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Crisis urbana en ciudades Existe una difundida percepción de una crisis urbana, de una tendencia apremiante a la pérdida de la calidad de vida en muchas ciudades (Escudero, 1999). Dockendorff y Rodríguez (1996) señalan que junto al progreso tecnológico, económico, social y cultural se agudizan simultáneamente las externalidades negativas y la percepción de una crisis inminente, la cual no solamente anticipa panoramas muy negativos para la calidad de vida de sus habitantes, ya que sus externalidades constituyen un freno al desarrollo. Lo anterior coincide con la opinión de Graizbord (2006), quien señala que la urbanización está asociada a la industrialización o, más bien, al desarrollo tecnológico derivado del uso intensivo de recursos naturales y, en particular, de recursos no renovables como los energéticos de origen fósil. Por lo anterior, para comprender lo que ha llevado a la crisis urbana, se deben analizar los procesos de concentración poblacional, el desorden del crecimiento urbano y los efectos que estos procesos insustentables causan sobre el ambiente. La concentración de la población en centros urbanos ha sido un fenómeno importante que influye en los procesos de metropolización. Según Bertoni (2000), durante la primera mitad del siglo XX la población total mundial se incrementó en 49% y la población urbana en 240%. En la segunda mitad se aceleró: la población urbana pasó de 1.520 millones de habitantes en 1974 a 1.970 en 1982. En 1800, la población promedio en las 100 ciudades más grandes del mundo era de 200,000 habitantes; en 1950 esto cambió a 2.1 millones, y para 1990 a 5 millones (Megacity initiatives, 2006). Hasta hace 50 años a nivel mundial existía sólo una aglomeración urbana de más de 10 millones de habitantes (Nueva York), 7 ciudades de 5 a 10 millones de habitantes y 75 urbes de entre 1 y 5 millones (Perló, 1999). En 1900, 9 de las 10 ciudades más grandes del mundo se encontraban en América del Norte y Europa, mientras que hoy en día sólo dos se encuentran en el mundo desarrollado. En 1950, Nueva York y Tokio eran las únicas megaciudades. En 1975 esta cifra había aumentado a 4 (Tokio, Nueva York, Shanghái, y la ciudad de México) (Megacity initiatives, 2006). Para el año 2000 existen 21 megaciudades destacando Tokio (28 mll/hab), Sao Paulo (22.6) y Ciudad de México (20.1) (Ezcurra, 2006). Dichas megaciudades, de acuerdo con Castells (1996), son aglomeraciones muy grandes de seres humanos, todas ellas con más de 10 millones de habitantes. Definidas así, existen 28 megaciudades, la inmensa mayoría de las cuales se encuentran en países en desarrollo, con Ciudad de México, Sao Paulo y Tokio a la cabeza (Yue-man, 2005). De acuerdo con Perló (1999), a partir de esta concentración poblacional y, por tanto, de la urbanización a grandes escalas, se genera un crecimiento urbano desordenado. La mayor parte de las ciudades en los países en desarrollo han crecido en forma acelerada sin la existencia de un ordenamiento territorial eficiente y en el que se respeten normas y uso de suelo. Perló (1999), refiere que la dinámica de las ciudades del mundo ha sido el crecimiento en medios naturales, que son destruidos mediante la deforestación, desecamiento de pantanos, etc. En consecuencia, la base de sustentación de dichos ecosistemas se ve deteriorada con rapidez y el medio ambiente urbano va perdiendo su carácter natural. Este daño ambiental encuentra su relación dentro del proceso de urbanización, ya que las ciudades muestran una condición natural a la degradación de los recursos como consecuencia de la densificación humana. Lo anterior se origina en los diferentes periodos de despegue económico o crisis, y más que ello, se debe al desarrollo tecnológico derivado del uso intensivo de recursos naturales que conllevan al rápido crecimiento urbano y se ha señalado, a la constante depredación del habiente como lo han descrito diversos autores, lo que genera la crisis y degradación ambiental en las ciudades. Para vislumbrar lo anterior, analizaremos cómo ha sido este comportamiento
para el caso de México. Asimismo, examinaremos los procesos de desarrollo
urbano a través de los tres subsistemas que comprenden esta gran urbe:
el económico, el poblacional territorial y el ambiental, con el fin
de observar el estado urbano ambiental de la ZMVM.
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