31 de Marzo de 2000 Vol. 1 No.0 |
En 1958 ingresa a la Facultad de Ciencias Manuel Alvarez y Alvarez, quien más adelante sería el primer director de la Dirección General de Servicios de Cómputo Académico. "En el año de 1959 -recuerda Alvarez-tomaba un curso de lenguaje de máquina y luego el del ensamblador, ambos me los dio Javier Fernández". Después de llevar estos cursos, decidió ir a trabajar al CCE. Habla con el ingeniero Beltrán y es aceptado. Su tarea consistía en promover la computación, promoverla en el sentido de apoyar a los investigadores y profesores de la UNAM que necesitaran de algún programa para resolver los problemas en estudio. Entre los programas que recuerda haber hecho Miguel Alvarez, se encuentra uno de Concordancias lingüísticas con alguna lengua indígena, para un profesor estadounidense del Instituto Lingüístico de Verano, cuyo nombre el paso del tiempo ahora ha sepultado. "En aquel tiempo -nos comentó Alvarez-no se concebía que se pudiera hacer una tesis en cómputo per se, no había nada, no había una carrera como la hay ahora para estudiar cómputo". Así que en el momento de escoger el tema de su tesis profesional decide hacer una combinación, utilizando la computadora y la física. Sus asesores de tesis fueron Tomás Brody y Harold Machintoch.
En 1963 Manuel Alvarez regresa de Florida,
a donde había partido a realizar estudios, y junto con Renato Iturriaga
decide organizar los primeros cursos de computación en la Facultad
de Ciencias. Esos cursos eran optativos y sus nombres eran: En su participación en el congreso nacional: Pasado, Presente y Futuro de la Computación, efectuado con motivo de los 30 años de la computación en México, bajo el título "Reflexiones sobre la computación de hace 30 años en la UNAM", Manuel Alvarez y Alvarez describe detalladamente la forma de funcionamiento de la IBM 650. Al respeto comenta que ésta funcionaba a partir de tarjetas perforadas y básicamente en modo batch, lo cual, recuerda, era uno de los principales problemas. "Con la llegada de las máquinas de tiempo compartido, varios años más tarde, se mejoró un poco aquello, entonces yo estaba en el PUC (Programa Universitario de Cómputo). Este fue uno de los aspectos que traté de impulsar mucho; el de poner salas de terminales para los alumnos", comenta el Maestro en Ciencias Alvarez y Alvarez. Sobre la manera de funcionar del centro en aquella época, y sobre la importancia que éste tuvo para la Universidad y el país, Manuel Alvarez señala: "lo más importante no es en sí la instalación de un equipo, la 650, sino fundamentalmente hay que verlo de manera más amplia, como una época. Yo diría que la traída de la máquina fue importante por todas las actividades que se hicieron de capacitación y la organización de muchos simposios, de muchas actividades que hizo el ingeniero Beltrán alrededor de ella. Creo que esto es lo importante. El ingeniero Beltrán, la verdad si algo tenía, es que era un soñador. La mitad de las cosas no le salían pero el hombre impulsaba". Entre esos impulsos que daba Sergio Beltrán al trabajo del centro, el doctor Alvarez recuerda en particular que alguna vez trajo a un israelí, "Leman, creo que se apellidaba, éste diseñó una máquina, la Maya I". Otro de los primeros estudiantes del Centro de Cómputo Electrónico fue Renato Iturriaga, quien por cierto sería también su segundo director. Sobre la manera en que llegó al Centro, Iturriaga rememora: "Trabajaba con el doctor Arcadio Poveda, quien me dijo: Oiga, Iturriaga, va a venir un cerebro electrónico a la Universidad. Quiero que vaya a tomar los cursos o lo que sea para que aprenda a usarlo". Esto lo recuerda Iturriaga como un privilegio, ya que gente como Tomás Brody y otras personas de ingeniería los tomaron con él; todos profesores y el único "colado" estudiante era Renato Iturriaga. En 1967 se encontraba estudiando su