotipos e “ismos” de toda índole; que lleva la cultura –en su acepción más amplia– a todos los espacios de participación social. Sin lugar a dudas, estas posibilidades son parte inherente de los principios y valores de la UNAM y de la Revista Digital Universitaria. Con el afán de incluir de manera sistemática manuscritos sobre todas las áreas del conocimiento y dar cabida a grupos de universitarios de todo el país, en este segundo número de la nueva época de esta revista, se presenta una selección de siete textos que abarcan diversos temas de autores, tanto de la UNAM con externos a ella. A continuación, se da un breve panorama del contenido de los artículos y, dado que nuestros lectores se están familiarizando con la nueva estructura de la RDU, nos tomamos la libertad de contextualizar de nueva cuenta el propósito de las cuatro secciones que la conforman. Varietas El objetivo de esta sección es difundir de manera atractiva, y clara, descubrimientos, teorías, fenómenos, sucesos y resultados de investigación en todas las áreas del conocimiento. Manuel Lino, actual presidente de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, en su artículo titulado: “Comunicación de la ciencia en México, el menosprecio de públicos y privados”, nos habla de los retos que enfrenta nuestro país para transmitir y difundir el conocimiento científico a público no especializado. A partir de la narración de una interesante experiencia autobiográfica del famoso físico estadunidense Richard Feynman, Lino introduce la importancia de considerar al público objetivo en la buena comunicación de la ciencia y muestra a través de diversos datos la situación de la divulgación de la ciencia en México. Ricardo Victoria, Alejandra Uría y Juan José López, investigadores y maestros de la Universidad Autónoma del Estado de México, hablan en el artículo denominado: “¿Los juguetes representan la diversidad de los usuarios?”, de la importancia de la variedad en el diseño de juguetes infantiles y presentan tres interesantes casos de estudio. Desde su perspectiva, las empresas dedicadas a fabricar juguetes deberían tomar en consideración, además de las demandas del mercado, el papel del juego y del juguete para los usuarios al diseñar productos que reflejen, de manera responsable, la diversidad social de la población actual. En el artículo “Micotoxinas: ¿Qué son y cómo afectan a la salud pública?”, un grupo de seis investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo –Ricardo Santillán, Gerardo Rodríguez, Sylvia Fernández, Gerardo Vázquez, Juan C. Montero y Julieta Benítez–, nos explican la contaminación de alimentos causada por cuatro variedades de micotoxinas, fenómeno que se ha convertido en un problema importante de salud pública en el mundo, con un costo millonario para la prevención y tratamiento de graves enfermedades. Continuum educativo En esta sección se busca dar voz a proyectos educativos exitosos, tanto desde la perspectiva de los docentes como de los alumnos. Para este número de la RDU se presentan tres experiencias; dos narradas por maestros de bachillerato y licenciatura, y una desde de un grupo de estudiantes de licenciatura. En el artículo: “Las lenguas extranjeras en la difusión de las ciencias biológicas y de la salud”, dos comprometidas maestras de la Escuela Nacional Preparatoria –Paola Garcés y Yadira Alma Hadassa Hernández–, nos narran su experiencia en el desarrollo de un programa que busca integrar el aprendizaje y la práctica de las lenguas extranjeras que se ofertan en la preparatoria (inglés, francés, alemán e italiano). Como parte del proyecto, los estudiantes de bachillerato realizan en las cuatro lenguas diversas actividades, entre las que se incluyen conferencias y talleres, la creación de sitios web y la edición de una revista de difusión científica, todas ellas con temas vinculados a las ciencias biológicas y de la salud. En la segunda experiencia incluida, la Dra. Nelly Rigaud, maestra de la Facultad de Estudios Superiores campus Aragón, comparte una extensa y detallada reflexión acerca de su práctica docente en la enseñanza de las matemáticas, la cual reconoce se ha transformado y mejorado a partir de su participación en el Seminario Universitario para la Mejora de la Educación Matemática (SUMEM) de la UNAM. Esta experiencia se complementa con el artículo de Diana Martínez, Guillermo Alvarado, Kristel Boyzo y Fernando Casales, cuatro estudiantes de ingeniería, quienes, desde su perspectiva, narran la riqueza y utilidad que tienen las matemáticas y plantean la forma en que les gustaría que se enseñara esta disciplina. Universidades En esta sección, cuyo propósito es mostrar actividades relevantes de y para la vida universitaria, la Dra. Eugenia Marmolejo, cuenta el origen del SUMEM en el año 2013, cuyo propósito es mejorar el nivel de los conocimientos matemáticos de alumnos y maestros de la UNAM. En el texto se describen algunos eventos recientes de este seminario que ilustran las conexiones entre conceptos matemáticos y otras áreas del conocimiento. Caleidoscopio Esta sección, pensada como un espacio para incluir materiales diversos, preferentemente de forma audiovisual, presenta en este número una infografía dinámica titulada: “Recordando a José Vasconcelos a 58 años de su muerte”, pensada para conmemorar este acontecimiento a través de la descripción de los eventos y acciones más importantes de la vida de este polémico personaje, quien fuera rector de la UNAM y secretario de educación pública. Esperamos, a través de este abanico de escritos, cumplir con la finalidad de la RDU en esta nueva época, al presentar narrativas y perspectivas de diversos campos de conocimiento, que difunden resultados de investigación y experiencias vitales de primera mano, con la intención de comunicar la ciencia para el uso y disfrute de los diversos lectores de la comunidad universitaria y del público en general, a quienes invitamos a que interactúen con el equipo editorial de la RDU compartiendo sus opiniones sobre los artículos incluidos en este número y sugiriéndonos temas de su interés para publicaciones posteriores.
