Introducción

Contextos de educación. Fortalezas y desatinos

En psicología de la educación, ya hace tiempo que nos interrogamos sobre la creatividad y la valoración que realizamos sobre la multiplicidad de inteligencias en los contextos educativos. Nos preguntamos sobre las fortalezas y desaciertos de las escuelas para responder a estas demandas, fundamentalmente en la enseñanza de las artes. Sin embargo, existe aún un gran campo para estudiar acerca de qué es la mente y cómo se manifiesta en determinadas situaciones, pero subrayamos que son estás investigaciones las que delimitan acciones para renovar las prácticas educativas.

En el siglo XX, las investigaciones en el campo de la mente han avanzado de manera vertiginosa, y se han realizado aportes desde diversas disciplinas del saber. A pesar de que estos avances se presenten como significativos, queda mucho aún por esclarecer y comprender dentro del ámbito de la mente, la inteligencia y su vinculación con la educación. Los estudios sobre inteligencia se han desplazado progresivamente a paradigmas más complejos para comprender su definición, que proponen nuevos enfoques y nuevos tipos de mentes. Se aprecia un deslizamiento desde concepciones unitarias, tales como el factor g, hacia propuestas que la conceptualizan como un potencial biopsicosocial para resolver problemas y crear productos valorados por una cultura (Gardner, 2001).

Pensando específicamente en la educación de las artes, los planteos de Eisner (1992, 2004) brindan una perspectiva reflexiva. Sus postulados refieren a las respuestas de orden convergente o divergente. A lo largo de nuestra escolaridad nos enfrentamos con problemas que nos exigen soluciones precisas. En este sentido, la educación artística (música, dibujo, teatro, etc.) no es ajena a esta lógica; se entrevé paradójicamente que la auténtica esencia de las artes queda minimizada, en tanto la lección que brinda las artes se soporta en problemas que adquieren múltiples formas de presentación, y concede un lugar primordial a la interpretación personal que hace el sujeto, en contraste a las respuestas estándares que buscamos al interior de la escuela.

Se hace necesario reflexionar sobre las posibilidades y resistencias que la teoría de las inteligencias múltiples tiene en nuestra agenda educativa, sobre la concepción de mente que sostenemos en nuestras prácticas, para saber si son compatibles con una representación compleja de inteligencia y trabajar desde este conocimiento.

Los contextos extracurriculares son ámbitos que se presentan como prometedores para la realización y valorización de las potencialidades de los alumnos en otras áreas del saber que no son valoradas en la escuela formal. Aportes de especialistas en el tema (Amabile, 1996; Csikszentmihalyi, 1998; Gardner, 2001 y Sternberg, 1997) concuerdan que la creatividad para manifestarse como tal, requiere ciertas condiciones individuales y contextuales que interactúen en diversos ámbitos.

Los estudios sobre motivación intrínseca, revelan que el interés y el desafío sobre una tarea es un componente clave para el despliegue de la creatividad en ámbitos específicos del conocimiento (Amabile, 1996). Los postulados actuales sobre creatividad argumentan que las personas creativas destacan en función de ciertas inteligencias, pero en la mayoría de los casos exhiben un perfil configurado por una amalgama de dos o tres tipos de mente. Otras propuestas refieren al rol de la cultura sobre la creatividad, mencionando que las culturas están compuestas por diferentes dominios y que las innovaciones no se hacen sobre la cultura general sino sobre un área especifica que puede encontrarse en situaciones muy diferentes que la favorecerán o la obstaculizarán (Csikszentmihalyi, 1998; Gardner, 2001).

La presencia de perfiles altos en algunas de las inteligencias, combinados con un nivel alto en innovación creativa, son prometedores en ámbitos donde se entrelazan los intereses individuales de los sujetos, con características contextuales flexibles y permeables para su desarrollo; estos postulados nos incitan a plantear nuevos interrogantes y estudios sobre inteligencia y creatividad.

El estudio que presentamos se orienta a conocer sí los potenciales de los alumnos para innovar de manera creativa tienen la oportunidad de desplegarse en el contexto formal de la educación actual; además preguntarnos qué posibilidades encontramos de que estos mismos perfiles sean expresados en ámbitos extracurriculares. No nos es ajeno el llamado de especialistas sobre la materia, sobre la necesidad de incorporar a nuestras prácticas pedagógicas la creatividad y la innovación como estilos cognitivos, como modos particulares de aproximarse al entorno, de plantear y resolver problemas en múltiples ámbitos (Corbalán Berná, 1992), para mejorar el accionar y el aprendizaje en sus dominios respectivos (Alonso Monreal, 2000; Csikszentmihalyi, 1998; Gardner, 2005; Rinaudo, 2007 y Sternberg, 1997).

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