doctorado en Carniegie Renato Iturriaga, quien había sido uno de los primeros estudiantes del Centro de Cálculo Electrónico. En ese mismo año Renato recibe tres invitaciones no solicitadas. La primera, y la que, según dice, "más le movió el esquema" de Harvard, donde lo invitan a ser profesor asistente por dos años. La segunda, de Cornell y la tercera de Fernando Solana, a la sazón Secretario General de la Universidad Nacional Autónoma de México, invitándolo a dirigir el CCE. Cuando le faltaban dos o tres meses para tomar la decisión, va a Filadelfia Emilio Rosemblueth, entonces Coordinador de la Investigación Científica. Renato se encontraba en Pittsburg, "me habló para ver si podíamos encontrarnos y platicamos. Hubo buena química desde entonces y nos hicimos cuatísimos", recuerda Iturriaga. De tal suerte que la sucesión en el CCE se hizo esperando su llegada a México. Así, el 4 de mayo de 1967 toma posesión como nuevo director del centro en sustitución de Sergio Beltrán. En 1968, al cumplirse diez años de instalado el primer equipo, Renato Iturriaga hace un recuento del estado del cómputo en la Universidad. Al respecto dice: "El equipo que se instaló en 1958 tenía velocidades de 200 operaciones por segundo. En 1963 se cambió por un equipo 65 veces más rápido, éste a su vez fue cambiado, en 1965, por un G20 que es diez veces más rápido, con el que contamos actualmente". Continúa: "A pesar del gran crecimiento en su capacidad de cálculo, en este momento el CCE trabaja prácticamente las 24 horas del día, todos los días de la semana. Se procesan, en promedio, 800 problemas diarios, de los cuales más de 500 problemas son ejercicios de estudiantes y el resto son problemas de los investigadores de la universidad. Sin embargo, a pesar de que son muchos los estudiantes que utilizan la máquina, sus programas son tan cortos que el tiempo que utilizan es menor del 10 por ciento del tiempo trabajado. Los problemas de los investigadores son los que ocupan el 90 por ciento del tiempo de la máquina; actualmente 29 dependencias de la UNAM utilizan los servicios del Centro de Cálculo Electrónico. "Por todos estos motivos -continúa Iturriaga en su documento- por acuerdo del señor Rector, Javier Barros Sierra, hicimos en el Centro de Cálculo Electrónico un estudio para adquirir un equipo de cálculo de mayor capacidad". Este documento fue presentado en noviembre de 1967 bajo el título "Proyecto para la Instalación de una Central de Cálculo de gran Capacidad en Ciudad Universitaria". Entre las necesidades que Iturriaga preveía atender como urgentes, en su documento están:
Una vez aceptada, como realidad indiscutible, la necesidad de adquirir un equipo de cálculo se solicitaron cotizaciones a las siguientes siete compañías proveedoras de equipo de cálculo: Honeywell, S. A. de C. V., Univac de México, Bull-General Electric, Electronic Associates, LTD, Cia. Burroughs Mexicana S A, Control Data de Mexico e IBM de México S. A. La Honeywell y Univac se excusaron de presentar cotizaciones por considerar que no estaban en capacidad de proporcionar equipos con las características solicitadas. El documento titulado "Consideraciones acerca de la necesidad de instalar una calculadora de mayor capacidad" termina recomendando la firma de un contrato con la compañía Burroughs Mexicana, S. A. Vale la pena citar las palabras finales del doctor Iturriaga, que dicen: "Aunque el autor de este reporte se hace totalmente responsable de las opiniones aquí emitidas, éstas no son el producto único de su trabajo, sino que ha contado con la ayuda de un grupo selecto de colaboradores del Centro de Cálculo y que estas opiniones, además han sido discutidas y aprobadas en el Consejo Técnico del Centro de Cálculo Electrónico, formado por directores de la mayoría de las escuelas, facultades e institutos de esta Universidad". El hecho de consensar la compra de la máquina prefigura, de alguna manera, los comités de supercómputo que se formarían años más adelante para la selección del equipo de la Universidad. Cuando