    Melchor Sánchez Mendiola Cada acto de percepción, es hasta cierto grado un acto de creación, y cada acto de memoria es hasta cierto grado un acto de imaginación. Oliver Sacks, Musicofilia. Pase de estafeta Estimados lectores, permítanme presentarme, soy Melchor Sánchez Mendiola, médico pediatra, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fanático y profesional de la educación y de la evaluación educativa. Actualmente soy Coordinador de una dependencia universitaria de reciente creación, y a partir del mes de mayo del presente año, Editor en jefe de la Revista Digital Universitaria. Se preguntarán: ¿por qué el cambio y por qué usted es el editor en jefe?, ¿cómo se capacitó para editar una revista de divulgación científica? Como todo en la vida, no hay una respuesta sencilla: he tenido una rica y vasta experiencia clínica atendiendo pacientes pediátricos gravemente enfermos en varios contextos de salud públicos y privados, nacionales y del extranjero; he acumulado una gran cantidad de información y conocimiento sobre investigación “básica”, clínica y educativa, el uso de la evidencia científica publicada para la toma de decisiones, y me he enfrentado al enorme reto de tomar decisiones compartidas con pacientes, familiares, estudiantes y docentes. En las últimas dos décadas he “migrado” de la medicina clínica de tiempo completo a la educación superior de tiempo completo, con el sinfín de satisfacciones, sensaciones de nostalgia y de “caminos no andados” que ello implicó. La vida nos llena de sorpresas, va dando giros y dobles curvas, y en las diferentes fases de nuestra existencia nos enfrenta con retos, problemas y circunstancias que nos hacen exhibir diferentes aptitudes y facetas. Uno de los hilos comunes a las vivencias arriba mencionadas, ha sido la ingente necesidad de comunicar ideas y conceptos técnicos complejos a personas con una formación diferente o, como desafortunadamente ocurre con frecuencia, a personas que no han tenido la oportunidad de vivir la educación superior y sus efectos. Imagine el lector estos escenarios: una médica trata de explicar a un paciente la eficacia de la quimioterapia para un cáncer avanzado; un físico desea que un estudiante entienda la teoría de la relatividad; un poeta pretende enseñar a un político la belleza de la palabra hablada; una filósofa quiere convencer a un adolescente de la vigencia de Sócrates en la era de Trump. En estas situaciones la necesidad de expresar las ideas en un lenguaje lo menos técnico posible, con preocupación sincera porque el receptor de la información la aprehenda de manera adecuada, se constituye en uno de los retos comunicacionales más fascinantes de la interacción humana. Tengo muchas memorias de la niñez, adolescencia y adultez, pero una de las más satisfactorias fue la lectura de todos los escritos de Isaac Asimov que pude conseguir. Sus historias de ciencia ficción como la saga Fundación, los documentos de divulgación de la ciencia como la Nueva Guía de la Ciencia, el Tesoro del Humor y sus múltiples obras autobiográficas, su pasión por la ciencia y los argumentos racionales, así como su particular sentido del humor, fueron una fuente de inspiración personal con efectos duraderos. La actitud afable pero rigurosa de Asimov, así como su profunda preocupación porque la sociedad tuviera elementos de información para establecer juicios de valor y entender lo que ocurre a su alrededor, son extrañadas en la era moderna de noticias falsas y estridencias sin sustento. Es en este contexto cuando el Dr. Felipe Bracho Carpizo, Director General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM, en uno de esos ejercicios de reflexión realistas y auténticos que tanto lo caracteriza, me propuso que la Revista Digital Universitaria (RDU) pasara a ser responsabilidad de la Coordinación de Desarrollo Educativo e Innovación Curricular (CODEIC) de nuestra casa de estudios. La revista nació, creció y llegó a su actual etapa de desarrollo en la DGTIC, en un ambiente predominantemente informático, con las ventajas, desventajas, factores explícitos y tácitos que ello implica. Actualmente, la mayoría de las revistas impresas tiene versiones digitales, y ese atributo (ser revista digital) que era su principal característica, dejó de ser privativo de expertos en tecnología y programación computacional para convertirse una modalidad esperada de las publicaciones en la era moderna. ¿Por qué la CODEIC y no otra dependencia de la UNAM? Más allá de la amistad que nos une, el Dr. Bracho externó sus argumentos y me hizo “una oferta que no podía rechazar”: la posibilidad de trabajar con un vehículo de difusión consolidado, con prestigio nacional e internacional, para continuar lo realizado hasta ahora. Esto con una orientación más amplia, que incorpore elementos educativos y de innovación para mejorar la efectividad de la comunicación pública de la ciencia (entendiendo ciencia en su concepto más abierto). Lo anterior nos permitirá diseminar el quehacer de la UNAM y de otras instituciones nacionales y extranjeras para informar y, ¡ojalá!, transformar positivamente a la sociedad mexicana y latinoamericana. Épocas de la RDU Como todas las iniciativas humanas –y esta revista no es la excepción–, la creación y desarrollo de la RDU en el seno de la DGTIC fue producto de la conjunción de una serie de eventos, circunstancias y personas que en su momento fueron la incubadora de esta innovadora publicación. Refiero al lector al detallado relato “Revista Digital Universitaria: 15 años del quehacer universitario en línea”, de Adrián Estrada Corona, para una narración pormenorizada del fascinante continuo de ‘épocas’ de la revista, con la descripción de lo que ocurrió en los primeros tres lustros de la misma y sus actores (Estrada, 2015). Al revisar el índice del número 0 y de los ejemplares de aniversario de las diversas épocas de la revista, es interesante contrastar el tipo de manuscritos, los temas y el énfasis colocado en los diversos aspectos del conocimiento humano. Para muestra un botón, el índice del número del 15 aniversario tiene los siguientes artículos: “Revista Digital