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Introducción Para que ocurra la evolución en términos darwinistas, es indispensable que haya variación heredable y selección natural, relación de causas y consecuencias que Darwin veía con gran claridad. Sustentar el proceso de selección natural significaba sustentar el hecho de la variación, por lo que dedicó muchos años de su vida a tratar de conocer su naturaleza, causas, formas de transmisión y significado evolutivo. Parte de esas investigaciones fueron publicadas en su libro La variación de plantas y animales en estado doméstico (1868), no tan conocido como El origen de la especies (1859). Pero a pesar de que sea la variación la que da sustento fáctico al proceso evolutivo, ha sido un concepto que se ha quedado relegado en las explicaciones biológicas y evolutivas. Cuando preguntamos, por ejemplo, cuál es la idea más importante ligada a la imagen de Darwin, la respuesta casi siempre es la “selección natural”, hecho que la confirma como el elemento darwiniano más conocido, difundido, discutido e investigado. Teniendo como pretexto el marco de las celebraciones del pensamiento darvinista, queremos revisar y reflexionar algunas particularidades del concepto de variación biológica, que guarda una riqueza conceptual sobre la cual aún hay mucho que explorar y que proponer en diversos espacios en los que el concepto sigue todavía ausente. Basta, por ejemplo, con acercarse a los diccionarios de las lenguas modernas y ver que el término adolece de su significación biológica: la diferencia entre los organismos de una población de una misma especie, una diferencia individual que se da en varios sentidos (cuadro 1).
Cuadro 1 El problema con la acepción tradicional de variación biológica en el marco explicativo de la selección natural, es que suele considerarse apenas como el universo de la dualidad entre el bien y el mal, al reducirla tan sólo a una elección entre dos posibilidades: dominante o recesivo, alto o chaparro, perjudicial o favorable, apto o no apto. Con ello se olvida que en el mundo natural predomina la infinitud de la variabilidad, la particularidad de cada ser; que cada entidad biológica es diferente una de otra y además, por si no bastara, que cada entidad biológica es una entidad irrepetible. Para algunos biólogos evolutivos, la idea de variación fue el aporte más significativo de Darwin a la explicación del mundo orgánico (Lewontin, 1974, pp. 4-6, Gould, 2002, pp. 137-46), y es en muchos sentidos el elemento tangible del proceso evolutivo que se puede cuantificar, observar y percibir en el mundo natural. La idea de variación ha sido importante
en investigaciones y discusiones en el ámbito de la genética, la medicina,
la biología molecular, la ecología o la paleontología. Sin embargo,
ha sido un tema de poco interés en las discusiones históricas, filosóficas
e incluso teóricas dentro del mismo campo de la biología. Desde hace
150 años, ha prevalecido una delirante expresión de la aplicación
del “paradigma de la selección”, en el cual, desde la biología, se
ha investigado, escrito y debatido sobre diversos aspectos de la transformación
del mundo natural bajo “los ojos de la selección natural” y de una
simplificación de la dualidad entre elementos contrarios. En todo
ello se ha olvidado la parte sustancial que es la variación. Actualmente,
con la publicación de algunos trabajos que tratan explícitamente el
tema (Hallgrímsson & Hall, 2005, Jablonka, 2005), se ha comenzado
a abandonar esta tendencia. Incluso se ha llegado al punto de reconocer
la importancia que reviste enfocar los esfuerzos de investigación,
en comprender la naturaleza de la variación biológica. En este escrito
queremos poner de manifiesto la importancia de la variación como aportación
central de Darwin a la biología evolutiva. Creemos que una buena forma
de honrar el pensamiento de Darwin es reflexionar sobre ese legado,
que ha sido opacado por la práctica histórica y teórica de abrillantar
la idea de la “selección natural”.
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