
Fig.1

Fig.2

Fig.3
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Los
índices más comunes
Para
que los peces puedan ser empleados como medida de la sustentabilidad
fuerte del uso del agua, se deben emplear índices
que muestren el nivel de calidad ambiental. Uno de los
primeros fue el índice de Shannon-Wiener
para medir la diversidad de los peces sometidos
a la contaminación del agua durante la década
de 1960 (Davis 1995). Este índice relaciona el
número de especies con la proporción en
individuos pertenecientes a cada especie presente en la
muestra total. Sin embargo, éste ha sido criticado
debido a que no considera aspectos importantes como la
periodicidad y el tipo de muestreo, el nivel de la resolución
taxonómica y porque responde de manera irregular
a los cambios naturales del medio acuático (Davis
1995, Karr 1998).
Otra
manera simple de medir un conjunto de peces es contando
el número de taxa
que contiene, es decir, su número de familias,
géneros o especies. Por ejemplo, la riqueza específica
(número de especies), a pesar de sus límites,
esta es, de acuerdo con Gaston y Spicer (2000) y Walmsey
(2002) un buen indicador para la gestión ambiental
y para el estudio de la biodiversidad. Fausch et al. (1990)
mencionan que las desventajas de la riqueza específica
incluyen: su dependencia del tamaño de muestra,
su información limitada sobre la comunidad entera
y que su sensibilidad a la degradación puede variar
regional y estacionalmente, así como con la estructura
de edades. En efecto, la insensibilidad a la degradación
ambiental puede ser un problema importante al utilizar
la riqueza específica como índice ya que
el número total de especies no siempre declina
con las perturbaciones en el ecosistema, sino que se lleva
a cabo un reemplazo de especies o surgen cambios en su
proporción relativa. En algunos casos, mientras
que el número de especies sensibles declina con
la degradación, especies más tolerantes
llegan a ser más comunes y el resultado es que
la comunidad no cambia en el número de especies
pero sí en las especies que la conforman (Wang
et al. 2000, Vila-Gispert et al. 2002).
Para
resolver este problema de sensibilidad diferenciada, las
especies pueden analizarse en grupos o “gremios”
de especies afines entre sí. Este enfoque es válido
ya que, dentro de la estructura ecológica, las
especies pertenecen a gremios y éstos a comunidades
(Minns et al. 1996). Por ejemplo, analizar a
las especies de un conjunto de peces por medio de grupos
tróficos (grupos clasificados según
sus hábitos y preferencias alimentarias). Por ejemplo,
los peces bentívoros
(peces que comen plantas o invertebrados del fondo del
lago o río) pueden ser buenos indicadores de la
calidad del agua (Scott y Hall 1997), mientras que los
piscívoros (peces
grandes que comen otros peces) son de interés especial
para la conservación (Schlosser 1991) y la pesca
deportiva (Oberdorff y Hughes 1992). La hipótesis
es que la contaminación del agua da lugar a fluctuaciones
en el suministro de alimentos, reflejándose en
cambios estructurales de la composición trófica.
Los peces con hábitos alimentarios muy especializados
serán más afectados que las especies omnívoras,
las cuales son más aptas para adaptarse a los cambios
en el medio (Aguilar Ibarra et al. 2005).
Los
índices multi-métricos
constituyen el enfoque más reciente para determinar
la calidad ambiental de los ríos. Éstos
consisten en integrar la información de los conjuntos
de peces y del medio en múltiples variables o métricas
(de ahí su nombre) para determinar el nivel de
perturbación de un ecosistema, comparando sitios
degradados con sitios de referencia.