Universitaria: origen y evolución de un experimento digital”. “Acceso Abierto, información científica disponible en línea sin barreras”. “Aspectos técnicos relevantes en la transición de las revistas al entorno electrónico”. “Reconstruir la historia en medios digitales. El caso del portal Poblar el Septentrión. Construyendo la historia del norte de México”. “Aplicación del modelo de satisfacción del usuario final de cómputo (EUCS) y su medición en kioscos digitales: caso Aguascalientes”. “Publicación digital: valiosa herramienta para la divulgación de la ciencia”. “Reseña: Bibliotecas y publicaciones digitales de Juan Voutssás Márquez”. Es comprensible el sesgo implícito hacia la materia tecnológica y su impacto en la publicación científica y de divulgación, pero creemos que el énfasis en un medio puede hacer que éste se convierta en el mensaje. La aparición de Internet en el escenario social de las últimas décadas ha sido el evento transformador más importante de nuestra especie en el último siglo, y la explosión del uso de dispositivos digitales portátiles como medio primario de comunicación y obtención de información ha provocado un escenario extremadamente complejo, en el que actualmente existen más teléfonos celulares en el mundo que seres humanos (Davies, 2014). Cuando la RDU apareció, las personas la leían en una computadora personal de escritorio, conectada a Internet en la casa, universidad u oficina, con todo lo que ello implica (estar sentado en un lugar fijo, el cuerpo en una posición que permitiera ver la pantalla –con poco margen de movimiento–, las características de los monitores de esa época eran diferentes de los actuales, etcétera). Claro que no me consta, pero imagino que algunos de sus lectores imprimían el artículo en papel para leerlo después. Actualmente, muchos de nosotros todavía tenemos una computadora fija de escritorio (que generalmente no compartimos, enfatizando lo personal en ‘computadora personal’), pero el escenario ha cambiado en el sentido que la mayoría de las personas, sobre todo las más jóvenes, utilizan sus dispositivos portátiles (celulares ‘inteligentes’, tabletas y netbooks) para leer información, en una dinámica personal y social completamente diferente. El paradigma en el que las computadoras eran solo herramientas tecnológicas separadas de nosotros, se está desmoronando al convertirse nuestros dispositivos personales en una continuidad del ser y parte de nuestra identidad (Clayton et al., 2015). La manera de comunicarnos con el mundo también se ha transformado radicalmente, ahora vivimos en un flujo constante y multidireccional de datos e información, que en ocasiones nos abruma. Michael Harris, en su libro El Final de la Ausencia, comenta: “Pronto, nadie recordará la vida antes de Internet. ¿Qué significa este inevitable hecho? Para las futuras generaciones, nada muy obvio. Estarán tan inmersos en la vida en línea que las preguntas sobre el propósito básico de Internet o su significado desaparecerán” (Harris, 2014). Estos hechos nos deben motivar a reflexionar intensamente sobre el futuro de todo tipo de publicaciones, tanto impresas como digitales, y su rol en nuestra cotidianeidad. La RDU gradualmente debe incorporarse en este “valiente nuevo mundo”, para continuar proporcionando material provocador, vigente y transformador a la audiencia de estudiantes, académicos y comunidad universitaria, así como al público interesado, en un formato congruente con la modernidad, sin sacrificar la calidad de los manuscritos y la profundidad de los conceptos explorados. En suma, no quisiera hablar en esta ocasión de ‘la quinta época’ de la RDU (aunque podríamos argumentar que ¡no hay quinto malo!), sino de la continuidad de la misma, en el contexto dinámico y de enormes retos organizacionales, políticos, sociales y económicos que tenemos en la actualidad. Pretendemos que este continuo esté sustentado en el trabajo en equipo, proceso editorial de calidad, orgullo institucional y nacional, y que genere un producto excelente que se nutra del proceso y de las personas que en él participan. “Lo único constante es el cambio”, Heráclito Cada cambio es una ventana de oportunidad, un espacio potencial de generación de ideas para mejorar y continuar creciendo (aunque también abre la posibilidad de echar todo a perder, por lo que hay que ser prudentes en la cantidad y progresión de los cambios), y este relevo de estafeta no es la excepción. El equipo editorial de la DGTIC que estuvo a cargo de la RDU en los últimos años, nos entregó una gran cantidad de material y productos del trabajo realizado que son testimonio de su profesionalismo y entrega institucional. Nuestro profundo respeto y agradecimiento a Lizbeth Luna González, Miguel Ángel Mejía y Fabián Romo Zamudio, así como al personal de la DGTIC que ha tenido algo que ver con la producción de la RDU. Estamos ciertos de que no es sencillo desprenderse de una obra de amor, les aseguramos que pondremos nuestro mejor esfuerzo para continuar con su excelente trabajo. Si las cosas no se hacen con cariño y pasión, generalmente no se hacen bien y no valen la pena. Hemos decidido realizar algunos cambios, que ocurrirán de manera gradual y premeditada: Renovación del Comité editorial. Se realizaron nuevos nombramientos dentro del Comité editorial (se ratificaron algunos integrantes para promover la continuidad), este es un trabajo en proceso que incluirá a corto plazo más personas de otras instituciones y países. En mayo de 2017 el Comité editorial está integrado por: Dr. Guillermo Aguilar Sahagún Consultor Independiente Dra. Ana María Cetto Kramis Instituto de Física, UNAM Dra. Frida Díaz Barriga Arceo Facultad de Psicología, UNAM Dra. Teresa I. Fortoul van der Goes Facultad de Medicina, UNAM Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg Facultad de Medicina, UNAM Dr. Agustín López-Munguía Canales Instituto de Biotecnología, UNAM Dr. Juan José Sánchez Sosa Facultad de Psicología, UNAM Dr. Antonio Sánchez Pereyra Dirección General de Bibliotecas, UNAM Dra. Annette Santos del Real Centro de Estudios Educativos, A.C. Mtra. Margarita Varela