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La evolución tecnológica del telar
Raúl Vicente Galindo Sosa y Yissel Hernández Romero
 



 
 

 

Desarrollo tecnológico del telar

Desarrollo del telar mecánico


La automatización de procesos durante la Revolución Industrial en Inglaterra fue resultado de las condiciones económicas, innovaciones técnicas, adelantos en la transferencia de energía y en la mecanización de las fábricas. Conceptos como la división del trabajo permitieron simplificar el mismo y posibilitó el diseño y construcción de máquinas que reproducían los movimientos del trabajador. La evolución tecnológica permitió la posterior motorización, aumentado la eficacia productiva.

En 1769, el inglés James Watt diseñó una máquina que convertía la energía del vapor de agua en energía mecánica o movimiento. El vapor producido en la caldera hermética era dirigido mediante un sistema de tuberías al interior de un cilindro que impulsaba un émbolo o bien presionaba las palas de una turbina para hacerla girar. (Espasa, 1998: 864). La máquina de vapor tuvo aplicación inmediata en la industria textil. La primera versión del telar de Key requería la intervención de dos hombres para dar movimiento a la lanzadera así como para levantar y bajar los hilos de urdimbre, procesos que lograron mecanizarse gracias a la nueva tecnología energética.

En 1784 Edmund Cartwright desarrolla el primer telar basado en movimiento hidráulico (figura 2), aprovechando la energía obtenida de la caída de agua que generaba la rotación de turbinas. La utilización de este nuevo tipo de energía supuso cambios en la configuración del telar, las piezas de madera –que conformaban casi la totalidad de la máquina- tuvieron que ser reemplazadas por hierro. El telar de Cartwright permaneció prácticamente invariable durante 25 años hasta que William Harrocks incorporó mecanismos y flechas que permitían detener el telar en caso de que la trama o la urdimbre se rompieran o bien si la lanzadera no llegaba al final de su recorrido. Otros dispositivos habilitaban el intercambio de lanzaderas sin necesidad de detener el telar. Su funcionamiento consistía en colocar un cargador con varias bobinas llenas de hilo en uno de los extremos del telar, expulsando la bobina vacía y colocando una nueva en su lugar.


Figura 2. El telar de Edmund Cartwright. Fuente: University (2008).

Una de las innovaciones más importantes en el desarrollo de los telares fue introducida en Francia en 1801 por Joseph Jacquard (Figura 3). Su telar empleaba un sistema de tarjetas perforadas que determinaban la posición (atrás/adelante) del hilo de trama con respecto a la urdimbre. El funcionamiento se basaba en una serie de tarjetas -una por cada pasada de trama- perforadas y acomodadas de acuerdo al patrón de diseño. Estando en posición, permitían el paso de las agujas conectadas a los hilos de urdimbre correspondientes a las perforaciones, elevándolos para permitir el paso de la lanzadera. Una vez completado el movimiento se utilizaba la siguiente tarjeta y así sucesivamente. Al terminarse éstas, la secuencia comenzaba nuevamente, con lo cual se lograba un proceso continuo de diseños exactos. Esta técnica fue tan exitosa que, para 1812, el dispositivo fue incorporado a más de 18,000 telares en Francia, considerándose un cambio tecnológico muy importante. El uso de las tarjetas perforadas inspiró al matemático Charles Babbage para intentar diseñar una máquina calculadora basada en el mismo principio (Petriny, 2007).


Figura 3. El telar de Jacquard. Fuente: Monniaux (2008).

La configuración fabril de la época estuvo caracterizada por maquinaria de grandes proporciones, cuyo tamaño obedecía a los generadores de energía –hidráulicos y de vapor- empleados en sus procesos, además de que la ubicación de los centros de trabajo estaba supeditada a la disponibilidad de mantos acuíferos. Este nuevo concepto de trabajo significó un cambio radical de los talleres domésticos a los complejos industriales. Si bien las innovaciones se vieron favorecidas por la retroalimentación tecnológica constante, la concentración de éstas en países como Inglaterra se debió más a estrategias políticas y económicas. Las creencias económicas del siglo XVIII se inclinaban por el monopolio, razón por la que las leyes inglesas prohibían la exportación de maquinaria, así como dibujos o especificaciones de éstas, protegiendo las invenciones a través de patentes. Sin embargo, en Estados Unidos se comenzaron a buscar alternativas al telar manual, para lo cual ofrecían premios cuantiosos a quien pudiese mejorar la producción textil, lo cual representaba un panorama atractivo para los inventores. Muchos ingleses con experiencia en el ramo migran a Norteamérica, entre ellos Samuel Slater quien diseña su primera máquina textil en 1789, siendo ésta precursora del telar mecánico desarrollado por Francis Cabot Lowell en 1816 (Bellis, 2008).

Se puede decir que los telares mecánicos proporcionaban continuidad al proceso, logrando una gran precisión desde el inicio hasta el final de la pieza, gracias a la repetición de movimientos transmitidos a través de poleas, engranes y ejes, cualidades sobre las que difícilmente podían competir los telares manuales.

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