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La
principal preocupación de Whitehead en
Los fines de la educación es
poner en evidencia el debilitamiento de ideales
educativos. Considera que en las escuelas de
la antigüedad se aspiraba a impartir sabiduría,
en los modernos colegios de nuestra época
el propósito es más humilde:
enseñar materias.
Los
ideales descienden al nivel exclusivamente de
la práctica, lo que conduce al estancamiento
de las aptitudes de los alumnos, en particular
cuando la formación intelectual se concibe
como la simple adquisición de habilidades
mecánicas y de fórmulas establecidas
para expresar información.
Whitehead
propone, en principio, defender la importancia
de los ideales educativos distinguiendo entre
educar e instruir. Cuando los profesores se
dedican a instruir tienen como finalidad impartir
conocimientos o crear habilidades; en cambio,
si los docentes se proponen educar su finalidad
es infundir sabiduría. En palabras
del autor:
“La
finalidad de la educación es infundir
sabiduría, la cual consiste en saber
usar bien nuestros conocimientos y habilidades.
Tener sabiduría es tener cultura y la
cultura es la actividad del pensamiento que
nos permite estar abiertos a la belleza y a
los sentimientos humanitarios.”
Otro
filósofo importante del siglo XX, José
Ortega y Gasset, reafirma la importancia de
la cultura (de la sabiduría,
en términos de Whitehead) en su obra
La misión de la Universidad,
donde afirma:
La cultura es un menester imprescindible de
toda vida, es una dimensión constitutiva
de la existencia humana, como las manos son
un atributo del hombre. El hombre a veces no
tiene manos; pero entonces no es tampoco un
hombre, sino un hombre manco. Lo mismo sólo
que mucho más radicalmente, puede decirse
que una vida sin cultura es una vida manca,
fracasada y falsa. El hombre sin cultura no
vive a la altura de su tiempo, vive por debajo
de lo que sería su auténtica vida,
es decir, falsifica o estafa su propia vida,
la desvive. (Ortega, 1982, p. 46.)
Whitehead defiende la relevancia de impartir
sabiduría, cultura, como uno
de los fines de la educación. Considera
que la simple instrucción favorece las
ideas inertes, es decir, los conocimientos muertos,
el conjunto de pensamientos que la mente recibe
pero no utiliza, verifica o transforma en nuevas
combinaciones. Una sociedad que da lugar a las
ideas inertes debilita los ideales educativos,
permitirlo resulta inútil y perjudicial.
Para
superar las ideas inertes, el estancamiento
mental, el filósofo propone que las instituciones
educativas y el docente deben asumir dos premisas:
“no enseñar demasiadas materias
y lo que se enseña, enseñarlo
a fondo.”
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