Ruiz Consultora independiente Dra. Luz del Carmen Vilchis Esquivel Facultad de Artes y Diseño, UNAM Dr. Leonardo Viniegra Velázquez Hospital Infantil de México “Federico Gómez” Equipo editorial. Al estar ‘alojada’ la RDU en la CODEIC, integramos un nuevo equipo editorial. Mi sincero agradecimiento al equipo que se ha encargado del nada sencillo proceso de recepción, organización e inicio de la transformación de la RDU en esta nueva etapa, no tengo palabras para expresarles mi reconocimiento por una excelente labor. Además de las personas listadas abajo, agradezco al maestro Daniel Morales Castillo su participación en el proceso: Editor en jefe: Dr. Melchor Sánchez-Mendiola, Facultad de Medicina, UNAM Editoras académicas: ▪ Mtra. Ana María del Pilar Martínez Hernández Facultad de Filosofía y Letras, UNAM ▪ Dra. Magda Campillo Labrandero Facultad de Psicología, UNAM Editora asociada: Lic. Carina Itzel Gálvez, CODEIC, UNAM Periodicidad. Después de discutirlo ampliamente, decidimos que la periodicidad de la publicación sea bimestral, para asegurar la calidad de los manuscritos y profesionalizar aún más el proceso editorial y de arbitraje. Secciones de la RDU. Los números dejarán de ser temáticos –aunque se programarán de manera ocasional para temas específicos que así lo requieran–, ya que consideramos que una revista digital de esta naturaleza debe proveer un abanico de ideas, narrativas y perspectivas que explore diversos tópicos. Actualmente el acceso a las publicaciones digitales a través de la red es una mezcla de planeación, espontaneidad y “serendipia”, por lo que creemos que una mayor variedad de artículos será de más utilidad para nuestros lectores. Por otra parte, siendo una de las principales misiones de la UNAM la educación, incluiremos temas relacionados con este campo de estudio, que tiene relevancia para todos los tipos del quehacer humano. La estructura de cada número de la revista será como sigue: Editorial Varietas Continuum educativo La voz de los docentes La voz de los estudiantes Universidades Caleidoscopio Otros cambios. Estamos trabajando en un nuevo logo e imagen de la revista, así como nuevas instrucciones para los autores, entre otras cosas, que irán ocurriendo paulatinamente en los siguientes meses. Lo que no cambia. La revista continuará siendo una publicación de divulgación de la UNAM, con altos estándares de calidad, indizada por CONACYT, con manuscritos sobre todas las áreas del conocimiento. Con gran satisfacción comunicamos a nuestros autores y lectores que este año se logró la renovación en el Índice de Revistas Mexicanas de Divulgación Científica y Tecnológica (IRMDCYT) del CONACYT, lo que da un estatus muy relevante a la RDU en la comunidad académica. Por otra parte, en la primera reunión del renovado Comité editorial, discutimos largamente sobre las diferencias semánticas y conceptuales de los términos “divulgación”, “difusión”, “diseminación”, que serán motivo de otra Editorial. Concluimos que se mantendrá el espíritu de comunicación social y pública del conocimiento y actividades humanas, dirigido al público latinoamericano de estudiantes, profesores, y sociedad en general interesada en estos temas. Panorama de este número El número de mayo-junio es el primer número de la RDU totalmente a cargo del nuevo equipo editorial. Estamos seguros que será el primero de una larga serie de ejemplares que continuarán la línea de contribuir a la divulgación del conocimiento humano, con un énfasis reflexivo y transformador. Los temas abordados son los siguientes: Varietas “La comunicación de la ciencia y la literatura: breve recorrido histórico”, María Emilia Beyer y Gabriela Frías Villegas “La memoria sonora de Radio UNAM: un referente de investigación y educación”, Santiago Ibarra y Margarita Varela “La fotografía científica. Historia y vínculo con la divulgación”, Víctor Gálvez “Museos de la UNAM. Sitios de aprendizaje y entretenimiento”, Adriana Bravo Williams Continuum educativo La voz de los profesores “Memorizar, pensar o activar la inteligencia. Desafíos de los maestros y de la educación en México”, Luis Equihua Zamora “El viaje de Emilio a Alemania. Implicaciones en mi práctica docente”, Yasser Gandhi Hernández Esquivel La voz de los estudiantes “Relato de un viajero primerizo”, Marco Sánchez Hernández Universidades “Las diversidades culturales de los becarios indígenas y afrodescendientes de la UNAM”, Evangelina Mendizábal Caleidoscopio “Mitos, memoria colectiva y narración ilustrada”, Juan Palomino y Ana Paula Ojeda “Conversando sobre ciencia y divulgación”, entrevista al Dr. Guillermo Aguilar Sahagún “Recordando a José Vasconcelos a 58 años de su muerte”, infografía de Pilar Martínez y Gabriela Guzmán. Como dice el refrán: “el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”. Esta Editorial es más extensa de lo habitual por la necesidad de explicar los cambios en la RDU, de ninguna manera pretende ocupar el lugar preponderante que tienen los artículos mencionados arriba, que son el corazón y alma de la revista. Pido a nuestros lectores disfruten los manuscritos que integran este número de la RDU, y que nos hagan saber sus inquietudes y sugerencias. fin Melchor Sánchez Mendiola Editor en jefe Referencias Clayton, R. B., Leshner, G. y Almond, A. (2015), The Extended iSelf: The Impact of iPhone Separation on Cognition, Emotion, and Physiology. En Wiley Online Library, 2015(20), 119–135. doi: 10.1111/jcc4.12109 . Recuperado de http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/jcc4.12109/full. Davies Z. (2014), Active Mobile Phones Outnumber Humans for the First Time. En International Business Times, october 8, 2014. Recuperado de http://www.ibtimes.co.uk/there-are-more-gadgets-there-are-people-world-1468947. Estrada A. (2015), Revista Digital Universitaria: 15 años del quehacer universitario en línea. En Revista Digital Universitaria, 16(3). Recuperado de http://www.revista.unam.mx/vol.16/num3/art17/art17.pdf. Harris M. (2014), The End of Absence: Reclaiming What We’ve Lost in a World of Constant Connection. Nueva York: Current. Recuperado de http://www.endofabsence.com.

