Virtud intelectual:

>>
>>
>>
>>

Las virtudes intelectuales, acompañadas del logos, están unidas a la inteligencia y a la sabiduría. Apuntan a la realización de la verdad y del conocimiento. Caracterizan al hombre que infiere y razona a partir de unas reglas. Determinan o una “facultad científica que se aplica a la contemplación de objetos que no admiten ninguna contingencia” (Ross, 1957, p. 307), como por ejemplo las que obedecen a leyes generales y eternas, o una “facultad calculadora (que Aristóteles luego llama facultad de opinión) con la cual estudiamos las cosas en que hay contingencia” (Ibid.).

Del lado de lo no contingente y necesario yacen tres virtudes: (a) sophía: sabiduría de los primeros principios, saber teórico que comprende al mismo tiempo a la razón intuitiva y a la ciencia; (b) epistéme: conocimiento científico; (c) nous: intuición o razón intuitiva. Del lado de lo contingente se ubican otros dos virtudes intelectuales: (d) frónesis: prudencia, sensatez, sentido común, sabiduría práctica en las cuestiones del estado y del individuo; (e) téchne: conocimiento de reglas para la producción de objetos. (Ver cuadro No. 4) En la Retórica, Aristóteles sólo menciona dos virtudes intelectuales: sophía y frónesis. A esta última la considera como un componente importante del ethos.

Sophía es una condición fundamental de todo comunicador y productor de discursos. Quien diserta sobre un tema debe conocer la disciplina o el área del conocimiento a la cual se adscribe pera poder hablar con propiedad. Sophía le da densidad conceptual a los discursos públicos. Los comunicadores sociales están obligados al trabajo con expertos, a difundir sophía con rigor en las distintas áreas de interés social: economía, política, astronomía, geofísica, sociología. El logos es el instrumento que permite dar coherencia lógica a los contenidos de estos discursos. En la actualidad, los medios de comunicación social venden ciencia, la difunden, y el éxito de algunos programas está en la manera como procesan la información científica. Cada día crece el número de programas con este tipo de orientación que incluso ha penetrado el aula de clases por las tácticas empleadas para llegar a todo tipo de audiencia y por cumplir la máxima horaciana de combinar lo dulce et utile.

Pero la producción de discursos sociales es un arte, una techné dominada por reglas y principios. Esa techné conforma la sophía de los líderes sociales, independientemente de su área de trabajo y, en especial, cuando encaran al público en forma oral o escrita. Ellos están en la obligación de conocer las normas formales de uso de la lengua nacional, sus recursos estilísticos y retóricos, las normas pragmáticas que les permitan adecuar los textos a los contextos, a la audiencia. Deben entender que el logos como lenguaje tiene unas codificaciones que le son propias que ellos deben conocer para poder actuar con dignidad, ganar prestigio, credibilidad, en el ágora, en tribunales, en los medios de comunicación, en la escuela, en cualquier espacio en el que les toque ejercer.

Se ha insistido en que el objetivo de la retórica es la producción de discursos para persuadir. Dentro de las virtudes intelectuales, sophía y téchne marchan juntas. El uso adecuado del lenguaje prestigia al orador y potencia los contenidos temáticos del discurso. La violación de sus normas desprestigia al comunicador, debilita las ideas a insertar dentro de una audiencia. Por ser sophía y téchne partes fundamentales de la areté, la cual, a su vez, es ingrediente cardinal del ethos, la ética comunicativa contempla lo relacionado con el uso apropiado del lenguaje: “porque no basta saber lo que hay que decir, antes también es necesario decirlo como conviene, ya que importa mucho que el discurso adopte cierta modalidad apropiada”. (Retórica, II, 1).

Lledó (2002, p. 168) manifiesta que las virtudes dianoéticas “no tienen que ver con el ethos, sino con el pensamiento (dianoia)”. Es un criterio que no se comparte. Las virtudes éticas e intelectuales pertenecen a un mismo mundo, se orientan a los mismos fines. La virtud dianoética le da consistencia al ethos porque el ejercicio de la razón alimenta el control y la moderación del deseo, del placer, de lo pasional, de los excesos.

>>
>>
>>
>>