“El problema relativo a si en estos actos por los que la razón prescribe leyes está o no ella misma determinada por otras influencias, así como el relativo a si aquello que se llama libertad respecto de los estímulos sensibles no puede ser, a la vez, naturaleza en relación con causas eficientes superiores y más remotas, no nos importa en el terreno práctico, ya que no hacemos sino preguntar a la razón sobre la norma de conducta. Dichos problemas son cuestiones puramente especulativas de las que podemos prescindir mientras nuestro objetivo sea el hacer o dejar hacer”45 (A 803 – B 831). Si bien es cierto que en las cuestiones prácticas lo que interesa principalmente a la razón es lo que se debe de hacer y, por lo tanto, se presta sólo atención a la reglas e imperativos que tienen que regir la acción humana, resulta difícil aceptar a la luz de lo que se dijo en la tercera antinomia (que la supresión de la libertad trascendental significa la destrucción de la libertad práctica) e, incluso, parece contradecirla. Es más, sólo unas líneas más debajo de la cita que hemos hecho Kant señala que “la cuestión relativa a la libertad trascendental sólo afecta al saber especulativo y, tratándose de lo práctico, podemos dejarla a un lado como enteramente indiferente”. Por otro lado, en la misma cita se señala que la libertad práctica no está amenazada porque se descubra que eso que se llama libertad con respecto de los estímulos sensibles no esté a su vez determinada por “causas eficientes y más remotas”. Pero de ser así, como lo dice correctamente Allison46 , entonces el hombre no sería libre en sentido trascendental, que es el sentido en el que verdaderamente podríamos decir que es libre, esto es, que su voluntad es efectivamente espontánea. Empero, según el mismo Allison, no se debe entender necesariamente que la posibilidad de afectación de la voluntad por “causas eficientes o más remotas”, signifique necesariamente la anulación de la libertad trascendental, ya que bien pueden ser simples móviles o antecedentes que conducen “el acto solamente a través de la adopción, por parte del agente, de una regla de acción según la cual el móvil puede servir como razón para el acto en cuestión”, pero nunca como la causa determinante. Kant llama a este acto de incorporación “causalidad de la razón” y ejemplifica su vigencia a partir de la explicación de lo que se ha dado por llamar la “mentira maliciosa”. Aquí se muestra que, independientemente de la vida, la mala educación, las malas compañías, el carácter perverso, etc., de cualquier individuo, se le puede juzgar y condenar moralmente cuando hace un acto deleznable y perjudicial para la sociedad (como lo es una mentira maliciosa), justo porque se considera que a pesar de todas las circunstancias y móviles que impulsaron dicha acción todo individuo sigue siendo un agente moral. Por eso Kant dice, “el acto es imputado al carácter inteligible del autor”47 (A 555 –B 583). Ahora bien, este carácter inteligible del agente sigue siendo inaccesible para el conocimiento teórico. “Tenemos conciencia, pero no experiencia de esta capacidad”48 . Así, por cuanto esta conciencia resulta suficiente para establecer la libertad práctica, se salva, por lo menos, una espontaneidad relativa, aunque no se logra establecer la espontaneidad absoluto o trascendental. De acuerdo con Allison, la libertad trascendental, entonces, sólo sirve como idea reguladora o “modelo” para “salvar” la libertad práctica. Así entiende dicho autor la frase de Kant que dice que “el concepto de libertad práctica se basa sobre esta idea trascendental (de la libertad)”. No se requiere, pues, establecer la “realidad” de la libertad trascendental, sino sólo su “idea”. |