    Vol. 18, Núm.8 noviembre-diciembre 2017.

    Ignorancia y agnotología: ¿Debemos enseñarlas?

    Melchor Sánchez Mendiola Cita

    “…porque, como sabemos, hay conocidas conocidas; cosas que sabemos que sabemos. También hay desconocidas conocidas, es decir que sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay desconocidas que desconocemos, las que no sabemos que no sabemos”.
    Donald Rumsfeld Secretario de la Defensa de EUA en el gobierno de G.W. Bush

    “Ignorancia es bendición”.
    Thomas Gray

    Un año más de bendiciones y maldiciones

    Estimados lectores, cuando aparezcan estas líneas en el último número de 2017 de la Revista Digital Universitaria, es inevitable tener sentimientos encontrados. Siguiendo uno de los preceptos frecuentemente recomendados en educación, veamos primero lo positivo (en nuestro país tenemos esa malsana costumbre de empezar por lo negativo —que nos bombardea diariamente por todos los medios de comunicación—, generando una atmósfera de desánimo y depresión, poco propicia para el optimismo y las propuestas creativas): estamos a pocos días de esa transición anual que, independientemente de las creencias religiosas o la región geográfica donde se viva, nos obliga a reflexionar sobre el camino andado. Inevitablemente cavilamos sobre los éxitos y avances logrados en lo individual y colectivo, en lo local y lo global, en lo científico y lo artístico, en lo tecnológico y lo humanista. El saldo es afortunadamente positivo, los avances en el saber y quehacer humano son impresionantes, y cada vez tenemos más herramientas para generar, buscar, identificar, analizar e internalizar conocimiento de calidad de todas las áreas de la actividad humana. A guisa de ejemplos: la terapia génica 2.0, la realidad aumentada, el internet de las cosas, la analítica del aprendizaje, y en general el empoderamiento tecnológico de las personas. Por supuesto que cada uno de estos ejemplos tiene ‘su lado oscuro’, pero en el espíritu del optimismo, propongo veamos su lado bueno.

    Por otra parte, tendríamos que vivir aislados en una cueva sellada para no estar conscientes de la situación actual de la humanidad, del daño que le hemos hecho (y continuamos haciendo) a nuestro entorno, y de lo irracional, inequitativo e injusto de la distribución de los recursos entre los diversos elementos de la sociedad. De ello no voy a citar ejemplos, no hay más que abrir cualquier periódico y ver las principales noticias. Dan ganas de llorar y, como decía Mafalda en las historietas de Joaquín Salvador Lavado: “¡Paren el mundo, que me quiero bajar!”.

    La cantidad de retos que implica el mantener la cordura y ecuanimidad en la época actual, y las estrategias para intentar lograr un equilibrio físico y emocional, individual y familiar, rebasa las intenciones de esta Editorial. Pero en el espíritu de aportar un “granito de arena” a través de este medio, quisiera reflexionar sobre uno de los elementos más potencialmente eficaces para mejorar el estado de las cosas, en que las fake news (noticias falsas), la notable ausencia de pensamiento crítico y de argumentaciones lógicas y sólidas en las discusiones, así como la intolerancia para escuchar “al otro”, son el pan nuestro de cada día. Se trata del estudio de la ignorancia, conocido técnicamente como agnotología.

    ¿Qué es la ignorancia y la agnotología?

    Todos sabemos (o creemos que sabemos) qué es la ignorancia. El Diccionario de la Real Academia Española la define como “falta de conocimiento”, y hay pocos insultos tan dolorosos como el decirle a alguien “¡eres un ignorante!” La palabra conlleva un estigma social y educativo muy fuerte, que nos motiva a varias de las acciones de nuestra vida. Estudiamos para no ser ignorantes, batallamos por entrar al camino de la educación media superior y superior formal, con la promesa de que con ello adquiriremos conocimientos que nos permitirán progresar en la vida. ¿Cuántas veces nos sentimos ignorantes durante una clase cuando fuimos alumnos?, o ¿cuando se aproximaba la temporada de exámenes finales?, o ¿cuando terminamos la licenciatura y teníamos que ejercer la profesión, con muchos conocimientos teóricos pero poca experiencia práctica? La persistencia de la ignorancia sobre algún campo del conocimiento nos empuja a realizar especialidades, maestrías y doctorados, y a convertirnos en ‘expertos’ de un área pequeña del saber humano. Muchísimo esfuerzo para dejar de ser ignorantes.

