Autorregulación socioemocional, casos clínicos El caso de la señora Carmen (ver tabla 1) de 67 años, paciente de la Clínica del dolor del CMN “20 de Noviembre” del ISSSTE, puede ilustrar el impacto clínico final de los niveles de IQSE . Ella ingresó a ese servicio con diagnóstico de cáncer de mama, además lumbalgia crónica y canal estrecho del túnel lumbar. Presentaba desprendimiento de la retina izquierda y mastectomia izquierda por lo que le retiraron los ganglios y presentó inflamación del brazo izquierdo con reducción de movimiento. Tuvo dos operaciones de columna y fístula, por lo que fue sometida a otra cirugía .Todos estos procedimientos sucedieron en un periodo de 2 meses y diez días. Un mes después falleció su tía, hermana de su madre, y su prima política de 65 años, a quienes ella visitó varios días antes de fallecer. De estas experiencias comentó: “…ve uno la vida de otra manera. Estamos conscientes de que todos vamos a morir. Yo tengo a mi esposo, amistades que me aprecian, tengo dolor pero siento que lo puedo moderar y tengo planes “. Gran parte de este tipo de conductas no son deliberadas. Cuando algunas personas no pueden producirlas pueden considerarse como fallas y recaídas de la autorregulación socioemocional más que acciones planeadas. Vale preguntar: ¿por qué muchas personas/pacientes actúan en contra de sus intenciones? Las evidencias indican (Craig 2005, Critchley, Melmed, Featherstone, Mathias and Dolar, 2002) que la fuerza para autorregularse emocionalmente, es decir, la habilidad para ejercer acciones autorreguladoras capaces de inhibir impulsos, tomar decisiones, perseverar en tareas intrincadas, emociones y sensaciones difíciles como el dolor y el estrés, el sufrimiento, es un recurso perecedero. En estudios, realizados con personas que recurrieron en exceso a la “fuerza reguladora” al comer platillos no recomendables ante la presencia de alimentos saludables y deseables, o que tomaron decisiones y suprimieron pensamientos o emociones, se observó que la generación subsecuente de un déficit en la persistencia y en la ejecución de tareas cognoscitivas y motoras (Muraven, Tice & Baumeiser, 1998). Por lo tanto, la fuerza de la autorregulación (IQSE) puede ser análoga a la fuerza muscular, en el sentido de que mientras más esfuerzo hace una persona, más fatiga experimenta en el músculo que ejercita, en este caso el “músculo de la regulación emocional”, lo que implica disponer de menos fuerza para esfuerzos posteriores. Este tipo de fatiga puede contribuir a una mayor frecuencia en las recaídas, y en los pacientes afectados por padecimientos crónicos, puede propiciar una mayor vulnerabilidad biológica al sufrimiento, junto con una reducción en la capacidad para la autorregulación (Turner-Cobb, Koopman, Rabinowitz, Terr, Sephton, Spiegel,2004). Una diferencia importante entre la fatiga muscular y la fatiga de la autorregulación emocional, es que no somos conscientes de esta última. Al respecto, S.W. Porges ha rotulado como Neurocepción a las estrategias neurológicas que compartimos con muchos mamíferos y que en nuestro caso se activan sin mediación de la conciencia ante señales en el ambiente (externo o interno), que indiquen: seguridad, peligro o amenaza a la vida (Porges , 2007 y Domínguez , 2008) Las personas no muestran diferencias sustanciales en su auto evaluación, tampoco reportan consecuencias afectivas diferenciales en la ejecución de tareas que requieren esfuerzos autorreguladoress vs tareas que no lo requieren. Cuando no se contaba con un índice de la fuerza y de la fatiga regulatorias -una especie de “electromiógrafo del músculo regulatorio” (un concepto difícil de aplicar empíricamente en situaciones clínicas y en problemas de salud), se dificultaba la aplicación del concepto de la autorregulación. Por ejemplo, cuando reviste importancia controlar los ataques de ira o producir una respuesta de serenidad ante el aumento de las adversidades y el estrés, esto era sólo algo deseable (es necesario uno o varios “marcadores” de la fatiga autorreguladora y de sus consecuencias, para descifrar y desmantelar esta tautología). Con adaptaciones en la tecnología (Ruvalcaba y Domínguez, 2008) es posible medir qué tanta fuerza autorreguladora o nivel de IQSE posee una persona, qué tanto esfuerzo requiere y si es o no vulnerable a las consecuencias negativas de su fatiga autorreguladora. En las siguientes tablas presentamos seis casos de pacientes1 con problemas de cáncer y dolor (3 con el apoyo de sus familias y 3 con la carecía de este factor, que respectivamente corresponden a personas con alto y bajo nivel de habilidades de IQSE), comparamos sus características personales (edad, diagnóstico principal, antigüedad del padecimiento y el estilo de afrontamiento predominante ante la enfermedad) y posteriormente en base a sus datos de Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca (VFC), lo que constituye una medida de la actividad autonómica o emocional en tres parámetros del espectro de frecuencias (Task Force, 1996): VLF, Frecuencias muy bajas asociadas con la activación, y con el predominio de la rama simpática y que clínicamente se considera como el nivel de estrés o intranquilidad; LF, Frecuencias bajas relacionadas con la actividad de los baroreceptores y HF, Frecuencias altas vinculadas con la actividad parasimpática o serenidad. Se midieron bajo cinco diferentes condiciones secuenciales: SOA. El paciente permanece sentado con los ojos abiertos; SOC, Sentado con los ojos cerrados, (estas dos condiciones constituyen la línea base); EST. Se le pide al paciente que evoque recuerdos recientes o antiguos de su dolor u otro estresor personal; RNR. Se le instruye para poner su cuerpo y mente lo más tranquilo que sepa hacerlo y finalmente ER. Con supervisión del psicólogo, el paciente produce una respuesta deliberada de relajación. Cada condición dura dos minutos. Destacan las diferencias en la respuesta grupal Pre/Post en la condición EST, que refleja la magnitud de los cambios autonómicos ante la sola evocación del dolor. El grupo con apoyo logró mantener una respuesta de serenidad a pesar del avance de la patología. Por su parte, el grupo “Sin” además de presentar un nivel elevado de estrés, no produjo suficiente actividad parasimpática. Tabla 1 . Pacientes con apoyo familiar
Perfil inicial Perfil final
Tabla 2 . Pacientes sin apoyo familiar
Perfil inicial
Perfil final
1 Se utilizó el procedimiento
de evaluacion clinica "Perfil Psicofisiológico
del Estres" compuesto por cinco condiciones diferentes de evaluacion
de dos minutos de duracion cada una (SOA,SOC,EST, RNR y ER ).
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