Las métricas se eligen según ciertos criterios,
que pueden incluir aspectos estadísticos. Barbour
et al. (1995) consideran que para que una métrica
sea robusta, ésta debe ser representativa de la
comunidad ecológica bajo estudio y debe proporcionar
una respuesta que se pueda discriminar de la variación
natural. Algunos ejemplos de métricas son: la riqueza
específica total, porcentaje y número de
especies tolerantes y sensibles, distancia que hay entre
el sitio de muestreo y las fuentes del río, el
porcentaje de superficie
de la cuenca que corresponde a cultivos agrícolas
o a ciudades, entre otras. Otras características
ecológicas y biológicas, tales como la preferencia
de substrato, la preferencia de velocidad del flujo, estrategias
reproductivas o porcentaje de organismos enfermos, pueden
también emplearse en índices multi-métricos
(Dolédec et al. 1999). Todos estos datos
son importantes ya que dan una idea más completa
y general no sólo de la condición de unos
cuantos individuos aislados sino de todo el ecosistema
en su conjunto.
El
índice de integridad biótica (IBI) es un
índice multi-métrico para peces concebido
en los Estados Unidos por Karr et al. (1986). El IBI fue
desarrollado originalmente para los estados del medio
oeste pero se ha adaptado a otras regiones (e.g. Fausch
et al. 1990, Lyons et al. 2001) y otros países,
como Bélgica (Kestemont et al. 2000), Canadá
(Steedman 1988), Francia (Oberdorff y Hughes 1992) y México
(Lyons et al. 2000). El IBI puede variar dependiendo
de la variabilidad natural y de la región fisiográfica
(Smogor y Angermeier 2001), la localización del
muestreo en la cuenca (Osborne et al. 1992) y el tipo
de río bajo estudio (Seegert 2000). Para una revisión
detallada de la historia del IBI y sus aplicaciones referirse
a Simon y Lyons (1995). Las críticas que han recibido
los índices multi-métricos incluyen: (i)
falta de capacidad para registrar los efectos de nuevas
perturbaciones; (ii) su escala en categorías obscurece
la magnitud de los impactos ambientales y no miden de
manera cuantitativa las alteraciones del ecosistema; y
(iii) se presentan como valores absolutos sin tener en
cuenta la incertidumbre estadística (Suter 2001,
Iliopoulou-Georgudaki et al. 2003). A pesar de estas críticas,
Davis (1995) y Simon y Lyons (1995) justifican su uso
pero reconocen que más investigación es
necesaria antes de que estos índices se puedan
desarrollar en verdaderos índices de la salud del
ecosistema.
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Este
índice relaciona el número de especies
con la proporción en individuos pertenecientes
a cada especie presente en la muestra total. Sin
embargo, éste ha sido criticado debido a
que no considera aspectos importantes como la periodicidad
y el tipo de muestreo, el nivel de la resolución
taxonómica y porque responde de manera irregular
a los cambios naturales del medio acuático
(Davis 1995, Karr 1998). |
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Es
decir, su número de familias, géneros
o especies. Por ejemplo, la riqueza específica
(número de especies), a pesar de sus límites,
esta es, de acuerdo con Gaston y Spicer (2000) y
Walmsey (2002) un buen indicador para la gestión
ambiental y para el estudio de la biodiversidad.
Fausch et al. (1990) mencionan que las desventajas
de la riqueza específica incluyen: su dependencia
del tamaño de muestra, su información
limitada sobre la comunidad entera y que su sensibilidad
a la degradación puede variar regional y
estacionalmente, así como con la estructura
de edades. |
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Grupos
clasificados según sus hábitos y preferencias
alimentarias. |
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Peces
que comen plantas o invertebrados del fondo del
lago o río. |
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Peces
grandes que comen otros peces. |
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Constituyen
el enfoque más reciente para determinar la
calidad ambiental de los ríos. Éstos
consisten en integrar la información de los
conjuntos de peces y del medio en múltiples
variables o métricas (de ahí su nombre)
para determinar el nivel de perturbación
de un ecosistema, comparando sitios degradados con
sitios de referencia. Las métricas se eligen
según ciertos criterios, que pueden incluir
aspectos estadísticos. Barbour et al. (1995)
consideran que para que una métrica sea robusta,
ésta debe ser representativa de la comunidad
ecológica bajo estudio y debe proporcionar
una respuesta que se pueda discriminar de la variación
natural. |
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El
porcentaje de superficie de la cuenca que corresponde
a cultivos agrícolas o a ciudades, entre
otras. |
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