    A los seres humanos la incertidumbre nos provoca ansiedad. Una de las definiciones que más me gusta de incertidumbre es: “la percepción subjetiva de la ignorancia” (Han, 2011). No nos sentimos cómodos al no conocer con certeza las cosas, desde algo tan aparentemente trivial como si lloverá mañana, hasta algo tan serio como nuestro pronóstico cuando tenemos una enfermedad grave. Por supuesto que para sentirse incómodo o incierto, se requiere tener consciencia de la ignorancia (véase cita de Donald Rumsfeld al inicio de esta Editorial), ya que, si no se está preocupado por no saber algo, aplica la segunda cita, de un poema de Thomas Gray. Si no se tiene consciencia de que algo no se sabe, generalmente estamos tranquilos, por ello tantos gobiernos en el planeta apuestan a la ignorancia de la mayoría de los habitantes.

    La tranquilidad de no sentirse ignorante sobre nuestra profesión y disciplina técnica, nos disminuye la ansiedad que provoca la incertidumbre, el ‘saber’ nos tranquiliza. Desafortunadamente ese manto de conocimiento con el que nos cubrimos conforme progresamos en el trayecto educativo formal e informal, nos da una falsa sensación de certidumbre y de tranquilidad, ya que sentimos que lo sabemos todo (o por lo menos lo suficiente para ejercer la profesión, enseñarla y tener una vida razonablemente digna como fruto de nuestros esfuerzos). La verdad es que, como se le atribuye a Pascal: “el conocimiento es como una esfera, mientras más grande es, mayor es su contacto con lo desconocido”. Mientras más sabemos, más hay que conocer hasta, como dice la frase que Platón atribuyó a Sócrates: “lo único que sé es que no sé nada”.

    Es en este contexto donde aparece el término agnotología. Es definida como: “el estudio de la ignorancia o duda culturalmente inducida, particularmente la publicación de datos científicos erróneos o engañosos” (Wikipedia, 2017). Este neologismo fue acuñado por Robert N. Proctor, profesor de historia de la ciencia en la Universidad de Stanford, EUA (Proctor y Schiebinger, 2008). El concepto es fascinante, ya que generalmente no nos detenemos mucho a pensar en qué tan ignorantes somos en algunos temas, o cómo la información que recibimos sobre lo que ocurre en el mundo nos llega filtrada o distorsionada por los medios de comunicaciones, por los llamados ‘expertos’ o líderes de opinión, y cuáles son las premisas que integran el soporte paradigmático de las instituciones educativas o gubernamentales, entre tantos otros factores. Reflexione el lector sobre qué tanto sabe realmente del calentamiento global, de los alimentos genéticamente modificados, de los métodos de enseñanza y evaluación de los planes de estudio de sus facultades o escuelas, y, en general, de lo que nos informan los diversos actores de la sociedad y del gobierno. Debemos reflexionar sobre cómo saben lo que nos dicen aquellos que aparentemente saben, cuáles fueron sus fuentes, qué tanto se distorsionan sus mensajes al transmitirlos, cada quien a través de sus filtros emocionales y epistemológicos.

    Proctor propone la siguiente taxonomía de la ignorancia: como un estado nativo (o recurso), como un ámbito perdido (o elección selectiva), y como un ardid estratégico diseñado deliberadamente (o constructo activo) (Proctor y Schiebinger, 2008). No entraré en detalle sobre los aspectos teóricos de este modelo para el estudio de la ignorancia, ya que la intención de esta Editorial es solamente dirigir la atención de nuestros lectores al concepto, para ello invito al lector a explorar la red y los artículos del tema publicados en la literatura académica. Lo importante de explorar el concepto de agnotología y su potencial rol en el estudio de la ignorancia, es explorar lo que no sabemos y por qué no lo sabemos, qué es lo que mantiene viva la ignorancia en nuestra sociedad, cuáles son los factores que permiten que la ignorancia sea usada como instrumento político y social, entre otros aspectos relevantes al tema. La ignorancia tiene su historia, sus actores, así como una geografía política que ha sido determinante en los hechos y acciones que tienen al planeta en su estado actual. Un ejemplo típico es la adicción al tabaco. Desde hace varias décadas ha existido una estrategia muy efectiva de la industria tabacalera, para que la sociedad no conozca a detalle los efectos del cigarrillo en la salud. Incluso uno de los lemas de la industria era: “La duda es nuestro producto”, sembrando incertidumbre cuando se publicaban resultados de investigación seria sobre el tema, cuestionando la metodología, los modelos conceptuales usados, la contundencia de los resultados, los conflictos de intereses de los autores, entre otros. Para no ir muy lejos, hubo una época en que los profesionales de la medicina ¡promocionaban el uso del cigarro! (Parekh, 2012). Recordemos también las escenas de tantos clásicos del cine en los que fumar un cigarrillo era símbolo de personalidad, valor, inteligencia, belleza física, sensualidad, etcétera. A pesar de los enormes esfuerzos que ha realizado la sociedad, el gobierno y los profesionales de la salud, la adicción al tabaco continúa cobrando un saldo enorme en morbilidad y mortalidad.