Renato Iturriaga se hace cargo del Centro de Cálculo Electrónico,
la IBM 650 ya no está. En su lugar se encuentra la G 20. Al respecto,
recuerda el entonces director del centro: "la G 20 tenía muchos problemas
de mantenimiento. Recién llegada la máquina, fallaba, pasaban dos
o tres días, no estaba funcionando y no sucedía nada. Dos años después,
si la máquina parpadeaba durante cinco minutos, yo tenía diez llamadas
de todos los institutos. Esa era una medida de qué tanto realmente
se estaba usando la máquina: la protesta de los usuarios". "A pesar de su juventud, Iturriaga tenía un visión a muy largo plazo y un plan -recuerda Tomás Garza. Inmediatamente hizo dos o tres cosas muy importantes a mi juicio. Primero, metió una computadora de verdad, la B 6500". Al respecto, comenta Iturriaga que las negociaciones con Bourroghs permitieron condiciones inmejorables para la Universidad, "porque de facto se conjugaron dos elementos, lo que ahora se llama muy pomposamente alianza estratégica. Una alianza estratégica sin que nunca se hubiera mencionado así, no teníamos dinero, teníamos prestigio y break power". Los
universitarios, continúa Garza, comenzaron a programar con lenguajes
de alto poder (basic, cobol). Se consiguieron recursos para becas
para estudiantes de matemáticas, con el fin de que fueran a estudiar
al CCE. "Entre ellos se encontraban gentes como Víctor Guerra, Guillermo
Espinosa, Christian Lemaitre, Cristina Loyo, Rosy Seco, Jenny Becerra
y Armando Hinich". Muchos de ellos hicieron después brillantes carreras
en cómputo. Añade: "se les dieron cubículos y libros. Se les metió
a cursos de computación... entonces se empezó poco a poco a generar
un ambiente. El atraer a estudiantes jóvenes creo que fue la gran
idea de Renato y al rato se tenía a los chavos pululando; gente entusiasmada
por la computadora y haciendo cosas". Después del 68, en 1970, Pablo González Casanova es nombrado Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien, recuerda Iturriaga, lo invita a que tenga el doble puesto de director del Centro de Cálculo Electrónico y director de Sistemas, dándose entonces la fusión entre el Centro de cálculo Electrónico y la Dirección General de Sistematización de datos. Uno de los problemas más serios en está última dirección era el de la nómina, elaborarla. Confía Iturriaga: "llevaba treinta y tantos procesos, perforaban tarjetas en una máquina, las clasificaban y las metían a otra. El número de puntos donde las cosas podían salir mal era muy grande: se podía astillar una cinta, colocarse de manera equivocada, que se cayera una bandeja de tarjetas. Había toda clase de situaciones para que algo fallase y fallaba. Me bautizan con que al mes que entro se pierden todos los archivos de los directores de la Universidad". "Me picaron la cresta, entonces personalmente voy a programar la nómina. Hicimos una nómina muy sólida, muy estable, con muchos candados que tengo entendido que corrió más de treinta años y Lepe se convirtió en el custodio de esa nómina, que él programó conmigo, la transcribió y conoció su génesis". Antes de este sistema el proceso se corría en sábados y domingos y había horas extras, con un consecuente elevado costo. Al dejar de ser necesario el tiempo extra se generó un considerable ahorro, mismo que Iturriaga solicitó al rector para la creación de un centro de investigación. En palabras de Iturriaga el CIMASS (Centro de Investigación en Matemáticas Aplicadas, Sistemas y Servicios) ahora IIMAS (Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas) se generó de los ahorros. Su funcionamiento inicia el 10 de diciembre de 1970. El nuevo centro requería de personal académico. Para ello, su director utiliza