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Introducción
Los patrones y los procesos que estudia la ecología ocurren a diferentes escalas
espaciales y temporales dentro de un mismo ecosistema (Foster et
al., 1990, Levin 2000). La inherente complejidad y la dinámica cambiante
(Botkin 1990), sugieren la posible aparición de eventos inusuales o infrecuentes,
de tal forma que la percepción de las causas y las consecuencias depende de largos
periodos de observación y/o áreas de estudio extensas (Carpenter, 1998). Así
también, la influencia humana puede originar secuelas que se manifiestan tiempo
después (McDonnell y Pickett 1993).
La mayor parte de los estudios ecológicos en cuerpos acuáticos epicontinentales, generalmente contemplan una duración corta (un muestreo por mes o estacional), lo que limita el alcance de los resultados y las conclusiones al tratar de explicar fenómenos de largo plazo (Likens 1998, Tilman 1989); en el otro extremo, la paleolimnología, una disciplina ciertamente útil para comprender los grandes cambios producidos en la escala geológica hasta llegar al estado actual, carece de una resolución apropiada al intentar responder cabalmente a preguntas sobre los procesos involucrados en la dinámica lacustre en el tiempo reciente. En consecuencia, la necesidad de desarrollar estrategias y métodos de investigación ecológica, acordes a las escalas espaciales y temporales adecuadas (lustros, décadas), intenta detectar eventos de baja incidencia, así como el discernimiento de su variación normal o las consecuencias de factores antropogénicos. Así, el enfoque de la investigación ecológica de largo plazo (Gosz 1996, Swanson y Sparks 1990, Symstad et al., 2003, Wiens 1997), constituye una herramienta complementaria a otras estrategias de investigación. Equipos de investigadores de distintas disciplinas, que cooperan y colaboran entre sí desde sus sitios particulares de estudio o entre distintos sitios a través de redes virtuales, han demostrado el potencial de la referida forma de investigar con logros significativos, tanto en la generación de conocimiento básico y el desarrollo de la teoría ecológica, como en la obtención de resultados aplicables en la práctica (Franklin et al., 1990, Golley 1993, Gosz 1996). El capítulo mexicano (Red Mex-LTER, http://www.mexlter.org.mx) de la International Long Term Ecological Research Network (ILTER, http://www.ilternet.edu) forma parte de una red de redes global que incluye sitios de investigación en un amplio abanico de ecosistemas que abarca todo el mundo. El objetivo común de ayudar a comprender el cambio ambiental del planeta a través de la ILTER, radica en la investigación a largo plazo en sitios (ecosistemas) particulares. Así, cada sitio LTER genera y mantiene la base de datos ecológicos de un ecosistema bajo estudio en particular. A pesar de la existencia de una gama de sitios LTER, cuyo objeto de estudio consiste en los ecosistemas acuáticos epicontinentales (por ejemplo, Italia, República Checa, Gran Bretaña, Estados Unidos, China), sólo Brasil y México aportan información sobre las regiones tropicales. De los diez sitios LTER de la Red Mex-LTER, sólo uno, Alchichica, corresponde a un ecosistema acuático epicontinental. No existe otro lago mexicano con una base de datos tan completa y un registro tan extenso y continuo como el caso del Lago Alchichica. Por lo mismo, este caso de estudio fue seleccionado por la Red Mex-LTER para constituir un sitio LTER. A manera de preámbulo, el conocimiento de la Limnología tropical inicia a partir de la segunda mitad del siglo veinte, en contraste con su contraparte en la región templada cuyo origen se remonta hasta hace más de un siglo (Talling, 1986). Los estudios sobre lagos tropicales, comparativamente escasos, carecen además de muestreos y análisis metódicos durante largos periodos de tiempo (i.e., series de tiempo). Algunas excepciones con una temporalidad mayor a la anual, corresponden a estudios sobre los lagos Victoria (Talling y Lemoalle 1998) y Tangañica en África (Sarvala et al., 1999), Lanao en Filipinas (Lewis 1973) y Valencia en Venezuela (Lewis 1986). En tales casos ha sido posible discernir patrones de estacionalidad y generar herramientas de predicción en relación con diferentes factores, tales como la hidrodinámica (Hambright et al. 1994), florecimientos algales (Stronge et al., 1998) y de la producción primaria y biomasa fitoplanctónica (Berman et al., 1995).
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