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Resultados
Respecto a las características generales de los participantes, observamos que
más del 60% son mujeres, edad promedio es de 20 años, el 93% son solteros,
casi el 30% trabaja además de estudiar (Tabla 1), y la mayoría de la muestra
la constituyeron estudiantes de primer año (39.4%) y segundo año (22.6%).
Obesidad y sobrepeso
El 23% de la población estudiada tuvo sobrepeso
y 6% obesidad. La distribución de grasa corporal de los estudiantes,
de acuerdo a la clasificación índice de cintura-cadera (ICC) fue
normal para el 71.2% de los estudiantes, el 5.3% presento una distribución
tipo ginecoide y el 23.5% androide. En la Encuesta Nacional de Salud
y Nutrición 2006, reportó que el 23% de los jóvenes de 19 años presentaron
sobrepeso y 12% obesidad; y 34% de los adultos jóvenes de entre
20 a 29 años presentaron sobrepeso y 18% obesidad (Ávila Ca., 2004).
Respecto al uso de estrategias para perder peso, 38.8% refirió haber
intentado perder peso en el último año; de los cuales sólo el 6.9%
logró una perdida significativa (> al 10% del peso corporal);
las estrategias que más se utilizaron fueron dieta y ejercicio.
La prevalencia de intentos por perder peso en los universitarios
de Tlaxcala es mayor a las reportadas en otros países como el Líbano
el 30%, Canadá 23%, Finlandia 20.8%, Japón 37% y en Estados Unidos
38% (Tamim, H., 2006). En programas estructurados para bajar de
peso se ha demostrado que sólo entre el 2.1-6.6% logran reducir
peso de manera importante, y de estos sólo entre el 17-29% mantiene
el peso perdido (Anderson, J., 2001). Nuestros resultados muestran
que las mujeres intentaron perder peso 2.7 veces más en relación
a los hombres (IC 95%; 1.9-4.1, p≤ 0.000); los estudiantes con sobrepeso
intentaron 3.1 veces más (IC 95%; 2.5-3.7, p≤ 0.000) y los obesos
5.4 veces más (IC 95%; 3.7-7.8, p≤ 0.000) en comparación a los estudiantes
con peso normal.
Aproximadamente el 7% de los estudiantes en nuestro estudio refirieron
una pérdida del peso de más de diez por ciento, y el 29% perdieron
más de cinco por ciento de su peso corporal. Estos resultados son
positivos, puesto que una reducción del 10% del peso corporal mejora
el control glucémico, reduce la presión arterial, el colesterol
y LDL y aumenta los niveles de HDL (Goldstein, D.J, 1992, Eilat-Adar,
S., 2005, Tyler, D.O., 1997). Nuestros resultados son consistentes
con un estudio de adultos de Seúl, Corea entre la cual el porcentaje
de la pérdida de peso exitosa (de más del 5%) fue de 36.6% (Kim.
J., 2007).
Respecto al riesgo para desarrollar trastornos de la alimentación
el 10% presentan al menos tres de la siguientes conductas de riesgo:
preocupación por subir de peso, atracones, sentirse fuera de control
cuando comen, inducción de vomito, ayunos, consumo de medicamentos
para bajar de peso, diuréticos y uso de laxantes, entre otras. Los
estudiantes con sobrepeso tuvieron 1.5 veces más conductas de riesgo
(IC 95% 1.12-2.01 p≤0.006), y los obesos 3.3 veces más conductas
de riesgo (IC 95%, 2.17-5.02 p≤0.000) comparado con los de peso
normal; y los que han intentado bajar de peso tuvieron 8.8 veces
más riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria
en relación a los que no lo intentaron. En la ENSANUT se observó
que el 18.3% de los jóvenes reconocieron preocupación por engordar,
comer demasiado o bien que perdieron el control para comer; 3.2%
de los adolescentes mencionó haber practicado dietas, ayunos y exceso
de ejercicio; y en menor proporción se observó la práctica del vómito
autoinducido y la ingesta de medicamentos en 0.40%, ésta situación
fue más frecuente en mujeres de 16 a 19 años de edad (Ávila Ca.,
2004).

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