10 de agosto de 2004 Vol. 5, No. 7 ISSN: 1607 - 6079
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Concibiendo la escritura

Se escribía con glifos de tamaño menor (afijos, prefijos, infijos) y glifos principales (de tamaño mayor). Se tienen tres diferentes formas de escritura: las formas geométricas, las variantes de cabeza y las de cuerpo completo, los números también se pueden escribir en variantes de cabeza y de cuerpo completo. La unión de dos glifos, o más, forman palabras y éstas a su vez conforman oraciones las cuales comienzan, regularmente, por un marcador temporal, fecha o algún otro, al cual le sigue un verbo, el sujeto y el complemento (nombres de objetos y de lugares), cuando son verbos intransitivos, cuando se trata de verbos transitivos el orden es: marcador temporal, objeto, verbo, sujeto, pero estos casos son raros y suelen tener mayor frecuencia en los códices.

La importancia que le dieron los mayas al tiempo provocó que en los inicios de su desciframiento se le diera mayor importancia a esta clase de registros, pero en la segunda mitad del siglo XX, al identificarse el contenido histórico de los monumentos y comprobar el carácter fonético de la escritura, las piedras volvieron a hablar.

En realidad la escritura trató de leerse fonéticamente desde mediados del siglo XIX cuando el abad Brasseur de Bourbourg, quien localizó el manuscrito de fray Diego de Landa el cual contiene un alfabeto maya, trató de leer el códice Troano encontrando en el algo tan maravilloso como la mención a la desaparecida Atlántida. Pero leyó el códice al revés, porque no se conocía el orden de lectura, no fue si no hasta el desciframiento de los textos calendáricos que se pudo fijar ésta. Más adelante otros investigadores, Leon de Rosny y Cyrus Thomas, valiéndose nuevamente del alfabeto de Landa, que es como se conoce, propusieron las lecturas para kutz, pavo y tzul, perro.

Pero los alemanes Edward Seler, Ernst Foerstemann y Paul Schellhas criticaron dichas lecturas y propusieron que la escritura era logográfica o ideográfica, es decir, cada glifo representaba una idea. Schellhas identificó los nombres de (fig32) pero, ante la imposibilidad de leer sus nombres, les asignó letras, mismas que hasta la fecha se siguen utilizando en algunos casos.

Desde un principio se intentó catalogar a los jeroglíficos para poder referirse a ellos sin que hubiera confusiones, y se crearon varios catálogos, siendo el más usado el del inglés Eric Thompson (1960), quien clasificó a los jeroglíficos en afijos, principales y de cabeza. A cada uno se le asignó un número y se citan con la letra T más el número correspondiente, la posición dentro del cartucho se marca por medio de puntos.

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