Torrance
se aboca a estudiar las causas del desarrollo de la creatividad
en los niños, especialmente en los ambientes educativos,
analizando las causas que reprimen la creatividad y buscando
las características del niño creativo. En torno
a lo anterior concluye que los niños creativos son
vistos como ‘atípicos’, tanto por sus profesores
como por sus compañeros de clase, por lo que generalmente,
tanto sus maestros como sus compañeros de una forma
u otra, los reprimen. En este sentido, realizó un estudio
de tipo longitudinal al cual duró 12 años, durante
los cuales aplicó una prueba a 392 alumnos de nivel
secundaria, logrando demostrar que los niños creativos
son más exitosos profesionalmente y se desempeñan
en mejores trabajos.
Por
su parte, Kubie (1966, citado en Ulmann op cit.), demuestra
a diferencia de como se pensaba: 'que las personalidades creativas
obedecían a procesos de naturaleza psicótica',
no ocurría así necesariamente, debido a que
estos procesos son rígidos y evaden el plano de la
realidad. Asimismo, Torrance confirmó estos resultados
en estudios que llevó a cabo con esquizofrénicos,
dejando claro que las personas psicóticas pueden manifestar
una gran fantasía, pero no creatividad. Igualmente,
Kubie argumenta que la creatividad no se da en los procesos
rígidos del inconsciente ni en el super yo, sino que
se da en una zona intermedia que es el subconsciente, en donde
lo racional y lo irracional coinciden.
Guilford
(1950) y Dedboud (1992), han sugerido ocho como las habilidades
que componen a la creatividad: Guilford demostró además,
que la creatividad y la inteligencia son cualidades diferentes.
Estas habilidades son:
Torrance
nuevamente en 1963, demuestra que el 70% de los sujetos considerados
como creativos en una muestra, serían excluidos del
grupo, si se tratara de seleccionar a los de C. I. más
alto, sin importar el tipo de prueba de inteligencia aplicada.