Introducción
El uso de supercomputadoras en la
física ha tenido una larga tradición, que se remonta al nacimiento
de la primera computadora electrónica ENIAC (Electronic Numerical
Integrator And Computer) en la década de los cuarenta del siglo
pasado, que fue utilizada en cálculos relacionados con la bomba
de hidrógeno.1 Los problemas físicos
que se han abordado desde entonces comprenden el estudio del clima
y la predicción del tiempo, la detonación de bombas nucleares,
el modelaje de moléculas y cúmulos atómicos y, en cosmología, la
simulación de muchos cuerpos interactuando gravitacionalmente,
por mencionar algunos. También la simulación del comportamiento
de fluidos ha sido tradicionalmente una línea de investigación,
tanto en ingeniería como en geofísica y astrofísica, que requiere
el uso del cómputo intensivo para resolver de manera numérica las
complejas ecuaciones de la dinámica de fluidos.2 Asimismo, ha
adquirido un gran auge la llamada química computacional, la cual
incorpora los resultados de la química teórica en programas computacionales
para calcular las estructuras y las propiedades de las moléculas.3
Estos estudios computacionales pueden servir de punto de inicio
para llevar a cabo un experimento en el laboratorio, o bien, para
comprender datos experimentales. También pueden servir para predecir
la posible existencia de alguna molécula aún no sintetizada, o
bien explorar reacciones químicas que no pueden investigarse fácilmente
en el laboratorio. Otro campo que requiere el uso de supercómputo,
es la física de la materia condensada, la cual investiga las propiedades
físicas, tanto macroscópicas como microscópicas de la materia en
una fase condensada, la cual aparece cuando el número de átomos
que constituyen el sistema es grande y las interacciones entre
ellos son fuertes. Ejemplos típicos de materia condensada son los
sólidos y los líquidos, los cuales tienen su origen en las fuerzas
electromagnéticas entre átomos. También existen fases más exóticas
de la materia condensada, tales como el estado superconductor;
las fases ferromagnéticas y antiferromagnéticas de sistemas de
espines, y el condensado de Bose-Einstein que se encuentra en ciertos
sistemas diluidos de átomos ultrafríos (con temperaturas del orden
de nanokelvins). Cabe mencionar que existe un subcampo de la materia
condensada que se conoce como materia condensada “suave” y que
comprende el estudio de sistemas tales como coloides, polímeros,
espumas, geles y materiales granulares.
El común denominador de los sistemas que estudia
la física de la materia condensada es que todos ellos constan de
N partículas que interactúan entre sí, lo que en física se conoce
como el “problema de muchos cuerpos” y para el cual, en general,
no se conoce la solución analítica cuando N>2,
por lo que su solución requiere de cálculos numéricos. Obviamente,
si el número de partículas que existe en el sistema bajo estudio
es del orden del número de Avogadro ,4 resulta
completamente impráctico llevar un registro de las posiciones y velocidades
de cada partícula (desde el punto de vista de la mecánica clásica)
o bien, de la función de onda de N partículas, si el sistema es descrito
mediante la mecánica cuántica. En este caso siempre es necesario
hacer aproximaciones, utilizar métodos de renormalización o de escalamiento,
o bien restringir el estudio a sistemas más pequeños. En este artículo
revisaremos, a manera de ejemplo, la utilidad del supercómputo en
dos áreas de la física de la materia condensada: la superconductividad
y los nanocúmulos bimetálicos.
1. Carlos A. Coello Coello. Breve historia de
la computación y sus pioneros. Fondo de Cultura Económica,
2003.
2. Computational Fluid Dynamics (Proceedings of the
Fourth UNAM Supercomputing Conference). Eds. E. Ramos, G. Cisneros,
R. Fernández-Flores, A. Santillán-González, World Scientific,
2000.
3. C.J. Cramer, Essentials of Computational Chemistry: Theories
and Models. Wiley, 2002.
4. El número de Avogadro, NA»6.022x1023 corresponde al
número de moléculas que se encuentran en un mol de una sustancia
dada, donde la masa de un mol de sustancia corresponde a la masa
molecular (de las moléculas que la componen) expresada en gramos.
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