Revista Digital Universitaria
10 de agosto de 2006 Vol.7, No.8 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

RDU

 
 
 

 

Un caso: fulminar la experiencia de la muerte

Alberto a los 50 años de edad recibe la información de que su madre se encuentra en delicado estado de salud. Al arribar a la casa materna, comprueba que no sólo es delicado, sino que ella está viviendo el desenlace de una enfermedad calificada como "terminal"2.

Su primera dificultad provenía de esa calificación médica, la cual genera una singular expectativa en el entorno que rodea a su madre, en particular, a aquellos que como él tienen un monto de líbido que ella le dirige, sea el que sea, es decir: que los destinos de "su madre" no le son ajenos 3. La dificultad consiste en que un diagnóstico médico -cuya pertinencia y exactitud no está en discusión- coloca a ese hijo, y a otros, ante la demanda de sólo esperar únicamente la muerte de ese ser. Ante la muerte nadie tiene asegurado ningún futuro ¿A título de qué se obliga a dar un trato singular a alguien, pues se le considera terminal? En esas condiciones la vida que le resta a "su" madre, queda alterada por un diagnóstico objetivo y pertinente; en este caso Alberto hacía frente a una situación donde su madre estaba viva y se trataba de obligarlo a él a "pensar" 4 en su próxima e inevitable muerte.¡Que infierno!

El diagnóstico apunta a darle un carácter "terminal" a la vida, lo cual no es lo mismo que si el diagnóstico fuera el de una "enfermedad terminal", pues allí es la enfermedad la afectada y no necesariamente la vida. Ese "infierno" era un obstáculo a salvar si quería vivir sin someterse a una muerte por venir. Si alguien está atormentado por la muerte anticipada, la cura analítica revela cómo ese alguien tiene una vida hecha a cuadritos, entonces no puede vivir 5.

En este caso, el sujeto se atrevió a vivir ese momento con ese ser querido de manera agradable y hasta cómica por momentos. Tal comicidad compartida con su madre era la vía que les permitía dar lugar a la tristeza que los habitaba, ésta no requiere necesariamente de la soledad para hacer acto, quizás, por el contrario, sólo se está triste cuando ese sentimiento, ese goce, se comparte 6. Respecto al estado físico de su madre se ubicó sólo como hijo, ya que los médicos no requerían de otro profesional.

Así las cosas, Alberto llegó al momento de hacer frente al hecho cruel y absoluto de la muerte de su madre, un ser querido para él. Hacer frente al hecho no es lo mismo que pensar en que ese hecho va a ocurrir. Ahí, en ese punto debió vivir su singular experiencia de la muerte en la actualidad. Tardó poco tiempo en darse cuenta de que el merecido funeral cobraba un ritmo vertiginoso, la funeraria 7 establecía los tiempos y los hacia obligatorios. Una vez que el rito funerario queda a cargo de una empresa, es ella quien impone los tiempos, los espacios e incluso dispone del cuerpo del fallecido. Cuando está instalado y circula en el lazo social no siempre es factible encontrar una manera de impedir, posponer o modificar sus alcances.

 

 
   

 

 

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