    El modelo de la agnotología puede utilizarse de diversas maneras para reducir esta epidemia de ignorancia culturalmente inducida, una de ellas es en nuestras actividades educativas. Un interesante ejemplo fue reportado por Bedford, para enseñar a los estudiantes sobre la información distorsionada del cambio climático (Bedford, 2010). A pesar del abrumador consenso científico del calentamiento global, hemos sido testigos en los últimos tiempos de lo frágil que es la consciencia social sobre el tema, y lo manipulable que puede ser un sector importante de la sociedad (incluyendo estudiantes y maestros), sobre la solidez de las conclusiones de la investigación científica publicada. Uno de los factores más importantes que provocan la distorsión de la percepción social del calentamiento global es la información errónea difundida en medios de comunicación formales e informales, incluyendo las redes sociales. El estudio directo de esta información incorrecta es una oportunidad para los educadores y divulgadores de la ciencia, ya que utilizando el modelo de la agnotología pueden promoverse las habilidades de pensamiento crítico en los estudiantes, así como incrementar la consciencia social de los procesos de la generación y difusión del conocimiento científico, como el arbitraje por pares, y mejorar la comprensión de los fenómenos básicos que ocurren en nuestro planeta. Creo firmemente que la situación actual, a pesar de lo deprimente que aparenta ser, es una oportunidad dorada para que todos los que consumimos información nos constituyamos en ‘agnotólogos’, y en nuestras experiencias docentes y de aprendizaje personal exploremos mejores maneras de abatir el fenómeno de la ignorancia culturalmente inducida. Tenemos que mejorar nuestra comprensión de cómo y por qué estas diversas formas de ignorancia permanecen (e incluso aumentan) en la sociedad moderna. La ignorancia no debe ser invisible.

    Para contribuir a disminuir nuestra falta de conocimiento sobre diversos temas, invito al lector a revisar los artículos incluidos en este número de la RDU. Manuscritos interesantes y provocadores con temas como la bioética global, cómo grabar tu voz, el autocuidado de la salud con el uso de apps, diversos aspectos del exitoso bachillerato a distancia de la UNAM (B@UNAM), el aprendizaje en línea y, yo no sé ustedes, pero yo era totalmente ignorante de lo que es un giphybook hasta que vi el término en el proceso editorial de armar este número de la revista. ¡Felices lecturas!

    Editor en Jefe
    Melchor Sánchez Mendiola
    Facultad de Medicina, UNAM

    Referencias

    Vol. 19, núm. 1, enero-febrero.

    Innovar o no innovar,
    ¿he ahí el dilema?

    Melchor Sánchez Mendiola Cita
    Creatividad es pensar cosas nuevas.
    Innovación es hacer cosas nuevas.
    Theodore Levitt

    La única forma de tener buenas ideas es tener muchas ideas.
    Linus Pauling

    ¿Qué nos depara el 2018?

    Escribo estas líneas al final del primer mes del año, momento en que hemos abandonado muchos de nuestros propósitos de año nuevo. Como cada ciclo anual, hacemos un colosal esfuerzo por aprovechar las lecciones aprendidas y usarlas para planear las actividades y logros del presente año. Aunque la sabiduría popular recomiende ser más optimista que pesimista, es inevitable ante la coyuntura actual local, nacional y mundial, adoptar una actitud de cierta resignación ante el torbellino de situaciones desagradables y complicadas que nos abruman, a veces hasta el punto de la toxicidad. Sin entrar en detalle sobre los retos existentes, que pueden empeorar si no se toman decisiones difíciles y complejas con el concierto de autoridades, ciudadanía, academia e industria; baste decir que es nuestra obligación como ciudadanos y seres humanos conscientes, participar activamente en todos los niveles de influencia individual y grupal para que nuestro contexto mejore.

    Es ahí donde las publicaciones de divulgación científica tenemos una gran responsabilidad: exhibir de manera clara y sensata conocimientos, argumentos, narrativas y diversos tipos de información de diversas disciplinas, para el consumo y reflexión de la comunidad universitaria y la sociedad en general. Hay una amplia oferta de publicaciones impresas y digitales sobre todo tipo de temas, por lo que deseamos aportar nuestro grano de arena universitario sobre la necesidad de desarrollar el pensamiento crítico, ampliar nuestros horizontes a veces tan estrechamente disciplinarios y actuar en la medida de lo posible para contribuir a la mejoría de nuestras condiciones de vida. Para ello se requiere creatividad e innovación, entre otras cosas, conceptos que necesitan diseminación para tener un impacto en nuestra conducta y actividades.

    ¿Es la palabra ‘innovación’ un lugar común?, ¿necesitamos revivirla?

    Uno de los términos más comúnmente utilizados para describir la necesidad de cambio, es ‘innovación’. Desafortunadamente por repetición y exceso de uso, el concepto ha sido tomado como bandera por personas, grupos e instituciones, y se ha convertido en un ‘lugar común’, es decir “Expresión trivial, o ya muy empleada en caso análogo” (RAE, 2018). ¿Cuántas veces hemos visto u oído en la red, televisión, radio y propaganda escrita las siguientes frases: “somos una empresa innovadora”, “nuestro equipo se dedica a la innovación”, “usamos métodos innovadores”, “nuestro lema es la innovación”? Para colmo, en el curriculum vitae de cualquier persona que busca trabajo suele decir: “soy una persona innovadora, reflexiva, resiliente, asertiva, líder, colaboradora… etcétera, etcétera”.

    El resultado es que, de la misma manera que términos como paradigma, liderazgo, rendición de cuentas y empoderamiento, entre otros, la palabra se usa excesiva e inapropiadamente en situaciones que no corresponden al intento original. Como consecuencia, tendemos a no hacerle mucho caso ni a reflexionar sobre su potencial utilidad en nuestro trabajo diario. Deberíamos hacer un alto en el camino y apropiarnos del concepto y estrategias de la innovación en nuestras actividades.

