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Involucramiento social: antesala de los vínculos
afectivos sociales El desarrollo de vínculos sociales no es suficiente para inhibir los sistemas de defensa, las personas tienen que estar también físicamente cerca uno de otro, esto es verdad cuando se trata de una madre y un bebe que están formando una relación de apego o dos adultos que están construyendo un vinculo social amoroso (en este sentido no podemos calificar de “relación amorosa” un noviazgo por Internet); por supuesto existen diferencias muy grandes en el contexto, en el cual una madre y su hijo forman un apego y los vínculos sociales de dos parejas reproductivas que están tratando de establecerse. Consideremos, por ejemplo, la movilidad física, el bebe presenta limites en su habilidad para desplazarse (acercarse o alejarse de su madre) determinada por un desarrollo neural inmaduro, en contraste dos adultos tienen ya muchas posibilidades de desplazarse físicamente cuando están persiguiendo una vida reproductiva. Si la creación de vínculos sociales afectivos y duraderos dependiera sólo de las conductas motoras voluntarias, entonces los humanos recién nacidos enfrentarían una gran desventaja. La regulación neural de sus vías motoras espinales está inmadura en el momento de nacer y su desarrollo pleno toma varios años; afortunadamente, el involucramiento social afectivo no depende de qué tan bien podamos mover nuestros brazos o piernas, los movimientos voluntarios de las extremidades y del tronco requieren de vías neurales que vinculen la corteza a los nervios espinales por ejemplo (las vías cortico-espinales), el involucramiento social depende de qué tan bien podamos regular los músculos de nuestra cara y cabeza vía la vinculación de la corteza con nuestro tallo cerebral (por ejemplo las vías cortico-bulbares), éstos son músculos que generan la expresión de nuestras caras, permiten la producción de gestos con nuestra cabeza, darle entonación a nuestras voces, dirigir nuestras miradas, y distinguir las voces humanas de entre todos los sonidos ambientales (justo las habilidades que intervienen durante el enamoramiento).
La neurocepción de peligro o amenaza vital (Sahar et al., 2001) en el ambiente externo (una persona o situación desconocida que no produce confianza) o en el ambiente interno (fiebre o dolor) reduce el tono de los músculos faciales lo que puede provocar que los parpados tiendan a cerrarse; la inflexión de la voz se pierda; la expresión facial positiva se desvanezca; la conciencia de los sonidos de la voz se haga menos aguda; y la sensibilidad a las conductas de involucramiento social de otros disminuya o incluso desaparezca. Es importante mencionar que incluso caras facialmente “aplanadas” afectivamente (más que enojadas) pueden instigar la neurocepción del peligro, del miedo y perturbar el desarrollo de la interacción normal y los involucramientos sociales recíprocos. La cara “aplanada” de un padre deprimido o el afecto ausente de un niño enfermo puede desencadenar una espiral transaccional que produce una regulación emocional comprometida y limita seriamente la expresión de conductas de involucramiento social espontáneas (ver tabla 1). Conclusiones Las emociones también tienen sus razones, pueden contribuir para tomar decisiones acertadas que permitan una mejor adaptación al ambiente, aunque también pueden tener efectos dañinos. Todo dependerá de cómo se evalúen las características del ambiente; por ejemplo, si es seguro o no. Una forma de comprender esta evaluación es por medio de la neurocepción y cómo interviene en el desarrollo de conductas socio-emocionales como el amor. Si la neurocepción detecta seguridad promueve estados fisiológicos que contribuyen con comportamientos amorosos que generalmente involucran respuestas de inmovilización sin miedo, las cuales están moduladas por el núcleo ambiguo, la corteza temporal y frontal y los nervios craneales relacionados con la actividad muscular de la cara.
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