varias estrategias. Ya desde 1967, en la Facultad de Ciencias, había empezado a hacer labor de proselitismo entre los estudiantes de física y de matemáticas para llevarlos a la causa de la computación y a generar becas para ellos. Por otra parte, llama también a algunas personas de su generación que estaban terminando su doctorado como Enrique Calderón, quien eventualmente invita a Francisco Martínez Palomo. "Pero el enfoque --dice Iturriaga--, no era necesariamente computación. Es un centro de matemáticas aplicadas. Lo interesante era desarrollar líneas de investigación en estadística, análisis numérico, lógica y por supuesto en computación. E invito gente como Tomás Garza, entonces en El Colegio de México. Otra de las personas invitadas por Renato Iturriaga a formar parte del Centro de Cálculo Electrónico, fue Jorge Gil, quien se integra para crear un laboratorio de electrónica y de mantenimiento de equipo. Su grupo, al principio, tenía dos personas, Gilberto Baca y Eduardo Cruz González. La llegada de Jorge Gil ocurre casi en el mismo momento hace su aparición la B 6500 por lo que parte, durante seis meses, a tomar un curso sobre esta máquina a Detroit. Ya con Jorge Gil de regreso en México, el director del CIMASS, Renato Iturriaga, invita al doctor Alejandro Medina a que forme el laboratorio de cibernética. "Medina -según recuerda Jorge Gil-accede y solicita que Jorge Gil sea el subdirector de ese laboratorio. Poco tiempo después Medina muere y Jorge Gil se hace cargo del laboratorio, al que se reconvierte en un laboratorio de electrónica. Otras de las personas que, recuerda Jorge Gil, formaban parte del personal académico fueron el doctor Negrete y Guillermina de Avilés Además del dinero para la creación del centro, otro componente importante fue su viabilidad política. "Otros intentos previos no habían podido llegar a esa situación porque había resistencias en la comunidad de matemáticos. Entonces empecé, en términos respetuosos, a buscar a mis maestros y a exponerles unas ideas: a Torres, Barajas, Vázquez, Cárdenas y con cada uno de ellos fui a explicarles la importancia de hacer matemáticas aplicadas, que no era otro instituto, que no tenía necesariamente que desarrollarse dentro del de matemáticas, que podía ser una línea de investigación importante, más vinculada al cómputo, etcétera". "Luego conseguí de la Nestlé, en Salazar, una casita donde daban cursos de capacitación, y nos fuimos diez personas a lo que ahora se llama una tormenta de ideas de cómo debería ser el centro de matemáticas aplicadas". Sobre la forma en que desarrolló sus funciones el Centro, escribe Iturriaga en el documento donde propone la separación del CIMASS en dos centros, uno de investigación y otro de servicios: "Al abrigo de una administración común pudieron desarrollarse y mutuamente apoyarse actividades que eran esencialmente distintas. Por un lado se trabajaba en el diseño de un nuevo sistema de nómina y de un nuevo sistema de control escolar. Por otro lado se expandía y ampliaba el alcance de un centro de servicio para más de 5 mil estudiantes e investigadores. Aun en otra parte del CIMASS se desarrollaban investigaciones en cálculo funcional, en estadística y probabilidad, en ciencias de la computación y teoría de sistemas en modelos de desarrollo urbano y en el diseño y construcción de computadoras. Los incrementos presupuestales de la nueva dependencia fueron fuertes y se aceleró el desarrollo de sus áreas de acción. Pero este desarrollo ha empezado a plantear algunos problemas de coordinación y dirección, a tal grado que ahora parece necesario revisar la conveniencia de albergar en una sola dependencia áreas tan disímbolas." Acerca de su retiro del centro, Iturriaga dice: "Cuando entra Guillermo Soberón, siento que ya es tiempo de hacer otras cosas". |
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