    Estamos tan frecuentemente agobiados por el exceso de datos e información que recibimos a través de nuestros dispositivos electrónicos y los medios de comunicación, que nos cuesta trabajo hacer pausas para reflexionar sobre si hacemos las cosas de la mejor forma posible. Se dice que la única constante de la vida moderna es el cambio, sin embargo, nos comportamos de manera bastante rutinaria. Pensar sobre la innovación puede ayudarnos a salir de la inercia de la vida diaria, e identificar mejores y diferentes maneras de interactuar con nuestro entorno.

    Las definiciones de innovación son múltiples, desde descripciones tan sencillas como “algo nuevo”, “cambiar algo”, “introducir novedades”, hasta aproximaciones más sofisticadas con teorías que la abordan como un concepto complejo y multidimensional. Una de las definiciones que más me atraen, sobre todo porque va ligada al desarrollo de habilidades de liderazgo transformacional, es la propuesta por Banny Banerjee de Stanford: “Innovación es la habilidad de superar enfoques normativos con un margen significativo, producir nuevos valores, resultados, paradigmas y transformaciones” (Banerjee, 2017).Las conductas innovadoras requieren creatividad y receptividad al cambio, aunque la creatividad por sí sola no garantiza la innovación (por ejemplo, un criminal puede ser muy ‘creativo’ al realizar sus crímenes, pero en el concepto que deseamos promover de innovación, no lo llamaríamos ‘criminal innovador’). Con frecuencia se confunde la innovación con el ‘emprendimiento’ (entrepreneurship en inglés), concepto que ha adquirido gran visibilidad debido a la intensa competencia entre empresas y organizaciones comerciales para lograr más ventas entre sus clientes. Si bien el emprendimiento puede requerir acciones innovadoras, creemos que el concepto de innovación es más amplio y no se constriñe a las actividades comerciales o de negocios, en las que el principal objetivo es la ganancia de mercado.

    Por otra parte, en países como el nuestro, en los que el número de patentes aceptado como indicador de innovación es relativamente bajo, vale la pena también conceptualizar a la innovación desde el punto de vista sociológico. De acuerdo a Rogers, innovación es “una idea, práctica u objeto que es percibido como nuevo por un individuo u otra unidad de adopción” (Rogers, 2003). En esta perspectiva, una innovación no es algo que no existía previamente, sino que es percibida como novedosa por la persona o grupo a la que es expuesta (por ejemplo, para un individuo que nunca ha usado Twitter, esta red social es una innovación, aunque hayan pasado varios años desde su creación original). Un aspecto relevante de la visión sociológica de las innovaciones es que amplía la visión a elementos más allá de los dispositivos tecnológicos o informáticos tangibles, ya que una innovación puede ser una idea o una manera diferente de hacer las cosas. ¡Cada vez hay más maneras innovadoras de conceptualizar a la innovación!

    ¿Podemos (debemos) innovar en educación?

    Por diversas razones, el foco de la innovación en las últimas décadas se ha dirigido principalmente a las áreas de la tecnología, la informática, el comercio, entre otras, con un énfasis en la inmediatez, gratificación inmediata y ganancia financiera. A la par, una de las actividades humanas más importantes (algunos diríamos que ¡la más importante!), la educación, ha sido extraordinariamente resistente a incorporar el concepto de innovación en su cotidianeidad. Los seres humanos tendemos a ser muy conservadores en varias de nuestras actividades, y la manera en que enseñamos y aprendemos suele ser una de ellas. Aunque incorporemos instrumentos y metodologías novedosas en nuestro quehacer disciplinario (seamos médicos, ingenieros, arquitectos, escritores, abogados…), con frecuencia enseñamos, evaluamos y aprendemos de formas similares a las que fuimos educados y evaluados (perpetuando esas conductas cuando adoptamos los roles de docente y evaluador del aprendizaje de estudiantes). En las últimas décadas ha surgido un movimiento creciente a nivel internacional, que busca alinear nuestros métodos de enseñanza y aprendizaje con los avances del conocimiento. Ello implica actualizarse, desarrollar e incorporar innovaciones en el ámbito educativo de los diferentes niveles, básico, medio superior, superior y educación continua a lo largo de la vida. A la innovación educativa, como al concepto moderno de innovación en general, es menester pensarla no solo como un cambio o algo novedoso, además debe ser un medio para mejorar el aprendizaje y producir cambios positivos. En este sentido, la innovación se define como: “la selección, organización y utilización creativas de recursos humanos y materiales, de maneras nuevas y propias que den como resultado un nivel más alto con respecto a metas y objetivos previamente marcados” (en Moreno,1995 ). El potencial de la innovación educativa, disruptiva o no, en el contexto universitario moderno, es gigantesco. Los esquemas que hemos utilizado en el último siglo han generado muchos resultados positivos, pero existen todavía muchos retos que no se han resuelto con los métodos tradicionales, y que requieren obligadamente esfuerzos colaborativos transdisciplinarios, intra e interinstitucionales.

    En el presente número de la revista, se reporta la experiencia de una iniciativa de Rectores de universidades públicas y privadas (véase artículo “Presentan la red 360 de innovación educativa”), que pretende explorar nuevos esquemas de trabajo colaborativo y generación de ideas. Estamos firmemente convencidos que la innovación educativa debe crecer, diseminarse y ayudar a transformar el conflictivo mundo moderno que habitamos. Si la única constante en la vida moderna es el cambio, debemos propiciar que la educación de los habitantes de nuestro país y del mundo sea de la mejor calidad posible, con los mejores maestros y en las mejores instituciones.

    Editor en Jefe
    Melchor Sánchez Mendiola
    Facultad de Medicina, UNAM

    Referencias

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    Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079