Historia del cuadro ¿Cuál es la importancia de este retrato? ¿Por qué retratar al filósofo de Königsberg en esta situación tan cotidiana y poco heroica? En nuestra opinión, el artista intenta expresar plásticamente, con bastante éxito, la forma de ser, de pensar y de sentir de Kant con respecto a la condición como ser humano y sus congéneres. Emil Dörstling era, al parecer, un pintor alemán de finales del siglo XIX, que gustaba de representar escenas históricas y al cual recurrían con frecuencia las oficinas públicas para encomendar retratos y escenas dignas de conmemoración. Este elocuente cuadro le fue encargado en 1892 por el senador prusiano Dr. W. Simon, quien lo adquirió con el fin de obsequiarlo al ayuntamiento de Königsberg. El cuadro lleva el título "Kant y sus convidados" por la obra literaria en que está basado, la cual describe las comidas dominicales que Kant gustaba de ofrecer en su casa y que llegaron a ser célebres entre las personas cultas de la ciudad. Su autor, Christian Friedrich Reusch, sólo fue invitado personalmente a las últimas de estas célebres tertulias, hacia el final de la vida de Kant. Pero aunque el ambiente que él pudo presenciar es muy diferente del que este cuadro retrata, sus referencias a épocas más gloriosas, cuando Kant gozaba de plena salud, le eran bien conocidas por las referencias directas de su padre (profesor de física) y de su hermano mayor (médico), ambos amigos del Kant maduro (según refiere el Berlinische Monatschrift). Christian apenas fue invitado a la mesa de Kant en el año de 1803, cuando éste era un anciano de 79 años. Lo que vio apenas se compara con lo que fueron las reuniones en años anteriores. Así describe Christian su experiencia personal:
Para entonces, como refiere Kühn, Kant estaba viejo y había pasado una enfermedad tan grave que casi le había impedido para siempre volver a sentarse en la mesa con sus amistades. ¡Qué diferencia de la persona alegre, entusiasta y amistosa que conoció y describe Johann Herder: En la plenitud de su edad conservaba, sin embargo, la gozosa viveza de un joven, que, según creo, le ha acompañado hasta la vejez. Su amplia frente, hecha para pensar, daba cobijo también a una serenidad y alegría inalterables. De sus labios fluía un discurso rico e injundioso. Poseía gracia, humor y sensatez, y sus clases eran lo mas ameno que uno podía encontrar. (Herder, Cartas para el fomento de la humanidad).
|