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La potencia de los nombres
Los primerísimos seres no pueden ser recordables y cognoscibles por medio de la imaginación, la opinión o el pensamiento; pues somos aptos por naturaleza para unirnos a ellos por la flor del intelecto y por la realidad de nuestra esencia, por medio de los cuales recibimos la percepción de su naturaleza desconocida (CXIII). El texto escrito tiene para Proclo una finalidad ritual; supone una textualidad tejida con símbolos que son indicadores o puertas para ir más allá de la textualidad, como cuando se invita al lector a meditar o visualizar una situación psíquica definida.20 Rappe llama al lenguaje de Proclo el lenguaje de la visión21 un lenguaje que privilegia el uso de la imaginación (la potencia figurativa) –así como su desarrollo- como espacio psíquico más real que el percibido por los sentidos, vehículo de la intuición intelectual. El discurso sobre lo divino constituye no un mero discurso, sino una iniciación, una mistagogía para el alma purificada del dialéctico. Todas estas ideas que pueden parecernos fantásticas, y sin embargo, quizá no tan lejanas, aun cuando formuladas en un lenguaje muy diferente, de las aserciones de algunos filósofos modernos (Wittgenstein, por ejemplo), acerca de los límites del lenguaje y aquello de lo que no se puede hablar. También quizá valga la pena mirar a la India, en donde al día de hoy diferentes escuelas de pensamiento siguen manteniendo una postura muy similar a la Proclo. Ya los Upanishads hablan desde hace siglos del lugar accesible a la meditación “donde las palabras se dan la vuelta”.
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