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Cada
día es más frecuente escuchar los
términos nanotecnología, nanomateriales,
nanoestructuras, etc., en conversaciones de la vida
cotidiana, pero para la mayoría de las personas
aun es difícil imaginar estos términos
fuera del contexto científico o de la ciencia
ficción. Sin embargo, es innegable el impacto
que el estudio de las nanociencias y los desarrollos
nanotecnológicos tendrán en los ámbitos
social, cultural, y económico de nuestra
vida diaria.
Las
nanociencias se pueden describir como aquellas que
estudian estructuras u objetos con al menos una
de sus dimensiones en la escala del nanómetro
(nm). El prefijo “nano” viene del latín
“nanus”, que significa muy pequeño
o enano, y entonces un nanómetro corresponde
a la millonésima parte de un milímetro.
Para tener un punto de comparación podemos
decir que un cabello humano tiene 100000 nm de grueso,
que el diámetro de una molécula de
ADN es de 2.5 nm y que el diámetro de un
átomo es de un tercio de nanómetro.
El análisis de dichas estructuras incluye
la caracterización de sus propiedades (sean
químicas, mecánicas, electrónicas,
ópticas o magnéticas), y el estudio
de la interacción que tienen con otras nanoestructuras,
con ondas electromagnéticas, con medios biológicos,
etcétera.
Por
otro lado, la nanotecnología correspondería
a la capacidad técnica para modificar y manipular
la materia para poder desarrollar estructuras o
dispositivos funcionales, con dimensiones inferiores
a los 100 nm, para potenciales aplicaciones tecnológicas
[1,2]. Por ejemplo, una
estructura típica en los dispositivos producidos
por la industria microelectrónica sería
cientos de veces más grande que una nanoestructura
con dimensiones inferiores a unas pocas decenas
de nanómetros. Actualmente, las estructuras
más pequeñas que se han alcanzado
en transistores para circuitos integrados hechos
en laboratorios de investigación van de los
10 a los 20 nanómetros, es decir, una décima
parte de las dimensiones que encontramos actualmente
dentro de los circuitos integrados comerciales.
Así,
el desarrollo de la industria de la microelectrónica
hacia dispositivos más pequeños, más
rápidos, más eficientes y más
baratos ha sido impulsado desde hace 40 años
por la llamada Ley de Moore que describimos en la
siguiente sección. Por el momento basta decir
que las nanociencias no son sólo un paso
más hacia la miniaturización de los
dispositivos actuales, sino un terreno cualitativamente
nuevo, completamente dominado por la mecánica
cuántica, donde lo pequeño puede ser
esencialmente diferente. En efecto, la materia modificada
a la nanoescala puede presentar propiedades o fenómenos
intrínsecos de la escala atómica que
son fundamentalmente diferentes de los que habitualmente
observamos a mayor escala.
Como
lo describimos más adelante en este artículo,
en el Instituto de Física de la UNAM estamos
trabajando desde 1996 en la síntesis y caracterización
de nanopartículas metálicas en muestras
de sílice (SiO2) por medio de la técnica
de implantación de iones, usando el acelerador
Peletrón.
Nuestro
objetivo no solamente es lograr un mejor entendimiento
de los mecanismos responsables de la formación
y de las propiedades ópticas de estas nanopartículas,
sino también producir materiales ópticamente
activos para potenciales aplicaciones tecnológicas
en la optoelectrónica. Los dispositivos optoelectrónicos
son aquellos que combinan la óptica con la
electrónica (por ejemplo, circuitos integrados
híbridos que funcionarían con luz
y electricidad) y su desarrollo nos permitiría
contribuir a que la ley de Moore siga siendo válida
por muchos años más.
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